01929 (04.08.2014 - Huele Jijona)
02170 (06.02.2015 - Geografía física en cuarenta preguntas)
DOCUMENTO POSTERIOR:
02413 (30.07.2015)
NOTA PREVIA DEL AUTOR:
El presente trabajo ha sido posible gracias
a la iniciativa, dedicación y voluntad
de AMAND PICO,
llevado por ese inagotable interés
de hacer del autor un verdadero jijonenco
I: DE DÓNDE ES CÓMODO CENTÓN
Tiene Cómodo Centón
una extraña sensación a tronco partido,
como
un árbol que plantaron en un lugar
y fue a caer, al suelo,
en otro sitio,
entre ese lugar y ese sitio.
Es para Cómodo
como estar viviendo en un paraje,
entre un lugar y un sitio,
y no ser de ninguno,
como si el ser
en uno se hubiera quedado,
y en el otro
habitase el cuerpo en solitario.
Es una sensación que nace
en ningún espacio,
que existe,
que fluye por el interior
de Cómodo,
que siente Cómodo,
más no percibe.
Cómodo es un hombre seco,
como ese árbol caído
entre un lugar y un sitio,
árido y estéril, lacónico,
sombrío y marchito, espiral
que apenas vive, melancólico
y casi muerto, vivo esperpento,
agostado como las plantas, todo
un sauce llorón que se busca a sí
mismo, hacía abajo, en esa secuela
de estar partido,
como ese tronco entre
dos partes de una misma tierra
sin pertenecer a ninguna,
II: DÓNDE NACIÓ CÓMODO CENTÓN
Cómodo Centón nació en la Avenida de José Antonio mientras Franco vivía en El Pardo, en el número catorce, en el primer piso, en el dormitorio de sus abuelos, Santiago y Regina, y cruzó la avenida para vivir en el Bar Avenida, en el número nuevo, en el primer piso, con sus padres Santiaguet y Antonieta, un jijonenco y una alicantina.
Tocaba, en el bar Avenida, aquel tambor que le compraron, y en los días de celebraciones se unía a la orquesta que tocaba arriba, paseaba sentado sobre su orinal por la avenida, y su lengua se partió en dos tras una caída; pudo quedarse mudo, tal vez mejor hubiera sido. Y lo vistieron de marinero durante tres años seguidos, pero truncó su carrera de festero cuando cruzó el Pont D'Alacant hacia su destino, mientras el Bar Avenida se convertía en una tumba llena de frío, veintitrés años después de haber nacido.
Tocaba, en el bar Avenida, aquel tambor que le compraron, y en los días de celebraciones se unía a la orquesta que tocaba arriba, paseaba sentado sobre su orinal por la avenida, y su lengua se partió en dos tras una caída; pudo quedarse mudo, tal vez mejor hubiera sido. Y lo vistieron de marinero durante tres años seguidos, pero truncó su carrera de festero cuando cruzó el Pont D'Alacant hacia su destino, mientras el Bar Avenida se convertía en una tumba llena de frío, veintitrés años después de haber nacido.
III: DE JIJONA
Era JIJONA, apenas amanecido el siglo XX, una ciudad que lo había sido casi todo, ciudad capaz de levantar una compañía, capital de una gobernación del Reino de Valencia antes de la división provincial de Javier de Burgos, llave de dos reinos, partido judicial, tierra de secano, de frutas y de parras, de verduras y patatas, y de árboles que hacían compaña, a la que le quedaba ser la esencia misma de su ser, ser la capital del turrón, oler a almendra tostada, a miel y a azucares, a clara de huevo entre dos lechos sin agua y sobre un pico asentada.
Caídas las murallas con anterioridad, y con la construcción del ayuntamiento, un edificio de planta baja y un piso, antes situado en la Placeta de la Presó, se genera una plaza que se llamara de Alfonso XIII, que se convertirá en una calle, avenida titulada y que por aquello de la realidad consuetudinaria seguirá siendo “la plaza”.
La expansión o ensanche de Jijona, ya ciudad abierta, se ejecuta sobre terrenos de la familia Aracil y se inicia a partir de La PLAZA, que será ancha y será larga, recta y plana, con las farolas, en forma de "T" situadas en el centro de la vía y aún sin asfalto la calzada, y será de los pudientes espacio para construir sus casas y sus fábricas; allí se ubica el Casino, el Banco Español de Crédito, el Ayuntamiento, la cultural La Amistad, la Caja de Crédito Agrícola de Xixona, diversas fábricas y varios edificios que quieren dar nobleza a la nueva vía urbana, y los socorros mutuos de El Trabajo, que reuniendo a los no pudientes, también quería disfrutar de las glorias del poder social, así como el Colegio allá en lo alto y cerrando la avenida, que es palabra de mayor porte que simple calle, Avenida de La República pasó a ser “la plaza”.
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