lunes, 25 de agosto de 2014

01953-32.EL VIAJERO MADURO: Sigüenza (Guadalajara)

DOCUMENTO ANTERIOR: 01951 (22.08.2014)

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       A SIGÜENZA hay que llegar por la CM-1101 para poder contemplar una estampa que se hará eterna en nuestra retina. Tras una  curva a la derecha y una ligera pendiente, podemos dejar el coche en una pequeña explanada. Vemos a nuestra derecha, sobre una colina, el castillo dominando, orgulloso, todo el orbe circundante, el sobrio ocre de los campos rasgados por blancos caminos y punteado por verdes arboledas que le dan un aire de meseta ondulante. Es agosto, huele a seco, y luce el sol  con sus rayos azules. A la izquierda, colina abajo, una columna de casas blancas con tocados, entre rojizos y rosas, forman militarmente, como esperando órdenes de la atalaya para la defensa de la plaza. Calculamos a bote pronto quince metros para el lienzo, veinte para las torres, que vemos cuatro, y dos más allá por el horizonte; no sabemos si es un castillo que defendía una tierra o es un palacio fortificado que defendía a su señor, pero desde el punto que ocupamos nos sabe la foto que contemplamos a una maravilla de la estética hacía la cual ya queremos estar caminando.

       Entramos por una calle ancha, a la derecha, por si caemos enfermos, la Seguridad Social nos esta esperando, y dos gasolineras se ubican en el margen izquierda de la carretera por si sufre nuestro coche de sed y tenemos que alimentarlo. A la derecha el barrio de Santa María Alto, a la izquierda Prado de San Pedro, y apenas nos topamos con los muros del Palacio Episcopal subimos por la Bajada de San Jerónimo por aquello de ir al contrario; aquí está, en el número doce, la CASONA DE LUCIA, donde MANOLO nos recibe para ubicarnos en la Puerta del Sol, una alcoba espaciosa y deliciosa, sencilla y cómoda, con un balcón que da a la calle.

      Por el Arco del Portal Mayor, segundo amurallado del siglo XIV, entramos en Sigüenza, y ya dentro, si nos volvemos, veremos a la Virgen de La Victoria cobijada en una hornacina, y ya vueltos veremos a nuestra derecha una casa, que se vende, en cuya fachada y en rojo reza lo que sigue...
      "desde el siglo XVI
        como palacio el portal conocí
        como universidad al saber serví
        como convento a Dios rogué por tí"

      La calle Portal Mayor enlaza con el castillo y, colina abajo, por la calle de Los Herreros llega al Arco de la Travesía Baja, y por la Traveseña Baja a la Puerta del Sol que enlaza muralla arriba con el Castillo, siendo todo lo cual vía del primer amurallado de Sigüenza, pero si seguimos monte arriba nos encontremos con la Puerta de Hierro, con dos torres, derruida la de la izquierda y que una vez se traspasa guarda la imagen de la Inmaculada; aquí se cobraban los fielatos. Desde aquí llegamos a la Plazuela de la Cárcel, el más amplio espacio y que sirvió de mercado en el siglo XV, cárcel, granero y ayuntamiento. Entonces nos damos cuenta que Sigüenza es silencio y que cuatro calles suben desde la Traveseña Baja a la Traveseña Alta, y desde aquí a la Plaza del Castillo, mientras permanecemos sentados en un banco corrido de piedra. Hay un restaurante cerrado y nadie en la plaza. Seguimos por la Traveseña Alta hasta llegar a la Iglesia de San Vicente, que está cerrada, por lo que no podemos ver su interior ni, en especial, al Cristo protogótico del siglo XIII que habita en su interior, la fachada, sin embargo, nos sabe a románico pues en ella vemos tres archivoltas descansando sobre jambas y una puerta única, con una sobria torre a nuestra izquierda. Si nos volvemos ciento ochenta grados veremos una pequeña plaza, donde un hombre da cierre a una espléndida casa y nos dice "buenas tardes" cuando a nuestro lado pasa, y casí por milagro damos con la Casa del Doncel que, por cierto, también está cerrada, que se muestra gótica y nos dice un seguntino, que pasa, que el encargado es aquel que se marcha tras cerrar la esplendida casa y decirnos "buenas tardes", y añade que es mudéjar por dentro la casa de Martín El Doncel... ¡cosas que pasan!. El edifico se ubica en una esquina de la plaza, con puerta de arco de medio punto, una segunda planta con una pequeña ventana a un lado y otra en el centro, a la que le sigue en la tercera planta otra ventana centrada, para terminar en un almenado, mientras rompe la fachada una casa blanca; ¡mucho nos da que ha sufrido de infortunios la casa a manos de ignorantes!. Se completa la Plaza del Doncel con una fuente seca de tres caras, de cuyas bocas salen caños y, en lo alto, un escudo partido con un castillo y un ave sobre uin palo.

      Tenemos sed; un bar cerrado en la calle Arcedianos nos deja con la sed en los labios, y mientras bajamos por la calle Villegas nos damos cuenta de cuanto abandono tiene Sigüenza de sus casas; las hay que se venden mientras apenas sus muros las sostienen, las hay que duermen en sus solares, y las hay que apenas unos maltrechos muros recuerdan que allí hubo una casa habitada. Da cierta pena y una sombría sensación se nos mete en el cuerpo contemplando a "la soledad" como reina.

     Con esto llegamos al Museo Diocesano o Casa de Los Barrera, neoclásico del XVI, que conserva en su esquina un enorme escudo color piedra que contrasta significativamente con el color sonrosado que hoy tiene. Contemplamos la Catedral pero antes nos sentamos en el Atrio, un bar que está abierto, y donde la sed de nosotros separamos. La Catedral se inició en el siglo XIII y termino en el siglo XVIII, de ahí que contenga románico en sus estructuras de base y gótico en las alturas, así como ornamentaciones en estilos posteriores, dando una impresión externa de fortaleza y de templo en su interior, de manera que fue el espacio ocupado por la catedral ampliado al segundo amurallado de Sigüenza. Hubo suerte en la catedral pues pudimos asistir a una magnifica visita guiada dentro de un estremecedor silencio.

    La Plaza Mayor es amplia y ligeramente en pendiente extendida, donde vemos la Puerta del Toril, y arranca la calle Mayor que conserva aire de calle principal pero como olvidada en estos tiempos. Dos tiendas para turistas vemos y en varios restaurantes consultamos la carta de precios hasta que nos decantamos, porque por alguno hay que hacerlo, por la Taberna Seguntina, donde unas migas inolvidables y un cabrito asado llenan el vino. Luego el Castillo o Palacio-Fortaleza, parador de turismo, que contemplamos desde fuera.

      Hay, además de lo descrito, una Sigüenza nueva y pequeña extendida por la Alameda y que se detiene en el río Henares, donde los seguntinos hacen la vida mientras tienen olvidada a la Sigüenza  histórica que, brevemente, hemos descrito en un día de visita. Sin embargo no queremos dejar de hablar del desayuno de Angelines en la Casona de Lucia, que fue la casa de sus padres, y donde hemos probado una suprema mermelada de higos que no sabemos si volveremos a engullir por el resto de nuestras vidas.

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