sábado, 21 de enero de 2012

00893-08.NECROLOGÍA: 04.Conferencia del Señor de Las Hoyas

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          La organización futura, la organización anarquista, no será un producto forzado de un plan preconcebido, sino una resultante de los acuerdos parciales de los individuos y de los grupos, según las circunstancias y la capacidad del pueblo en el momento. Una vez puesta la riqueza a disposición de todo el mundo para producir, para cambiar y para consumir, la necesidad de un concierto general se impone por la ley de la naturaleza. La vida general se desenvuelve en virtud de libres acuerdos, lo que constituye la verdadera práctica anarquista. Las asociaciones debidas a la iniciativa privada, como la Cruz Roja y el Salvamento de Náufragos no son otra cosa más que ejemplos de aplicación anarquista. Cada día me entusiasma menos el progreso y me asombra ver esos sonámbulos que viven como sino hubieran de morirse nunca. 

            El pueblo es esclavo de la Iglesia: vive triste, ignorante, hambriento, resignado, cobarde, embrutecido por el dogma  y encadenado por el temor al infierno. Hay que destruir la Iglesia. La tierra es áspera, esquiva, difícil, necesita que el arado la viole con dolor, metiéndole la raja hasta las entrañas, que el pico rasque los altozanos y la pala iguale los desniveles, y el palaustre levante los márgenes por donde han de correr sangrados los torrentes de agua que hoy se derraman estériles en ambos mares, la tierra necesita colonos que penetren en su alma y descubran sus tesoros. Yo quiero la república porque la república será la primera cristalización de la obra revolucionaria. Las hoces no deben emplearse nunca más que en segar mieses; pero es preciso que los que las manejan sepan que sirven también para segar otras cosas. Mientras no se extirpe al cacique, no se habrá hecho la revolución, y seremos menos que una tribu, un conglomerado de siervos. ¡Basta de utopías!. La industrialización del patrio suelo es, ante todo, un gran negocio. ¡Basta de la moral de lo tullidos!. ¿Cantemos al oro!.

          Somos liberales, es decir, nos consideramos libres de toda traba dogmática en el sentido más amplio de ésta palabra. Somos, por consiguiente, accesibles a todas las ideas que tiendan a mejorar la salud moral y material, individual y colectiva de nuestro pueblo. El carácter nos disocia; es incomunicable, incomprensible. Difícilmente varia en la vida de un hombre. Carácter y tradición son, pues, las fuerzas de resistencia. La clase obrera al salir de la abstención en que ha sido criada necesita la instrucción que con el ejemplo la habilite para actuar. de la competencia de unos y otros nace la verdadera democracia. Hacemos la política que en otros tiempos hacían los partidos de la izquierda. Nos lo manda el deber, nos lo mandan nuestras convicciones. Por decreto del poder ejecutivo, cuya firmeza ha sancionado luego el poder legislativo, se ha introducido prácticamente un régimen social nuevo, que descansa en la creencia de que no hay nada en la vida individual que pueda escapar a la vigilancia y a la regulación del Estado. 

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