sábado, 25 de noviembre de 2023

07892-141.LIBROS: 24.Contribución a Así habló Zaratustra de Nietzsche: 06.Otros conceptos de Hombre: 03.El Hombre de la Plaza Pública

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07885 (23.11.2023 - 23.Contribución a Así habló Zaratustra 
                                       de Nietzsche
                                  05.Otros conceptos de Hombre
                                  02.El Hombre de la Plaza Pública)

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07901 (28.11.2023 - 25.Contribución a Así habló Zaratustra 
                                       de Nietzsche
                                  07.Otros conceptos de Hombre
                                  04.El Hombre de la Plaza Pública)


       El Hombre de la Plaza es el elemento esencial de un caldo de cultivo que remueven Otros Hombres, los cuales desprecian a Zaratustra porque sus enseñanzas depositan en ese caldo los conceptos de grandeza. Ese caldo contiene las ideas que permiten al Hombre Superior dominar al populacho, y la idea básica es el amor. En esto encontramos que el amor al prójimo es el desamor propio, de forma que en la Plaza Pública se impone la virtud de amar a otro para huir de uno mismo, ya que las gentes de la plaza no se soportan a sí mismas, no se aman a sí mismas, pues amar a otro es estar dispuesto a morir por otro, y en ese morir se está solo, y no hay mayor error en la soledad que el amor. Así, solo se debe de amar al Superhombre, es decir a sí mismo.

      En esto encontramos la similitud con Stirner, solo el amor a uno mismo hace que uno mismo sea propietario de sí mismo, lo cual no significa el abandono de los demás, sino una vida en común dentro de una asociación. 

      Para lograr ese tránsito en la cuerda sobre el abismo que convierte al Hombre en Superhombre, el mal debe de triunfar en uno mismo; "el hombre debe llegar a hacerse malo”, y solo de tal modo llegará a su condición de Superhombre.

      Ahora bien, en la plaza pública solo hay ruido, nadie escucha a Zaratustra porque los oídos, que no son los de Zaratustra, solo atienden al estruendo y estridencia de los histriones y las moscas. Y en plaza pública yace el Estado.

      Los pueblos han muerto; "Yo, el estado, soy el pueblo", y todo cuanto dice el Estado es mentira, y todo cuanto posee el Estado es robado, y si quieres que el Estado te de algo es preciso antes adorarlo, de modo que para el Estado es el Hombre un ser superfluo cuya función es estar y ser para el Estado, lo que hace del Estado un ídolo ante el cual postrarse.  

     Cómodo Centón, en este punto, nos refiere que la negación del Estado, conforme expresada por Nietzsche en el ámbito del Superhombre, y descrita por Stirner en El Único, sigue siendo, cien años después de la muerte de Nietzsche, una afirmación en cuanto MÁQUINA CORONADA; la soberanía, dice Cómodo Centón, que fue puesta sobre el pueblo y luego robada al pueblo, se encuentra sobre la testa de la Máquina, de ahí que a la máquina basta con obedecerla, pues la Máquina es Dios, y Dios, que fue apiolado por Nietzsche, ha sobrevivido a Zaratustra, de manera que Dios, no estando muerto, ha muerto a manos de la Máquina.

     Nos dice Zaratustra que el Estado es un perro hipócrita al que le gusta hablar por medio de humaredas y aullidos; quiere ser el animal más importante de la tierra, y todo el mundo cree que lo es. 

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