sábado, 4 de agosto de 2018

04495-73.IMPOSIBLES: 01.Del Fin como Yo Mismo

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     Ya era de noche cuando decidí salir a pasear. La calle se hallaba en solitario, iluminada, silenciosa; solo el ronroneo de algunos aparatos lograba adormecer a los que quedaban despiertos. Yo tenía que decidir sí con la llegada del sol seguiría respirando o dejaría de hacerlo; ambos caminos me resultaban indiferentes. Podría haberme quedado en casa, pero no entrando en casa razón alguna para tomar una decisión, pensé que tal vez caminando hallaría la decantación oportuna sí seguía o no seguía respirando. 

    Ninguna señal a la vista; y en cierto modo me estaba desesperando. Nada en mi interior, nada fuera; pareciera que estaba solo en aquella necesidad de tomar una decisión. Mi vida en general había sido buena, y era, aquella noche buena; aparentemente no existía razón alguna para que yo tomara aquella decisión, seguir o no seguir respirando. 

   El mundo existía, existían las gentes, cada uno respiraba por sí mismo, de ahí que mi decisión de seguir o no seguir respirando no influiría en la respiración de los demás. La causa, pues, de los demás no era objeto de mi valoración; si seguía respirando, vale, sí dejaba de hacerlo, vale. 

    Si seguía respirando, incrementaría el gasto en oxígeno, menos oxígeno para los demás; de lo contrario les haría un favor, más oxígeno para los demás. Tal vez, si seguía respirando me mirasen mal, podrían llamarme egoísta, pero si dejaba de respirar no les importaría, no me levantarían un monumento a mi solidaridad, tal vez me llamarían idiota ya que había dejado de respirar para nada. 

    Entonces lo comprendí; ¿y si dejaban de respirar los demás?

    Sí dejaban de respirar los demás, yo sería el único contaminante de la Tierra, y entonces sería posible que la cantidad y calidad de oxígeno en la atmósfera aumentase y mejorase, lo que sería bueno para todos, para ellos que ya no gastarían oxígeno, para mí que tendría todo el oxígeno del mundo, y para la Tierra que sería más azul y más verde, más tranquila; no habría competencia, no habría guerra alguna, ni pobres, ni enfermos, ni impuestos, ni políticos, ni dioses... estaríamos la Tierra y yo felizmente solos en medio del universo.

    Lo anterior, me dije, parecía la mejor decisión; ¿por qué tenía que sacrificarme yo por los demás cuando los demás se podrían sacrificar por mí?, me pregunté; solos la Tierra y yo parecía lo mejor. Y su consecuencia lo mejor... cuando yo decidiese dejar de respirar, la Tierra sería feliz sin tener que soportar el peso de lo humano sobre ella, adelgazaría, pesaría menos, sería una Tierra más ágil, podría transitar por el universo a mayor velocidad, con más soltura. 

    Era evidente; sí yo dejaba de respirar, la Tierra seguiría penando por el universo cargada de humanos, pero si ellos dejaban de respirar, yo le estaba haciendo un favor a la Tierra, que solo tendría que cargar conmigo. Más si yo dejaba de respirar, yo subiría al universo, desde donde contemplaría a la Tierra sufriendo. 

    He aquí por qué no era fácil la decisión; o mi felicidad o la felicidad de la Tierra.

    Todo dependía de mí. Antes del amanecer, apreté el botón; todos dejaron de respirar, y yo pude ver una amplia sonrisa de la Tierra mientras musitaba... ¡por fin, sola, aunque con éste!

    Y entonces lo comprendí; la Tierra me había engañado, me había manipulado... mi presencia le molestaba, y en su sonrisa podía yo advertir su triunfo... a la Tierra nada le importaba la presencia humana sobre su suelo, ni yo le importaba, que a la Tierra solo ella misma le importaba. 

    Me sentí mal, no por haber matado al resto de los humanos, que me daban igual, sino por haber sido conducido, en mi decisión, por la Tierra. Tenía que vengarme de la Tierra. 

    Pasé el día contemplando el arco descrito por el Sol allá, y esperé la llegada de la Luna. De nuevo dejé mi casa, y salí a pasear. Sí yo dejaba de respirar, la Tierra ganaría en felicidad pero el Universo tendría que soportar la eterna presencia de la Tierra deambulando por el espacio, pero si seguía respirando el Universo tendría que soportarnos a los dos, a la Tierra y a mí, de forma que los tres seriamos unos desgraciados... yo por haber matado a la humanidad, la Tierra por tener que soportarme a mi, y el Universo por tener que soportar a la Tierra. 

    La toma de decisión se había complicado. Bien perdíamos los tres si yo seguía respirando, bien ganaba la Tierra si yo dejaba de respirar, o bien ganaba el Universo si yo destruía la Tierra; pero una cosa se presentó como cierta... en ningún caso yo ganaba, y reconozco que ésto último me molestaba. 

   Al Alba volví a casa; y al crepúsculo de la tarde di mi tercer paseo, pero esta vez no lo hice sobre las calles solitarias de Alicante, sino que tomé el camino del origen, a donde llegue cuando la Luna se disponía a dormir y el Sol a despertar. En el origen tomé aire y succione al espacio y al tiempo, hasta tragarme a ambos por entero. Pero entonces descubrí que solo quedábamos la Nada y Yo; y decidí que uno de los dos sobraba. 

     ¿Cómo deshacerme de la nada?

     Reconozco que ya empezaba a cansarme de mí mismo; toda decisión que tomaba implicaba que tenía que tomar otra decisión, y ésto, tengo que decirlo, me cansaba, ya que para descansar me cansaba, como en un bucle sin fin. 

     Ahora bien, sí dejaba de respirar, se quedaría sola Nada, más si seguía respirando, tendría que soportar la presencia de la Nada. ¡Me estaba volviendo loco!

     Mi búsqueda del Fin como Yo Mismo parecía no tener fin, y esto me molestaba. 

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