jueves, 11 de abril de 2013

01392-62.ALICANTE: 05.Año 1489: 05.Cómodo en la Santa Faz

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03578 (29.04.2017 - 06.Año 1489: 06.La Santa Faz: Antecedentes)



Ya, a Cómodo, se lo habían advertido: que hoy DIECISIETE DE MARZO, no es la SANTA FAZ; que este año la Santa Faz, como de costumbre, no es el diecisiete de marzo, que es otro día.

Cómodo mira..., ¿qué sabrán ellos?

La Santa Faz es hoy, diecisiete de marzo. Tal verdad a Cómodo no se le escapaba, y añadía a la tal el convencimiento de que el pueblo alicantino estaría ese diecisiete de marzo en el barranco de Lloixa.

Desayunabase chocolate con churros, comprados aquella mañana, y de brebaje un mistela, cerrando el acompañamiento con un buen vaso de agua fría, que le entibió el excesivo fuego irradiado por el vibrar acelerado de las moléculas que hacían de Cómodo uno. Se miró con distracción. Sobre una silla una estampa, en la estampa la efigie objeto de veneración, la que saliera huyendo primero de Jerusalén y después de Constantinopla, en constante y latente peregrinación, siempre en fuga de enemigos infieles, evadida antes de caer en prisiones, escurriendo el bulto a todo ser del infierno y eclipsándose por el enramado de mil caminos, llegó a manos de Su Santidad de manos de los herederos de Constantino Paleólogo, quién para calmar las iras de Dios en la ciudad de Venecia se lo entrega a un Príncipe de la Iglesia; pero si bien la efigie no calmó el ánimo de los venecianos, no es menos cierto que tales ciudadanos no debieron confiar en ella, por lo que el paño fue a parar a las oscuridades del olvido, hasta que de manos del prelado antedicho mosén Pedro Mena lo trajo a San Juan en un arcón guardado y debidamente plegado.

Al abrir la pieza el lienzo de la efigie hallábase desplegado, "el viaje que lo había revuelto" pensó mosén Pedro Mena; lo dobló y guardó. Por segunda vez tuvo el cura de San Juan necesidad de abrir el arca, desdoblada la tela allí se encontraba, "que raro" pensó mosén Pedro Mena; la dobló y guardó. Una vez más hubo de abrir el cofre el cura..., el paño estaba desdoblado; "¡milagro!" gritó Pedro Mena. La llevó el cura a la iglesia y a la veneración pública de los sanjuaneros puso aquel rostro que decían era de Jesús. Con el tiempo hubo una sequía y el mentado religioso en procesión fidelísima salió por los campos a pedir agua. Y fue al llegar al Lloixa que la imagen saltó en una lágrima que paró su trayectoria en la mejilla; ¡MILAGRO! exclamaron al unisono. Autoridades y hombres de méritos económicos fueron, del milagro, alertados. Se compuso una salida más pomposa, en día de negras nubes, y en esta segunda llegaron al Convento de Los Ángeles, donde junto a un pino el paño, suspendido en el aire, dos veces aparecía, hallándose de igual modo en el aire el franciscano que portaba en sus manos la tela. ¡MISERICORDIA, SEÑOR! gritaron los presentes, perdieron las nubes su negritud y una benigna lluvia regó los campos y aseguró las cosechas.

Aseose la camisa a cuadros, pantalón de pana y zapatillas de andar largo, completándose la indumentaria de un grueso jersey y un morral. En la dicha bolsa, en armonía, una tortilla de patatas, unos trozos de conejo con tomate, una morcillas, queso, pan y un vino de Pinoso. Con todo lo cual dispusose al camino.

Salió de su casa de la Ancha del Molino yendo hasta el Barranquet, cruzó el Vall y por el Carreó de la Brosa llegó hasta San Nicolás. Ya allí habiánse congregado multitud de alicantinos con el Justicia y los Jurados, que con cañas, a modo de báculos, en las manos, cilicios y gran variedad de instrumentos de mortificación. También los había menos penitentes, entre los que se encontraba Cómodo, que además de hacer la Peregrina en vehículos a motor lo hacían bien provistos de viandas y placeres, cambiando por alegres canciones de moda y cuentos al uso las letanías mayores que reglamentariamente habían sido aprobadas.

Ya en la carretera aprestose Cómodo aquel diecisiete de marzo a recorrer las varias leguas que separaban al santuario de la ciudad. Un comarcano que lo conocía y lo vio pasar tan solo y tan triste le preguntó qué dónde iba..., Cómodo repuso que como era la Santa Faz él iba con atuendo y provisiones adecuados a soslayarse bajo y junto a los almenes y algarrobos. El comarcano, que mucho de calendarios conocía, le hizo saber a Cómodo que no era aquel día la Santa Faz sino otro que vendría..., le mira Cómodo... todos los alicantinos parecían estar contra él, más no hace caso y sigue... hasta que andados un buen montón de pies le llama otro comarcano que le pregunta a dónde iba con aquel atuendo y aquel morral. Cómodo responde inquieto, que como hoy es la Santa Faz, a comerse a la sombra del santuario la mona. Le observa el antes mencionado, hoy no es la Santa Faz, sino otro día que vendrá, éste Cómodo no va bien de la testa. Más sigue nuestro héroe complacido en su verdad, que la Santa Faz es, siempre, un diecisiete de marzo. Recorre una legua más, y un comarcano más, que lo ve pasar, le pregunta que a dónde va..., Cómodo, que es hombre de pocas paciencias, le tiende una mirada de odio, a la Santa Faz..., que hoy no es, que este años cae un día que vendrá. No responde Cómodo a semejante provocación... y larga pasos por delante por evitar la querella con aquel hombre. Traza una legua más, y en tono insultante el comarcano le pregunta y él responde, y le comenta que cómo un ateo como él a la Santa Faz va. Cómodo que, a lo largo de su torpe vida, muchas preguntas estúpidas ha recibido, responde... bien ¿y qué?.

A su vista aparecía el conjunto iglesia-convento; las clarisas. Dominante la torre, de aspecto medieval, con garitas y saeteras; vigilante. La iglesia, prepotente y austera, de fachadas vacías, ornamentación ausente, jerarquizada en tres niveles. Al frente la puerta custodiada por cuatro columnas, sobre zócalos que la sostienen, dos salomónicas, acentuando los intercolumnios el carácter piramidal de las estructuras de poder sociales. Sobre este primer nivel un segundo cuerpo presidido por una gran reja que ilumina el coro, a sus lados dos columnas que, fijas sobre las salomónicas, sostiene el tercer nivel; hojarasca caprichosa, vegetales, arbustos y flores. Ya camino del crucero una pequeña ermita, hoy vacía y ayer con San Francisco dentro. Junto a la iglesia el convento, también de piedra de San Julián como la iglesia, y en ángulo recto más convento, esta vez de mampostería.

Y en la plaza, oblicua, nada.

Nadie.

Y en el caserío ausencia de gentes, ausencia de ruidos, de vendedores, de parroquianos, y ausencia de alicantinos.

Cómodo..., tarde, como viene en él a ser costumbre, una vez más en su vida se ha quedado solo. El tercer sínodo diocesano ha sido esta vez quien le ha vencido, pues fueron ellos los que dispusieron que siendo como era la fecha del DIECISIETE DE MARZO SIEMPRE CUARESMA, y resultando que las gentes acudían en fecha tan memorable entregadas a comidas y diversiones no muy a tono con el recogimiento propio de la cuaresma, se hacía urgente acabar con tales desmedidas manifestaciones de alegría. Es por lo que se ordenó, en contra de los designios de Dios , trasladar la Peregrina al jueves inmediato después de la dominica in albis.

Lamenta Cómodo no poder admirar el noble arte interno de la iglesia, la nave y la bóveda de cañón sobre ella, el escaso crucero y la cúpula, las cuatro capillas laterales y el camarín..., lugar donde dormita el paño que durante tanto tiempo estuvo expuesto a la rapiña de los grandes señores, quienes llevados de su fe, arrancaron durante siglos trocitos de la tela bajo la complaciente mirada de las abadesas, a cambio de las prendas que la vida materialista exige al pensamiento espiritual.

Cómodo, no obstante, ateo, ha cumplido la voluntad de Dios; pues fue esta que el milagro acaeciese un diecisiete de marzo. Y nadie, incluidos los del sínodo, venga a Cómodo a decirle que es cuaresma..., como si Dios, al hacer el milagro, no supiese que tal diecisiete de marzo normalmente caía en cuaresma.

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