viernes, 1 de marzo de 2024

08088-163.LIBROS: 46.Contribución a Así habló Zaratustra de Nietzsche: 01.Estado y Sociedad

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08069 (13.02.2024 - 45.Contribución a Así habló Zaratustra 
                                       de Nietzsche
                                  02.La Voluntad
                                       La voluntad en el ámbito personal)

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08097 (06.03.2024 - 47.Contribución a Así habló Zaratustra 
                                      de Nietzsche
                                  02.Estado y Sociedad)


    Todo lo dicho hasta aquí ha tenido que ver con el hombre de Zaratustra y su mutación en superhombre. Ahora bien, el hombre vive en un estado/sociedad y esa comunidad es la plaza pública donde impera el Estado.

      ¿Qué es el Estado?; la respuesta de Zaratustra no genera duda, es un ídolo ante el cual solo cabe postrarse, y si quieres obtener algo del Estado tanto tu cuerpo como tu alma han de adorarlo. El Estado siempre miente al hombre superfluo, cuya función es estar y ser para el Estado, de manera que todo cuanto posee el Estado ha sido robado, lo que nos lleva a Prouhdon al afirmar que la propiedad es un robo. Dicho de otro modo, en la plaza pública yace el Estado y su expresión social como es el nacionalismo. 

        Los PUEBLOS, nos dice Zaratustra, están muertos; “allí donde exista un Pueblo no se comprende al Estado”, de forma que allí donde existe el Estado no es posible la existencia de un Pueblo, es decir, los pueblos están muertos, lo que es así ya que “yo, el Estado, soy el pueblo”, esto es, soy “el dedo de Dios”, en tanto el pueblo, que no es, es el sentido de los superfluos. 

        Se afirma que los valores de un pueblo son la esencia del pueblo y que sin valores no existe pueblo alguno, siendo así que un pueblo lo es si sus propios valores difieren de otro pueblo, lo que significa nacionalismo, pero en el sentido de que solo son plausibles los valores del superhombre. 

       En un pueblo los valores son apreciados como únicos y se han de diferenciar de otros pueblos, lo que es así en la medida en que aquello que es vital para un pueblo es, sin embargo, ridículo para otro pueblo, de modo que lo que es “bien” para uno es “mal” para otro. Esto es así ya que por encima de un pueblo y sus pobladores se sitúan inherentes unos valores o “un vecino nunca ha comprendido a otro”, de lo que deduce Zaratustra que es el hombre quien pone los valores como único medio de sobrevivir. 

        Ahora bien, sí el creador de valores se transforma en otro creador de valores, los valores cambian y lo hacen en virtud de destruir los antiguos valores para imponer los nuevos valores. Tal objetivo, implantar nuevos valores, requiere de la intimidación y de la prevalencia de lo nuevo sobre lo viejo, es decir, el fin del superhombre es maravillar al hombre, corregirlo y escarmentarlo con la emoción de superarse a sí mismo.

     Explica Cómodo Centón que el hombre, a lo largo de la historia, busca alcanzar la cima de su posición, y cuando llega a tal punto limita a otros hombres el llegar a tal cima. Para que en la plaza pública sea posible superar un valor anterior, es preciso crear un nuevo valor que destruya al anterior, de forma que en la plaza pública cambian los valores sin cambiar la plaza pública y sin que el hombre cambie, ya que a un hombre le supera otro hombre por una mera posición superior en una estructura social, advirtiéndose el continúo retorno de lo mismo por lo mismo. Aparentemente tal proceso de creación se presenta como un cambio ya que reforma lo que “ya es” o transforma lo que “ya es” en “otro ya es” que no deja de ser lo mismo; en la plaza pública, por tanto, todo cambio es un no/cambio, pues se crea para destruir y volver a crear para no cambiar. Dentro del sistema absolutista se crea un sistema democrático que en realidad es un sistema pre/democrático que oculta la existencia de un sistema absolutista.

       Es en esto en lo que incide Nietzsche, es decir, no es suficiente que el hombre se supere, en sentido estricto, a sí mismo en la plaza pública, sino que ha de superarse fuera de dicha plaza tras recorrer la cuerda sobre el abismo y mutar en superhombre, el cual no busca un cambio en la plaza pública, sino transformar al hombre en un superhombre 

      Refiere Zaratustra que hay viejas y nuevas tablas de valores, que el Hombre ha de reírse de los sabios austeros, derribar las viejas cátedras, despreciar a los grandes maestros, y exhorta a entender que el bien y el mal es una antigua locura porque ambos son suposiciones sin fundamento.

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