lunes, 27 de febrero de 2012

00939-19.LIBROS: 03.Fernando del Cacho: 03.Rodrigo de Adisaveva

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          El CANTO DEL TROVADOR figura en el capítulo 5º de la 2ª parte. Se trata de una alegoría que amplia información, más o menos cierta y manipulada, sobre el tránsito de El Verdades por el inescrutable mundo jurídico. El espacio donde se desarrolla El Canto del Trovador bien pudiera ser la actual sede de los juzgados de Alicante, herederos, como así figura en sus citaciones, de la antigua Cárcel de Benalúa, en realidad llamada Reformatorio de Adultos de Alicante (RADA). El "canto" en medio de la plaza, circular y con columnatas, donde un Hombre-Toro siente ganas de embestir a alguien; burladero, chicuelita, banderilla, luces del traje, así como diversas frases taurinas, encajan con citaciones, alegatos, turno de oficio, jueza, fiscal, jurados y testigos, que al parecer aún siendo "jueza" no es "testiga" o "fiscala". Es un texto fresco, divertido, portentoso, bien hilvanado, agradecido, elegante, que aúna palabras y frases siguiendo un método de relaciones de "espacio" y "contenido" dentro de un "tiempo" único, con analogías y contrastes certeros y atrevidos; así "comienza el fiscal el informe con aires de haber acabado", o esta otra "ahora va la defensa que con improvisada audacia se inventa toda una estrategia de las que no tienen buen fin", y la culminación de la parodia alcanza su fénix en la última frase, diciendo "abandonando aquel ruedo que un día le vio llegar inocente, callado y flojo de cuartos traseros".

          Otro texto, éste de mayor enjundia y escrito por Jehudiel, quién se inspira en lo "alto", y aquí solo cabe "lo divino", de modo que sus palabras no le pertenecen, son de "Lo Eterno", trata del CAMPO DEL PENSAMIENTO Y DEL MUNDO REAL. Jehudiel es un monje, que hará carrera de prior, de ahí que tenga un entendimiento "antinatural" de Dios y otro "natural" referido a la Tierra, correspondiendo "al mundo natural" la materia manifestada en diversas formas. La patrística primero y la escolástica después determinaran los conceptos platónicos y aristotélicos, superados por las dicotomías racionalismo-empirismo o idealismo-realismo. La interacción Razón-Sentidos es el tema esencial de Jehudiel, que rechaza la "experimentación" en sentido estricto aunque la entiende como necesaria dentro de la conexión entre el pensamiento y el mundo real. El Pensamiento no es divisible, no se compone de pensamientos ni es la suma de los mismos, tampoco es conocimiento, ni tiene forma. Se impone, pues, la "razón"; en esto podemos encontrar referencias a Descartes, Kant y Aristóteles.  Hay cosas que se conocen sin pensar, tal vez "ideas innatas", y otras que precisan del "pensamiento" pero referido, según Jehudiel, al "campo del pensamiento" para que se puedan pensar siempre que exista conexión con el mundo real, no pudiendo confundirse el hecho de "conocer" un pensamiento con el pensamiento "en sí". Tal distinción implica el conocer un pensamiento como "experiencia", mientras que el pensamiento en sí es "razón", de ahí que Jehudiel fije frente al Campo del Pensamiento la existencia del Mundo Real, donde la "idea" si tiene forma", de modo que una estatua es la materialización de una idea pero nunca un pensamiento en sí. La conclusión es clara, en el Campo del Pensamiento se existe para siempre (Dios), mientras que el Mundo Real yace lo finito (Hombre). Añade Jehudiel que el Pensamiento no es conocimiento, ya que el Conocimiento es limitado, corresponde al mundo científico, ese que muta, que es dinámico y está sujeto al espacio-tiempo. En la tradición "racionalista" se diría que se pude dudar de todo menos del pensamiento de la existencia de la duda misma. 

          Bien entendido Dios es pensamiento mientras que el Hombre piensa, y en esto encontramos la idea general que sostiene al PRÍNCIPE DE ADISAVEVA, la cual reside en la línea argumental escolástica-racionalismo con cierto idealismo, sin dejar al margen una concepción restringida de la síntesis kantiana de razón-sentidos. De hecho todo el argumentario de la novela se basa en el Código y en la plena fe que promueve en función de una adscripción incondicional al mismo. Confirma la antedicha conclusión como "los tres monjes se dirigieron a tocar maitines al campanario principal", como "las gentes reunidas en torno a ellos, cantando y llorando con tanto milagro", y finalmente "Jehudiel comprendió entonces que los cielos le habían puesto al lado de un ser divino que a veces también era humano" 

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