miércoles, 20 de septiembre de 2017

03872-61.IMPOSIBLES: ¿Para qué he salido?

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03883 (24.09.2017 - En el entierro de la tía Eduvigis)


      Ha salido sin piel en su cuerpo, arrugado como un viejo, con una cabeza enorme, sin ojos en sus ojos, sin orejas en sus orejas, sin nariz en su nariz, sin boca en su boca, pero ha salido, que estaba harto de estar dentro, esperando salir para salir de ahí dentro. 

     Alguien lo ha tomado de sus manos, arrastrándolo por el suelo, como un cuerpo sin vida se lo han llevado y depositado sobre una mesa fría, fría como el hielo, sobre una mesa dura, dura como el hielo, y a despertado, abriendo sus grandes ojos ha despertado mientras oía por sus orejas el viento tibio que corría junto a su cuerpo, sin piel y arrugado.

     Una mano cuidadosa lo ha acariciado, otra mano cariñosa, con un paño, lo ha limpiado, y ha sentido el calor reconocido de unas voces animándolo en esta noche de suspiros, suspiros por verlo vivo. Y ha sonreído, agradecido; sonriendo con sus labios que se movían levemente tras el beso que ha recibido. 

    Más, poco a poco, ¿para qué ha salido?, ha notado como el hielo se aplicaba sobre su cuerpo, sin piel como ya se ha dicho, desgarrando sus fibras, mientras navegan sus órganos por entre las aguas del hielo maldito. Y ha advertido como el viento en aire quedo se volvía, como Júpiter el más puro, como Juno el más denso, entre la Luna su esposa y Rocío su hija. 

    Alguien lo ha tomado de sus manos, arrastrándolo por el suelo, llevándoselo lejos de la Tierra, del Mar y del Cielo, entre los restos sucios de un éter que, no existiendo, lo acogía, acogiéndolo para su mal, para sus desdichas, y llevarlo al Fuego.  

    Un Fuego de partículas incandescentes, de luz visible, de violenta combustión que lo consumía, mientras se ahogaba al pairo de las moléculas de humo que luz ya no emitían, quedando inerte entre los rescoldos calientes que abrasaban su cuerpo desnudo de piel, arrastrado por el suelo al tiempo que alguien tiraba de sus manos. 

    Recordó entonces el por qué había salido; porque estaba harto de no haber salido ni antes ni después, y estaba harto de haber salido, de ahí que quisiera volver a las tibias aguas de la soledad, perdido, sin saber qué había tras aquella puerta por la que había salido. 

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