sábado, 23 de marzo de 2024

08137-166.LIBROS: 49.Contribución a Así habló Zaratustra de Nietzsche: 02.Iglesia y Sacerdotes: El Creyente

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08121 (15.032024 - 48.Contribución a Así habló Zaratustra 
                                      de Nietzsche
                                 01.Iglesia y Sacerdotes: La humildad)

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08141 (26.03.2024 - 50.Contribución a Así habló Zaratustra 
                                      de Nietzsche
                                  Del Reino de La Muerte)


       Hemos dicho en páginas anteriores que crear es la gran liberación del dolor y el consuelo de la vida, es decir, sí hubiera dioses, ¿qué quedaría por crear?, nada, de lo que quedaría un Hombre/Gusano sometido a predicares y sacerdotes

      Cómodo Centón sostiene que todos los fenómenos naturales y sociales son producidos por “algo”, es decir por espíritus/creyentes y por leyes/físicas, extendidos sobre dos niveles y separados por el Punto de Inicio. 

      Creer es creer en creer, de ahí que creer sea una creencia; no creer es creer en no creer, de ahí que no creer sea una creencia. Todo es creencia; sí todas las personan creen, el no/creyente no existe. Así, para que una Creencia “sea” se ha de alimentar de creyentes dentro de una comunidad de creyentes reunidos en un espacio, donde adquieren el "ser" que no poseen y lo transmiten, "fuera", como obligación para "otros". Dicho de otro modo, no existe nada más peligro que un creyente, pues la condición del creer hace creer que no hay otra verdad que la del creyente, es decir, un creyente, en sentido estricto, siempre es la verdad o es aquel que desconoce la mentira.

      Más la maldad del creer no existe en la creencia del creer, sino en creer que lo que no existe, existe (Dios), o bien en creer que algo que existe, existe porque es necesario (El Estado). A su vez, el mal del creyente se ubica en la creencia de que su creencia ha de ser extendida, por las buenas o por las malas, por el mundo, y, además, como aquel que no es creyente en la creencia del creyente, es un infiel que merece el castigo en la tierra y en el cielo. 

      Por último, la Persona “es hoy”, aunque dude, lo absoluto de sí misma, y “será mañana”, aunque dude, lo absoluto de sí misma, lo que es así en la medida que cree la Persona que es, en sí misma, lo absoluto. La Persona, a su vez, en sí misma, contempla una forma de relativismo, si traslada su absolutismo a Lo/Eterno o al Estado, aunque el absolutismo de Lo/Eterno y del Estado puede quebrarse sí Lo/Eterno o el Estado se vuelve contra la persona, de manera que impera, de nuevo, el absolutismo de la persona; tal es la Persona Creyente. Por contrapartida, si la persona mantiene, en todo, su absolutismo sin transferirlo a ninguna “idea”, tal es la Persona Atea.

      Todo lo anterior es aplicable en el fondo de la cuestión de la idea de Nietzsche sobre la Plaza Pública; en este lugar, el hombre queda prendado del bufón, del volatinero y del sepulturero entre otros, desoye a Zaratustra, quien dice “no me comprenden”, y adora al asno siguiendo los dictados del Hombre Superior, es decir, adquiriendo la falsa virtud de la humildad.

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