lunes, 4 de agosto de 2014

01929-23.FIESTAS: Huele Jijona

DOCUMENTO ANTERIOR:  01114

DOCUMENTO POSTERIOR: 02170 (06.02.2015)


        -I-

Huele a masa ocre,
sobre zinc extendida,
por la mañana, huele
a sobrenatural cocida
y a molienda expandida
en anchos morteros,
huele a manos recias
machacando la mezcla,
huele a esas perolas
de fuego de carbón,
a remo removiendo
la masa, y huele
tostada la almendra
con el sol apenas
en alza, huele a miel,
a las abejas robada,
mezclada con azúcares
al alba, huele a noche
terminada, a silencio
de calles vacías donde
todo lo lento habla,
esparciéndose frágil
por el interior frío
de las muchas fábricas,
a clara de huevo huele,
al mazo que sube y baja,
huele Jijona a otoño,
desde el castillo al río,
el aire que entra, huele,
por el balcón de Regina,
mi abuela la muy callada.


        -II-

Huele a café recién hecho
del bar Avenida entre
los hombres y las máquinas,
sobre las mesas huele,
y huele entre las mujeres
que envuelven peladillas,
pastelitos de gloria,
huele a turrón de yema,
dulces de amor y vida,
mientras en las oficinas
huele, a muebles de madera,
a papel y a tinta, pero…
también en los zaguanes
de las casas huele,
sobre mesas redondas
de piedra y sentadas
las mujeres en esas
bajas sillas de esparto,
repiquetean los hierros
y rompen las cáscaras,
naciendo las pepitas
que a Jijona ya huelen,
lebrillos y capazos,
fruto y piel desechada,
quedando las yemas
de los dedos marcadas.


        -III-

Y mientras Jijona huele,
yo huelo, desde el balcón
de mi tía Regina, al otro
lado de la plaza, como llega
aquel muerto en su caja.
Asombrado yo lo veo venir,
cortejo de sensaciones
entrecortadas, mientras
cose mi tía Regina sentada
en silla baja de paja,
con mis ventanales abiertos
entre dos varales, desde
el balcón que vigila
mi callada abuela Regina
para que yo no me caiga,
por el camino de Alicante
a la procesión de negras
lágrimas, deteniéndose
bajo ese balcón por donde
toda Jijona siempre pasa
como punto de encuentro,
donde llantos apagados
se mezclan con el rugir
de los morteros bravos,
y todo pasa entre el olor
de la ocre masa y el dormir
del muerto en su eterna,
reluciente y pulcra caja.


        -IV-

Como huele Jijona apenas
se levanta la mañana,
dorada y perfumada,
al calor de la cocción
del turrón y el frío
del muerto en su caja.
Y yo que todo lo miro,
que todo lo huelo,
no acierto a comprender
a que huele en Jijona,
a quién llevan alzado
en esa caja que se para,
ni se por qué huele
Jijona, ni a quién
han castigo a morirse
en esa caja, que se
llevan por el camino
de Alcoy, a un lugar
que cinisterio llaman.


        -V-

Pero hoy que he vuelto
a Jijona por la mañana,
es otoño en obradores,
lo es en los zaguanes,
no truenan los morteros
ni tienen las mujeres
las yemas de los dedos
marcadas, y nada huele,
ni está mi abuela,
ni sobre la blanca tela
que guarda el bastidor
se aplica bordado alguno,
ni por las calles pasea
triunfante el muerto
callado y despidiéndose,
hoy he percibido que era
esa olor ocre de aquella
mañana a la que mutis se
llevaban al cinisterio,
aquella lejana mañana.




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