domingo, 15 de abril de 2012

00988-06.AGUAS ALTAS Y BARAÑES: 01.Del Comercio en Alicante

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     El padre Miguel deciase ser un Arnau. Apenas su altura lo permitió y antes que su inteligencia se despertase fue llevado a la casa del Señor de Ares, donde compartió los primeros juegos con Diego, hijo de Don Vicente Francisco Bosch y Bosch, fundador del mayorazgo del Bosch. Las penurias de la casa de Los Arnau y los graves y beneficiosos servicios que Miguel realizó en la vida de Don Diego, puso en el olvido de todos la existencia de aquel niño, que resultó de inteeligencia , práctico en letraas y números. Quédole, por testamento, a la muerte de su señor, una pequeña suma de dinero y la libertad del servicio que debía y por el que tan obligado se sentía; con los dineros y con la autorización de Doña Ana María abandonó la casa de Ares, instalándose por su cuenta al amparo de sus antiguos señores, creciendo en importancia y volumen sus negocios, hasta el extremo de emparentar, por matrimonio, con la Casa de Basset. Viajó a Provenza, Bretaña y Holanda, estuvo en Génova, Venecia y Livorno, regresando por Madrid al cabo de casi tres años de andaduras; contó, a su regreso, que Cartagena, notoria por ser la más excelsa base naval de la armada, sitúabase al sur, quedando al norte Valencia, del reino capital como única notoriedad; entreambas Alicante, su producción y su puerto superaba en todo el mediterráneo cualquier índice comercial, reputándose tras Cadiz-Sevilla como la de mayor índice comercial de todos los reinos de las Españas. Comenzó su actividad comercial recibiendo a comisión los productos de unos lugares que fletaba a otros, especializando parte de su actividad en el intercambio de productos con Marsella, embarcando para la Europa grandes cantidades de almendra, anís y sosa, remitiendo para Castilla y Las Indias, vía Cadiz, los productos franceses.

- Alicante, caballeros, respira porque para fortuna de esta ciudad el mediterráneo la alivia de la rapiña valenciana y castellana. Estamos rodeados, sin duda, del poder que mirándonos con indiferencia no quiere perdernos de vista. Más, ante esta sujeción, no levantamos replicato alguno, quedamos con el resabio al que estamos hechos y sufragamos todo al entendimiento político de una ciudad que nos ignora y una tierra que repercute en nuestra bolsa. Todos sabemos, caballeros, que Alicante no es centro financiero, ni político, ni es capital de reino, cuando la tenemos por primera en trasiego de riqueza, aquí vienen, de aquí no se van.

     Miguel, que atendía a estas disertaciones de los hombres cuando se reunían, aferrábase de esta deyección entre los allegados a las pláticas, huyendo progresivamente de ellas, escudándose en asuntos por resolver; convirtió toda su actividad en un mero intercambio de productos con alternancia de saldos positivos o negativos, de ahí que diera a su actividad un nuevo rumbo; compraba mercancías que almacenaba y al punto y lugar adecuados ponía en venta, no sin mengua, en ocasiones, del líquido que el gran almacenaje le imponía. Al cabo del sol en el horizonte, pagaba diariamente a los hombres que le trabajaban, momento que aprovechaba para citarlos al día siguiente, pagándose así mismo como a los otros; de esta manera, pensaba, no abonaba su vida en apegos innecesarios, ni se imponía superfluos deberes para con aquellos cuya exacta obligación era trabajar para él y cobrar para sí. Ahora bien, siempre llamaba a los mismos hombres al clarear el día que despidiera al crepúsculo de la tarde anterior, instándoles a que aquel trabajo debía ser el fundamento de su existencia y la razón de su nacimiento, de modo que no permitía que les quedasen fuerzas para prodigarse en otras tareas ajenas a su empresa que, sin duda, les proporcionarían remanentes de dinero y la tentación de evadir la labor.

     Una de aquellas tardes en el discretorio que se levanta junto al almacén dijo lo que pensaba:

- Hay para quién bien quiera ver una disyunción de la cual hemos de partir: sin duda todos conocemos la grandeza y prosperidad de las compañías extranjeras y la languidez y miseria de los esfuerzos mercantiles españoles, no haciendo nada para evitar lo diverso de esta realidad, y aún menos esforzarnos nuestras cualidades tan siquiera por cruzar la pontana que ha de llevarnos al buen quehacer. En Europa, mis buenos amigos, se unen los caudales y sobre ellos, ahora uno, trabajan los hombres unidos, mientras que aquí, en esta tierra, los dineros ganados vanse a parar ajenos a la riqueza, pues son gastos suntuarios, ególatra y vergonzosos para la inteligencia del hombre; los pocos esfuerzos individuales que vemos solo permiten granjerías aisladas, que si tienen mérito no dejan de ser específicos logros de la fortuna y, en general, en aquellos aspectos no contemplados por el interés europeo. Es, os lo aseguro, necesario que una compañía de comercio, con una flota mercante y una armada propia, acceda al intercambio con Las Indias, de tal situación que se acabe con el monopolio sevillano, abriéndose a todos lo puertos y en todas direcciones la vía mercantil, con la aquiescencia y participación de todos los pueblos de España en esta común bolsa.

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