sábado, 14 de enero de 2012

00886-26.CINE: 01.La chispa de la vida

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          LA CHISPA DE LA VIDA es una película de Alex de la Iglesia, española, del año 2012, dura 1,50 horas, entre el drama y la comedia. La HISTORIA es el devenir desde la extrema felicidad a la extrema desdicha que se contiene en un día de la vida de un hombre, Roberto, arrastrando en ese transcurrir a la familia y a la sociedad en general. Una segunda lectura podría contenerse en la dualidad que forman la sensatez de Luisa, esposa de Roberto, y la delirante insensatez del resto del mundo.

           Si hay que buscar un error, lo hallamos en el título; no vale "la chispa de la vida", ya que las connotaciones de la frase son evidentes. ALEX DE LA IGLESIA es violencia en estado puro, pero en ésta ocasión esa agresividad que le persigue queda atenuada por ese punto de inflexión que muta la violencia física en violencia mental. Ahora bien, no puede evitarlo, lo vemos en las leves escenas del "mendigo", pero corta aquí, y en esto reside la preciosidad misma de La Chispa de la Vida. Ahora la "agresión" es la busca de empleo, el desprecio de la "secretaria", de los antiguos compañeros de trabajo, del "jefe", todo lo cual pasado por el matiz personal de "Roberto", quién se marcha de la profesión cuando quiere y cuando quiere a ella quiere volver. En paralelo encontramos la "intimidad" del hombre, su rabia, su frustración, el regreso a al éxito, y sobre todo la recuperación de la felicidad dentro de ese mito que es el Hotel Paraíso. Más, el pasado se impone y lo hace por medio de un tiempo desaparecido dos mil años atrás, que fuerza el presente y niega el futuro. La DIRECCIÓN es potente, vigorosa, está en todo presente, y en cierto sentido es la misma película. Perfectamente le acompaña el MONTAJE de Pablo Blanco, que no deja resquicios ni vacíos en la trama, y la MÚSICA que es fuerte, bien atemperada, con un piano, de Joan Valent, estremecido que larga los finales títulos de crédito, dentro del meritorio SONIDO de Alvaro de Iscar.

          El GUIÓN de Randy Feldman se presenta como muy lineal, hasta el extremo de que apenas pasado un tercio de la película es fácilmente adivinable el final de la misma, si bien introduce un momento de confusión con la secuencia final. Los diálogos son rápidos, precisos, y en el fondo determinan la virulencia misma de la historia. La ACTUACIÓN nos presenta el descubrimiento de José Mota, que si bien hace mucho de si mismo, bien cierto es que abre la posibilidad de un actor, sobre todo en los primeros planos y especialmente cuando se aleja de la vena humorística, la cual reprime constantemente y lo cual acrecienta el valor de su trabajo; cabe destacar la secuencia dentro del coche camino de Cartagena, donde se anuncia la presencia de un mal irremediable. Salma Hayek, por medio de Luisa, es la ética como bondad y esperanza, la dulzura inicial cede poco a poco hasta alcanzar la desmedida fuerza que nos ofrece en la secuencia y plano que cierra la película, de modo que lo que José Mota pierde conforme avanza la cinta lo gana ella. En una segunda línea destacar a Fernando Tejero, algo más alejada Blanca Portillo, algo perdida en un papel que, tal vez, no es para ella, y Juan Luis Galiardo haciendo de sí mismo. 

          De nuevo Kiko de la Riva con su FOTOGRAFÍA, en perfecta asociación con la DIRECCIÓN DE ACTORES, muestra planos fijos de notable composición, donde hasta ocho o nueve personajes llenan la pantalla como en una perfecta exposición de familia y sobre los cuales vemos el fondo negro de la noche de Cartagena, donde el tratamiento de CÁMARA adquiere su máxima expresión en el plano fijo, con zoom, de la última secuencia, plano especialmente violento impreso por el cabalgar de la cabeza de Salma Hayek. Abundan los grandes planos, rostros enmarcados por una inquietud pero que no despiertan vida interior, los grandes planos generales donde se quiere destacar la importancia del ambiente social, con movimiento casi circulares, picados que muestran la situación de Roberto (José Mota) atrapado en su propia barbarie, contrapicados que nos posicionan en la desgracia del protagonista, esas miradas del entorno, giros verticales de la visión y fotos fijas de los presentes que muestran la atmósfera de la incertidumbre. En cuanto al RITMO surgen largos y breves, tristezas y emociones, desde la lenta escena inicial en el dormitorio hasta el frenesí en el que queda envuelta la trama, con sus niveles de absurdo y pantomima.

          Alex de la Iglesia gusta o no gusta; he aquí la cuestión. Sin embargo y desde esta página animamos a ver La Chispa de la Vida, porque, y tal vez, nos encontremos ante un cambio en el devenir cinematográfico de éste director.

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