lunes, 18 de agosto de 2014

01946-29.EL VIAJERO MADURO: 02.La Serranía Norte de Guadalajara 02.Los Pueblos Negros o Transierra

DOCUMENTO ANTERIOR: 01934

DOCUMENTO POSTERIOR:  01949

      Tras el zumo de naranja, el café, la tostada, queso y una tarta de Carol, salimos hacia Tamajón con el sol cálido de la mañana, mientras unas suaves nubes toman asiento sobre el azul. Desde Campillo de Ranas rehacemos hacia el sur, de forma que antes de entrar en Tamajón, y a la izquierda tomamos la calzada que nos lleva a Almiruete; ya en esta vía y tras recorrer pocos kilómetros, a la derecha, sale el camino que nos lleva al PANTANO DEL RÍO SORBE, más una valla corta el camino y allí nos detiene, renaciendo en nosotros esa ridícula idea que tiene el Hombre de impedir que las cosas sean vistas. La zona que recorremos es una ribera entre los ríos Jarama y Sorbe, y en cierto sentido en un campo intermedio entre la campiña al sur y las sierras al norte. ALMIRUETE está en un alto, a las faldas del Monte Cabeza, sus calles resultan ser pendientes y se estructura en dos barrios separados por el Arroyo de Fraguas, dispone de acequias y abundante agua, con tres fuentes, iglesia y ermita.

     Retornando a la carretera el paisaje se va poblando de arboledas donde estacan los pinares y los sabinares, entre tomillo y jara, álamos negros, encinas y madroños mientras subimos hacia PALANCARES que, como Almiruete, es un barrio de Tamajón. Una mujer de unos ochenta años se queja del abandono que padece Palancares a manos del alcalde de Tamajón, porque la dicha autoridad solo sube a las montañas cuando al regidor no le queda más remedio, que es poco y con acertada desgana. Da la sensación que Palancares esté abandonado; no hay tienda alguna ni bar donde refrescarse, y cada tantos días se acercan por el lugar unos camiones que venden carne, verduras, pan, y pocas cosas más. Nos hemos sentado en una especie de bancada que rodea al olmo muerto que se ubica frente a la iglesia, dando lugar a una especie de pequeña plaza de forma bastante irregular, pasa un gato y dos hombres de mediana edad que están arreglando una de las casas, que son de pizarra negra. Pero lo más interesante de Palancares es su Bosque de Robles, tupido, silencioso y hermoso, y que se nos antoja más pequeño que grande, situado a la entrada al pueblo desde Almuriete. Al conjunto de todas las tierras que vemos se les llama Tierras Muertas y tiene tratamiento de parque natural. Desde la carretera se pueden desprendimientos del terreno, que se asemejan a torcas, y que nos enseñan el color rojo de la tierra bajo el verde de su superficie.

        Con esto hemos alcanzado cotas de nivel superiores a los 1.200 metros sobre Alicante, todo se presenta verde entre bosques y campos. Las vistas se suceden, aumentan las curvas y subimos tan suavemente que nos parece no subir, de forma que se puede detener la vista en amplias extensiones de pinos, suaves cotas y olores limpios. Todo el camino es presidido por el Ocejón, indiscutible catedral de aquellos parajes, al que contemplamos en su cara oriental que parece ser la misma que la occidental, y pocos kilómetros más de camino entramos en ZARZUELA DE GALVE, situada sobre una cota superior, por la pequeña plaza donde está la iglesia y una fuente, y desde donde arranca una calle en mal estado que sube al resto de la pequeña pedania; de nuevo la pizarra lo inunda todo. A corta distancia se sitúa VALVERDE LOS ARROYOS, situado al pie del Ocejón, que es el pueblo que tiene un aire más mundano, más turístico y más alborotado. Una plaza amplia y grande para las que presentan los Pueblos Negros se extiende en pendiente. La iglesia, una fuente con su alberca en el, más o menos centro, el ayuntamiento, un centro médico que no siempre está abierto, y una oficina de turismo que no funciona son los edificios que, juntos con otros irregularmente situados, conforma el espacio. Se nota que es un pueblo ampliamente restaurado, y en sus casas podemos ver variopintas flores adornando balcones y ventanas, entre calles amplias e irregulares sometidas al nivel del terrero. Varios son los restaurantes y bares que vemos, así como un aparcamiento en la entrada del pueblo. Desde aquí sale un camino bastante descuidado, de dos kilómetros, que lleva a La Chorrera de Despeñalagua y a su cascada de más de ochenta metros de altura.

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