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08165 (08.04.2024 - 53.Contribución a Así habló Zaratustra
de Nietzsche
03.De los alumnos
Nietzsche y Stirner)
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Zaratustra no ha conseguido el amor de los hombres.
"¿Dónde están mis animales?" pregunta Zaratustra. El águila y la serpiente son los dos eternos acompañantes del hijo del sol; “os amo, animales míos”.
Escucha el grito de un ave, la que trazaba círculos en el aire, y del cuello de aquella águila colgaba una serpiente. La primera era la más altanera bajo el sol, la segunda la más astuta sobre la tierra. Así es como todo va y retorna, muere y florece, se quiebra y se reúne, se separa y se une. Asimismo, revolotean sobre Zaratustra las palomas, en tanto el dulce rugido del león a sus pies acostado, apoyando su cabeza sobre la rodilla de Zaratustra, se reía y lamía las lágrimas de Zaratustra; estos, nos dice Cómodo Centón, son los animales de Zaratustra, esclavos sin palabras, carentes de pensar y con los pensamientos propios de los animales, que apenas han logrado acercarse a la condición del gusano que es propia del hombre.
Zaratustra le pregunta a su padre El Sol en qué consistiría su dicha si no tuviese a quién iluminar, si no tuviese a su hijo, al águila y a la serpiente; "cada mañana te esperamos para beneficiarnos con tus pródigos rayos y bendecirte por ellos". Zaratustra está solo como hombre y acompañado de los animales que no aspiran "al saber"
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