martes, 12 de marzo de 2024

08113-96.EL VIAJERO MADURO: 06.Cádiz: Ruta nº4: 02.De Los Muros y Barrio de La Viña

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08109 (11.03.2024 - 05.Cádiz: Ruta nº4
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08116 (13.03.2024 - 07.Cádiz: Ruta nº5
                                      Barrio de San Francisco)


       Basta con cruzar la calle Duque de Nájera y tomar la calle Virgen de La Palma para penetrar en el BARRIO DE LA VIÑA, un espacio de unos 120.000 metros cuadrados; fue en origen un campo de vides allá por siglo XVIII donde recalaron las clases humildes de Cádiz dedicadas a la pesca, haciendo uso de la Playa de La Caleta, iniciando de tal modo su urbanización y fin de los viñedos. Su calle principal es la citada Virgen de La Palma, y en el interior del barrio solo aparece como significativa la Iglesia de Nuestra Señora de La Palma de presencia barroca de mediados del siglo XVIII, disponiendo de una portada rectangular y una torre cuadrada rematada por un chapitel; de su interior, nada puede decir Cómodo, estaba cerrada. La calle es, en sentido estricto, el centro del barrio, dos filas de palmeras y restaurantes más restaurantes determinan su esencia, apareciendo en las fachadas de las casas diversos textos carnavalescos. Sus casas, de fachadas lisas y balcones, son de dos, tres y hasta cuatro alturas. La percepción recibida es que es un barrio de turistas, se recorre en poco tiempo y no presenta un especial interés, aunque dicen que aquí, en carnaval, bulle la vida. Después de comer en uno de los establecimientos y recorrer algunas de sus calles, más paralelas que tortuosas, para no caer en la siesta, Cómodo decide tornar al mar y siguiendo el muro de costa aprecia la pequeña Playa de la Caleta entre los castillos de San Sebastián y de Santa Catalina, y donde se sitúa un balneario.

     El CASTILLO DE SANTA CATALINA del siglo XVII, construido sobre escollos de piedras y avanzado en el mar, se presenta ligeramente imponente, es de planta estrellada y fue prisión militar; se puede pasear libremente por su interior presentando un estado de cierto abandono tanto material como sanitario. Dispone de una ermita en su interior, un pequeño patio de armas y una exposición permanente sobre la explosión del año 1947. Su tránsito es agradable, tal vez por la hora en que lo visita Cómodo Centón; el sol ya está de retirada entre nubes que conforman un manto en el cielo, con un mar  extendiéndose hasta el infinito; Cómodo lo recorre lentamente, se sienta en repetidos lugares, cierra los ojos y descansa, se siente bien entre la penumbra de un sol  y las nubes traslucientes, el paso de aves y la paz decantada. 

      Reanuda su ser hacía el Baluarte de Bonete, que está cerrado, y se detiene a tomar algo de líquido en el Parador de Turismo, un edificio enorme, de planta moderna y espacios inútiles que solo contribuyen a aumentar el gasto de construcción y el de mantenimiento. Sigue y entra en el PARQUE DE GENOVÉS; un lugar profusamente verde, suntuoso y radiante, donde paseos de tierra y vegetación diversa y llamativa ejecutan un baile armonioso y desprendido, con pequeñas albercas de cuyos caños burbujea el agua entroncando con un suave contenido de placer para los sentidos. Se pueden ver diferentes tipos de árboles, palmeras, cipreses, un drago, unas fuentes ostioneras con generosas cascadas y diversas esculturas; cuesta abandonar este espacio. 

     Se seguido y ya entrado el principio de la noche, y tras pasar por la Iglesia del Carmen y el Baluarte de Candelaria, una bruma levantada sobre el atlántico fija la mirada de Cómodo ya en la ALAMEDA DE APODACA, de principios del siglo XX, constituido por abundante cerámica vidriada y forja de hierro en bancos y farolas. Se estructura en una sucesión de glorietas o plazoletas; la impresión, tal vez por la noche y la bruma, es de ambiente romántico. Inconscientemente se sume Cómodo en ese entorno entre tenebroso y ligeramente oscuro, donde se avivan la imaginación en contra de la razón, entre lo enigmático y lo misterioso, generando un tránsito de aparentemente episodios que reflejan como la pereza es una virtud.

     Ha sido, desde el alba, una excursión plácida y placentera que ha llenado el día y reconfortado la carencia de alma de Cómodo, quién regresa por el Barrio de San Francisco al inicio de la ruta.

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