jueves, 15 de marzo de 2018

04202-69.IMPOSIBLES: La sangre se ha extraviado

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        Hacía cuatro horas, más o menos, que dormitaba en la cama del área de urgencias de un hospital; después de la primera extracción de sangre me dijeron que existía un marcador algo elevado, que poco más tarde me volverían a extraer sangre para comprobar la veracidad del nivel que se elevaba por encima de lo normal. Cuatro horas; el enfermero se llevó la sangre, y yo volví a dormitar mientras diferentes ruidos de aquel servicio de urgencias me hacían abrir los ojos como esperando una solución a mi espera. Repase parte de mi vida y no encontré algo meritorio en la misma, pero estaba satisfecho de mi pasado; buen hijo de buenos padres, bien relacionado con el resto de la familia, con los amigos, con los conocidos; estudios adecuados, sin sobresalir, después un trabajo que me gustaba, una mujer que siempre estuvo conmigo e hijos que me tenían por padre bien avenido. De enfermedades las usuales, algún catarro, un brazo roto, y poco más. 

      Mis sueños eran los habituales; luces, algunos animales que me querían por ser su alimento, mujeres a las que nunca alcanzaba, unas habitaciones frías en las que sentía calor, caras que no reconocía y situaciones confusas que parecían tan reales como improbables. 

     En sentido estricto no había llegado a cumplir ninguno de mis objetivos, tal vez porque puse el nivel muy alto, pero no parecía importarme pues estaba bien asentado en esta vida. De hecho solo aspirar a saber los resultados de aquellos análisis, de los que estaba convencido nada malo saldría. Un ser como yo no padece en esta vida. 

    Seguía merodeando por la pequeña sala de aquellas urgencias donde encamado veía el transitar de algunos heridos, de algunos doloridos, de enfermeros y enfermeras que pasaban siempre con prisas. De mi vecina, en la sala de enfrente a la mía, oí decir que estaba ya más ida al otro mundo aunque permanecía en este respirando a desgana, silenciosa, como si los órganos internos de su cuerpo se fueran parando entre explosiones, expulsando sustancias negras y alguna queja que apenas se oía. Mis ojos ya estaban cansados de ver la cama, la luz arriba, y entre amas unos tubos de plásticos que depositaban un líquido blanco desde una bolsa hasta la muñeca de mi mano izquierda. Y en algunos intervalos me preguntaba dónde estaría mi vida.

     Apareció el médico, quería hablar más no podía, sus labios se movían pero no emitían palabra alguna, hasta que con cierta vergüenza pudo decir.... la sangre, la segunda que le hemos tomado, está extraviada. 

     No supe qué decir, salvo... ¿extraviada?

     El médico recuperó algo de fuerza... si no aparece habrá que hacerle una tercera extracción. ¡Extraviada! dije; ¿cómo que extraviada? dije, y espere tratando de comprender que me quería decir el médico... me la sacaron y la metieron en un tubo, luego llegó, no estaba claro, al laboratorio, pero no estaba en el laboratorio, tampoco en urgencias.... la sangre se había extraviado en alguno espacio de aquel enorme hospital; como para buscarla. Me consoló saber que aquello no era lo habitual, y empecé a preocuparme por la soledad en la que debía de encontrarse mi sangre extraviada por algún pasillo de aquel hospital, sola, desolada, olvidada de todos, sin futuro alguno, desconsolada.

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