lunes, 27 de febrero de 2012

00938-18.LIBROS: 02.Fernando del Cacho: 02.Rodrigo de Adisaveva

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          Dentro de la "narración" hay que hacer mención del uso del ESPACIO-TIEMPO. El anochecer y el amanecer es bastante empleado, la alusión a los días sucede en ocasiones; en la lectura hay que estar muy atento a estos cambios temporales, ya que mientras unos personajes "están camino hacia", otros ya están en "hacia", pudiendo la intercalación de éstos párrafos-secuencias confundir al lector en cuanto al concepto espacial. Sirva de ejemplo "el monasterio". Y esto es así porque, y a su vez, interviene el espacio-tiempo concreto de diversos personajes, a lo que podemos añadir que dentro de los diversos "conjuntos-historias" surgen subconjuntos que se extrapolan del conjunto origen y se insertan en otro conjunto. El resultado es una "narración" muy cuidada, muy estudiada, y tratada con precisión.

          El ESTILO de El Príncipe de Adisaveva es entre magnifico y potente. La redacción quiere ser objetiva, pero no lo consigue, surge la subjetividad como eje de la escritura, no pasional pero si emocional. En ocasiones recuerda el tratamiento clásico, Rodrigo se acompaña del "escudero" Crispín, se acompaña del burro Sisebuto que es capaz de tener pensamientos, aunque, y al parecer, no sea "cosa pensante", salva a Griselda, tiene que defender al mundo de tantos enemigos mortales y ha de pelear las más increíbles batallas, lo que ha de llevarle a ser premiado por los cielos, y experimenta Rodrigo una noche "de vela" ante la ciudad para desagraviar vanos pensamientos; hay un recuerdo a "caballerías" y "picaresca". Son apreciables los "milagros" que no siendo hechos por Rodrigo si acontecen a su paso. En ocasiones el "estilo" responde al fundamento ascético que persigue Rodrigo, recogido y silencioso, roto por citas del Código, y que anuncian sucesos. A su vez no se evita las expresiones casi vulgares, que son como notas del "autor", en ocasiones "consejas", y que rompen la composición preciosista que destaca en el texto, donde las frases cortas, en ocasiones palabras, separadas por multitud de comas, toman y retoman las ideas, creando un acontecer literario quebrado que obliga a una lectura más lenta que rápida, forzando al lector a hacer uso del papel y del lápiz, que de otra manera es fácil perderse dentro de ese estilo zigzagueante de acciones y personajes. No hay palabras rebuscadas, extrañas, en desuso; la palabra es clara, precisa, pero su disposición ralentiza la lectura. Así podemos leer "¡por el poder que me ha sido concedido le ordeno a usted, villano, deponga su postura y entréguese a mí!". Por otra parte la subjetividad de la escritura se complementa con opiniones del autor que se recogen en diversas partes de la novela; baste como ejemplo aquella de "cuando existen los mismos intereses las religiones son capaces de todo, hasta de ser una sola", capítulo 3º de la 2ª parte, o viene ese imaginar de lo que piensa el burro Sisebuto.

          El CÓDIGO, como objeto pasivo, forma un tándem con la TÚNICA. Ambos son los elementos terrenales de Rodrigo. Si el hombre es la manifestación espiritual no visible, se nos presenta la "túnica" como la cubierta que da forma a la representación humana. Parece que Fernando del Cacho quiera invertir la relación entre el "hombre" y la "túnica", fijando una estética totalmente convencional, de modo que Rodrigo el Hombre es la idea mientras que Adisaveva es la experiencia. Por otra parte el Código es el gran misterio de la novela; sabemos que es un regalo, un texto sin valor alguno que hace que "patinen las neuronas de Rodrigo", quién admite por verdadero su contenido, sin critica alguna, y al mismo causa sumisión, momento que aprovecha el "autor" para incrustar cierta malicia personal en el texto. Mas adelante será la pastelera Remigia quién de noticias, de origen musulmán, del Código, texto que convencerá a José, a Jehudiel e incluso al "ángel de piedra"; es de destacar aquello de "que cuando tiemble tu fe, levanta la cabeza y mira al cielo". En paralelo la túnica es el elemento "sufrimiento", materia en estado real, que se rompe y que hay que reparar, "mundo real" frente al  "pensamiento", objeto de cierta veneración, lo visible, aquello que responde a una identidad.

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