jueves, 23 de agosto de 2018

04535-76.IMPOSIBLES: Política Sanitaria

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04512 (10.08.2018 - ¿Qué hago yo ahí sí estoy aquí?)

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04541 (26.08.2018 - Una medusa atacada por un humano)


     Hoy, acompañado de mí mujer, he llegado a un hospital en Alicante; no sé que tenía de maldad mi mujer, que ni ella misma lo sabía, pero hemos presentado nuestros cuerpos en el hospital, por algo. Yo no me sentía enfermo pues caminaba como muerto, pero ella si se expresaba como enferma, de ahí que decidiésemos acudir al hospital por ver sí ella efectivamente estaba enferma, y yo sano.

     Según hemos entrado nos han ofrecido una habitación que nosotros, bien educados, hemos aceptado. Y mientras nos instalábamos  hemos comentado la eficacia del centro sanitario, y sin pensarlo que ya entenderíamos del por qué del ingreso; ella no quería saberlo, a mí me daba igual saberlo, porque yo quería que ella estuviese sana, es decir, como yo, muerta, y siendo indiferente para ambos el ingreso, lo importante, papa ambos, era disfrutar de aquella habitación que no presumía gasto alguno para nosotros.

     Nos dieron la cena; dos buenos trozos de carne con patatas fritas acompañados, antes una ensalada de mojaba, hueva y tomate, que la verdura, nos dijeron, era para herbívoros sin gracia, unos calamares a la andaluza, vino blanco primero, tinto después, nos preguntaron por el postre que queríamos acompañado de orujos. Y como vi un cenicero, encendí mi pipa, ya que como nos dijeron... en los hospitales era bueno fumar.

     La enfermera estaba contenta y sonreía, muy pendientes de nosotros, y dijo que la felicidad de mi mujer y la mía era lo principal, luego añadió que se aburría en aquel su trabajo pues no era normal que tuviese pacientes a su cargo; por otra parte se mostraba muy interesada en la inminente llegada del médico, que, que casualidad, se hallaba atendiendo a otra persona que unos minutos antes tuvo su ingreso... si quieren ustedes que les pinche, me lo dicen, que hace tiempo que no pincho a ningún paciente. Nosotros con buenos modales replicamos que mejor esperar al médico, ya que no era necesario, que no había prisa por poner inyecciones sin orden facultativa, que nos encontrábamos bien y disfrutando del lugar y de su amabilidad, de la cena, y de las flores que había traído para decoro de la habitación.

    Se presentó el médico con su impoluta bata blanca...ya ven ustedes, igual son varios los días que no atendemos, que vienen dos al mismo tiempo; nos preguntó si estábamos enfermos, yo negué mi enfermedad mientras mi mujer se quejaba de algún que otro lado, lo que hizo por no perder una noche, como aquella, hospitalizados.  Habrá que hacer algunas pruebas, un análisis de sangre para que con la aguja practicara la enfermera y los del laboratorio, y unos rayos, por quitarle el polvo a los aparatos que tanto dinero habían costado; les diré que se lean las instrucciones para hacer las radiografías. Y como somos de buena educación, dimos el beneplácito, mientras comentaba el médico que con un poco de suerte estrenaríamos el quirófano, que desde que lo hicieron estaba desolado por no ver correr la sangre por su suelo y sus paredes, ni oír el acompasado ritmo cardíaco en aquella inmaculada pantalla de quebradas rayas a colores que aparecían planas y sin encanto.

     Y mientras sometían a mi mujer a las pruebas solicitas y tras recibir la noticia de la enfermera de que todo iba bien, yo me dedique a contemplar por la ventana el patio..., allí estaban los enfermos, arropados en sus camas, de sus familiares acompañados, hablando de la calor y de sus estragos, hasta que uno que en la ventana me vio, preguntó como era qué yo tenía habitación estando como estaba el hospital saturado de enfermos; me levanté de hombros y separé mi vista del patio.

    Le pregunté a la enfermera, a la que fui a ver en la enfermería de la planta, y donde la encontré frente al televisor y con el mando en su mano.... política sanitaria, me respondió, si les damos habitación, se quedan, pero si los mandamos al patio, duran poco y gastan poco. Ustedes son diferentes, están sanos, no plantean problemas médicos y, además, están deseando volver a sus casas una vez saben que no están enfermos.

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