miércoles, 21 de marzo de 2018

04213-71.IMPOSIBLES: Del ordenador muerto

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    Bajo un ficus, de esos que prodigiosos se elevan al cielo, de pajarillos llenos, holgazaneando, un hombre de aspecto mayor, sucio de no lavarse, negra su blanca cara y sus manos blancas negras, de microbios sus negras uñas llenas, descolorida su barba, pegados entre si los pelos de su cabello, cubierto por un ropa mugrienta, un abrigo de jirones hecho, y unos pantalones fofos de tanta mancha  en ellos viviendo, y su espalda apoyada en el tronco del robusto árbol, sostiene sobre sus muslos un ordenador, mientras sus manos teclean... 

   Yo que lo veo, le rondo por detrás y me acerco; y miro detenidamente la negra pantalla sin vida sobre la que está escribiendo. Me sonrío, evitarlo no puedo, mientras el hombre sigue escribiendo sobre un teclado que está muerto, palabras y palabras... en Alicante, en una tarde de invierno, cuando el sol ya está durmiendo, y puedo ver en los altos a la luna celebrando con risas el espectáculo.

   Una mujer que pasa, pasa conmocionada al contemplarlo tan quieto, tan ensimismado de la pantalla, aislado de lo que lo rodea, en sus pensamientos; dos muchachos se paran y elevan sus dedos a las sienes de sus cerebros; un hombre mira, y sigue sin comprenderlo; y a mi me miran, otros que pasan, cómo preguntándose que estoy viendo con esta cara de bobo que me sale de mis adentros.

    ¡Qué extraña es la vida, en Alicante, en esta tarde noche de invierno!

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