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07127 (17.09.2022 - Arcadio)
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-I-
María, aquel atardecer, miró hacia el cielo; una madrugadora estrella estaba posicionada. Dicho lucero sonrió a María entre dos haces de luz, más, aquel gesto disgustó, sin saber por qué, a María.
Mutado el atardecer en noche, aquella estrella extendió tras de sí una cabellera; María observó aquel perenne resplandor, más cercano, y aquel gesto disgustó, sin saber por qué, a María.
Más allá de María, por aquel extenso campo que es el espacio, Arturo caminaba, en sus causas imbuido, por una de las sendas, que como heridas abiertas, recorrían la Tierra.
Y el disgusto interior de María se tornó una realidad posible; aquella cometa sus ojos había puesto en la andadura de Arturo, fijando en el hombre su final destino.
Corrió tras Arturo; sus cabellos rizando al leve viento. Tenía María que salvar a Arturo de aquella irrealidad andante que recorría los cielos. ¡Le llamó!; no contestó Arturo. Y al doblar de una roca, María pudo contemplar la figura, más lejana, de Arturo. ¡Le llamó!
No contestó Arturo.
Fatigada, se detuvo; avanzaba el cometa por el cielo. ¿Qué tenía aquel astro contra Arturo?
Tenía que avisarle de una muerte construida en el cielo; tenía que alcanzarle; tenía que salvar a Arturo de aquel fin nocturno que acechaba, sin remordimiento alguno, a Arturo. Tenía..., más su fuerza no pudo.
-II-
-Pudo usted salvarle
-Lo intenté -respondió María-
-Se detuvo usted a descansar, su espalda, sobre la roca
-No fue descansar; no podía
-Prefirió usted recuperarse a sí misma antes que salvar a Arturo
-No fue así; no podía -insistió María-
- Miente, María. No hizo usted lo suficiente, lo necesario, lo que tenía que haber hecho
-¿Qué tenía que haber hecho?
-Morir, si era necesario, para salvar la vida de Arturo; es usted, María, egoísta. Una egoísta sin conciencia de ser egoísta, y prefirió usted salvar su vida. Es usted, María, una asesina
-Fue la estrella quién mató a Arturo
-La estrella no tiene conciencia; no sabe la estrella que al matar a Arturo lo estaba matando; más, usted lo sabía, y en lugar de seguir a Arturo, sobre la roca apoyó su espalda, decidiendo que su descanso estaba por encima de la vida de Arturo. Es usted, María, una asesina.
-No pude hacer otra cosa
-Lo pudo; pudo usted, por amor al prójimo, morir por Arturo, Sin embargo, pudo su egoísmo; Su amor sobre usted pudo, pudo su individualismo, se inhibió usted del valor colectivo, de modo que su humanidad la salvo a usted y condenó a Arturo. Es usted, María, una asesina.
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