jueves, 21 de agosto de 2014

01949-30.EL VIAJERO MADURO:03.La Serrania Norte de Guadalajara: 01.Entre Tejera Negra y la Sierra de Ayllón

DOCUMENTO ANTERIOR: 01946

DOCUMENTO POSTERIOR: 01951

       La SIERRA NORTE DE GUADALAJARA es un parque natural con 35 municipios y 1.300 kilómetros cuadrados. Al norte se dispone de la Sierra de Perla, al Oeste se encuentra la Sierra de Ayllón, al este se sitúa la Sierra del Alto del Rey y Sierra Gorda, y al sur la Campiña de Guadalajara. Contiene el Parque Natural del Hayedo de Tejera Negra al norte, la Reserva Nacional de Sonsaz y el Macizo del Pico del Lobo al oeste, y la Reserva del Río Pelagillas al este, así como los ríos Jaramilla, Jarama, Sorbe y Bornova con sus afluentes. 

     Hoy nuestro viaje se inicia en Valverde de los Arroyos (ver documento 01946 de este índice). La carretera zigzaguea hacía al "este", cruzamos el río Sorbe y llegamos a UMBRALEJO, pedanía de La Huerce, entre montañas; el lugar fue expropiado y posteriormente reconstruido, tiene uso para campamentos de verano con todas sus dependencias. Seguimos hacia LA HUERCE, ya a 1.400 metros sobre Alicante. que aunque mantiene la arquitectura negra de la zona, no aporta realmente nada nuevo a lo que ya hemos visto; regueras y arroyos, robledales y estepa, desde donde se ve la cara este del Pico Ocejón. Y seguimos subiendo por una carretera en absoluta soledad, ya en la Sierra del Alto del Rey, hasta alcanzar una altura de 1.568 metros sobre Alicante en el Alto del Campanario, donde la multitud de árboles no nos dejan ver ni el bosque ni monte alguno que pueda situarnos en la ruta; estamos solos y decidimos caminar un poco hacía ningún sitio, ya que todo en aquel cerrado entorno parece conducir a la nada. La CM-1006 nos traslada, una vez dejamos las arboladas, por una interminable recta a GALVE DEL SORBE, donde parece que hay vida humana. Galve se sitúa en medio de la nada, y debió de servir para dominar, desde su castillo, todo la amplia estepa que circunda sus alrededores. El castillo es de propiedad privada, avanza en ruinas y queda situado en un pequeño montículo, pero nos llama la atención la Torre del Homenaje por su tamaño en superficie de base y altura. 

      Seguimos bajo un sol de justicia hacía CANTALOJAS, al que le dedicamos un paseo que no aporta nada a nuestro itinerario, de modo que decidimos buscar el cauce del RÍO LILLAS y transitar hacia el Hayedo de Tejera Negra. Es una carretera prácticamente recta, que en un determinado momento sitúa una barrera y una caseta de información; al ser agosto la caseta está vacía y la barrera levantada. Pasamos solos, porque estamos radicalmente solos, ya que nadie visita Tejeda Negra en verano. Hacen falta algunos kilómetros para situarse a la vereda del Río Lillas y cruzar de la margen izquierda a la derecha mediante un feo puente que desconoce las balaustradas laterales. Apenas dos o tres metros de ancho tiene el cauce, el cual transita por campo abierto pero se va angostando poco a poco entre pequeñas colinas que se pueblan lentamente de árboles. La carretera sube por la pendiente, el río cursa al contrario poco poco y cada vez más abajo hasta que una panorámico del valle se extiende ante nuestros ojos. Un estrecho valle de apenas cincuenta metros sigue la deriva del agua; color ocre junto al cauce que tiende al verde y enlaza con las, de momento, laderas deshabitadas, y sin que podamos casi darnos cuenta, se estrecha el valle y se expanden las colinas que parecen crecer conforme avanzamos, en soledad, por la carretera. Paramos, ahora podemos contemplar allá, al fondo y a lo bajo una explanada, y observamos que algo, lentamente, se mueve. A partir de un determinado alto, cae la pendiente y en pocos minutos la explanada es ahora un aparcamiento de coches, siendo lo que se mueve vacas cornudas de variados colores que pastan junto al agua y llenan la extensión que circunda al río. Caminamos; las hayas se agrupan en formaciones militares, dejando entre ellas claros pastizales por donde los animales llevan sus cabezas a la tierra. Estamos solos, el sol ya se retrae y el cielo se va llenando de un azul fuerte; nos miran, indiferentes, las bestias cornudas que, lentamente, se van concentrado en lo más bajo del valle, junto al Lillas en aquella tarde. 

      Hay que volver; tendrá que esperar el hayedo a que volvamos en tiempos más propicios para caminar entre las hayas y el cauce de agua. Antes de llegar a Galve de Sorbe, giramos hacia Villacadima y en cuanto podemos tomamos SG-145 hacia Riaza, pero antes subimos a la ERMITA DE HONTANARES, que está a 1.500 metros para visitar a Nuestra Señora. Después de dos kilómetros de robles en una entretenida carretera llegamos al prado que contiene al santuario, que conforma la iglesia, la hospedería, y la casa del santero, hoy bar de comidas; bancos y mesas de madera sirven a los romeros, y en su parte más alta la ermita del siglo XVII desde donde el espectáculo es para la comarca nordeste de Segovia. Dos kilómetros más arriba esta el Mirador de Piedrasllanas, y desde el pinar que adorna al santuario sale un camino que llega a la Fuente de las Tres Gotas.

       Se hace tarde, debemos de llegar a Riaza, seguir por la SG-112 subir al COLLADO DE LA QUESERA; encontramos gentes paseando por los primeros kilómetros de ésta ruta que se vuelve tortuosa a partir de Riofrio de Riaza a la par que arbolada, sencilla y agradable. Paramos en La Quesera, allí se despide Segovia y se presenta Guadalajara, estamos a 1.737 metros sobre Alicante, y respiramos losa aires confundidos de dos paisajes tan distintos como distantes. Simplemente ya no hay nada, y cuarenta kilómetros de soledad nos esperan mientras la tarde avanza, y el sol que embellece a Segovia, cubre de tinieblas la tierra de Guadalajara. La SIERRA DE AYLLÓN manda, y cómo manda; ahora hay que bajar, bajar hasta los parajes donde el río Jaramillo nace a la vida, pero su nacer no nos es factible verlo, pues esta encañonado entre rocas y vegetación intransitable. Poco a poco baja la carretera hacia la Reserva Nacional de Caza de  Sonsaz en su parte norteña; parece que las angosturas nos quieran tragar entre un interminable y continuo bosque de chaparros, robles y pinos silvestres, hasta que llegamos a un desfiladero donde la carretera corre al pairo del río Jaramilla. Podemos entonces admirar, en su magnifica manifestación, una naturaleza recubierta de vida donde todo huele a silencio. Hay que parar, dejar que el tiempo pase, someterse a la abstracción del espacio en aquel cañón en el solo el río Jaramilla fluye y la carretera le sigue, ambos entre paredes de piedra coronadas por puntas de piedras inestables, apenas esperando que un viento vehemente ponga final a su altura y con el agua se encuentre.

      Desde el cañón sube de nuevo la carretera buscando las alturas que poco antes perdiera, y a medida que avanza pasa la tarde a la noche, y vemos a la derecha las escasas luces de Peñalbe de la Sierra y al Pico del Lobo cerrando el horizonte. Alcanzamos una pequeña casa, de apenas unos metros cuadrados, en un llano de aquella, nos parece, inmensa sierra; la rodeamos, solo tiene una habitación, ¿quién pudo dormir en aquella altura mientras el Jaramilla pasa por debajo?. Tropieza a lo lejos un blanco cielo, vemos, mientras sobre nosotros avanza silenciosa la oscuridad; tenemos que bajar, entre aquellas montañas al llano, y sabemos que hay una carretera porque las luces del coche nos enseñan entre dos flancos que hay un camino de asfalto. Así, con la inquietud viajando, llegamos a Majaelrayo.

      MAJAELRAYO nos recibe cuando su único bar abierto se dispone a ser cerrado; nos dan algunas sobras del día, algo de beber, y ya hemos cenado; tiene ayuntamiento, restaurante, una plaza con su fuente, una iglesia, y un sin fin de casas que se caen... pero paseamos y es agradable. Las casas presentan corrales y patios donde se ubica la puerta de entrada, de dos plantas aveces, con balcones algunas de ellas, y en ocasiones sobre la misma entrada, lo que resulta entre curioso y extraño.


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