miércoles, 17 de abril de 2013

01400-10.APIOLAR: El Espesativo

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DOCUMENTO POSTERIOR: 01485


            Dedicó el día a ordenarse el trabajo. 

     El Coturno lo miró; "no lo cogerás, si piensas que el asesino es el Dueño del Capitol no lo cogerás". Ni tan siquiera lo miró. Aquel hombre estaba convencido de la inutilidad de hacer un zapato para cada pie; era un pobre hombre. Tal vez fuese, meditaba Amancio sentado en el banco de aquella plaza, un asesino muy soso, él cual despertó, sobre las tres y media de la madrugada, sobresaltado por unos sueños que no dejaban a su  conciencia dormir; "¿es bueno lo que hago?", lo que hacia no era bueno, diría que era malo, "es malo", pensaba que no tenia derecho a arrancar de Dios lo que éste había depositado en la tierra. Sin embargo, ¿tenia Dios derecho?, "son mis hijos: yo los creo, yo los destruyo" era el argumento de Dios. Se aproximaban las cuatro horas de aquel día. ¿Qué es necesario para ser un asesino?, ¿qué condiciones se hacen imprescindibles para ser un asesino?, quisiera estar en un tabacal. "A mal dar, tomar tabaco" se dijo así mismo. El Asesino tomó de la caja de cigarros un poco de tabaco cucarachero, que deposito sobre una bandeja. Le dolían los ojos, y desde ese momento la cabeza. "¿Por qué fumo?" se preguntó El Asesino mientras remiraba el molido que, sorbiéndolo por las narices, sintió en su cerebro. Disponía de varios tipos, "de barro" aromatizado con barro oloroso, "de palillos" procedente de tallos y venas, aromatizado con vinagrillo, el "de verdín" sin madurar y sin compostura. Al principio esta forma de administrarse tabaco produciale estornudos y evacuación de serosidad, pero al cabo que llegó a ser tabacoso respiraba mejor, sin tosidos ni líquidos. En este punto despertó en si una especial atención por el mueble-bar, quién le decía "¡ven aquí!". Fue, abrió, replicando con una sonrisa a la propia que un reposado le hacía, pusose un poco en un vaso y lo ingirió de un trago; rechazaba la sal y el limón por ser pura folclórica estupidez. Al cabo de lo hecho, se sintió mejor. "La bebida ha de ser pura". Se sirbió de nuevo su garganta con otro tequila, y un tercero dispuso sobre el vaso. Sin embargo no mucho tardo la soledad de la noche en venirse sobre él y en atormentarlo al través de sus dolidos ojos. Solo cuando consiguió deshacerse de si mismo se durmió teniendo por compañero de lecho a su cuaderno.

     ¿Por qué no me hablas si te mueves?.

     ¿Qué dices?.

          Fluyes hacia arriba por no saberlo hacer hacia abajo,
          tienes el camino invertido y
          vas contra el agua,
          que fluye hacia abajo sin saber hacerlo hacia arriba.

     Cuando despertó Amancio supo que no podría hacerlo solo, por esto fue que cambio de decisión sin que Severo lo tuviese en su conocimiento

- Evelio...
- Desde hoy te necesito
- Oye, el Comisario me dijo ayer...
- Olvídate de lo que dijo, te necesito.
- Tengo esta tarde que relevar a Marta
- Te he dicho que lo olvides. Avisa a Fina, que lo haga ella.
- ¿Fina?. Se ha tomado el día libre

     Amancio no podía..., sintió la impotencia del jefe dominado por las circunstancias mientras era observado con picardia por un subordinado, lo que causaba en Amancio un malestar encubierto por la autorepresión que mostraba ante Evelio. 

- Mañana, a las ocho, te quiero conmigo -dijo con dejadez al paso por una hendedura. Un poco mas tarde se cruzó con la mirada de Severo- Nada -dijo lacónicamente, apenas moviendo los labios, sin que el Comisario le preguntara-

     Se sentía Severo preocupado por aquel que fuera su más aventajado alumno. Los gestos apagados de Amancio le hacían tomar con excesivo calor "el caso Drácula; así lo llamaban desde las páginas de diarios y revistas. Desde la segunda de las muertes Lecant se despachaba diariamente sobre el asunto, haciendo especial notoriedad del despiste de la policía y de la libre circulación de un asesino por las calles de Impala. "Esta era, desde hacía mucho tiempo, una ciudad tranquila, limpia y vigorosa, donde la producción y el ocio reinaban con un poder casi absoluto, hasta que un asesino ataviado de conde se ha metido entre nosotros, haciéndonos cespitar ante sus acciones. Lo cierto es que hace apenas unas semanas nos horrorizábamos con un asesinato que nunca pudimos imaginar. A un muchacho le insertaban una estaca en el pecho y le extraían sangre. El autor ejecutaba su acción en un local público, ante unos asistentes envueltos en las telarañas del conde más terrorífico que conocemos. Lo que aquellos espectadores vivían en su imaginación, acontecía junto a ellos. Sucedía de verdad mientras ellos hallabanse sumergidos en la ficción de la narrativa cinematográfica. Al conocer el suceso nos pareció un cuento, una idea inconcebible cuando aceptamos el hecho. El plan terrorífico por si mismo, resultaba atrayente. Sin duda un plan de ingeniería asesina, un trabajo meticuloso llevado a su expresión más elevada, dicen que un arte oculto. Sin embargo estos pensamientos del intelecto, concebidos como una expresión formal del pensamiento, deben ser desechados. Porque en medio de todo este glosario de grandezas un muchacho era la figura central de un drama que nunca pudimos imaginar. Máxime cuando hoy nos encontramos con un nuevo cadáver consumido por las malignas artes de un asesino del que no sabemos nada. Esta vez ha sido una muchacha, en el mismo espacio, con la misma descabellada técnica. Y si hace unas semanas nos horrorizábamos  ¿qué podemos decir de nuestro sentir de hoy?. No hay palabras". Severo dejo caer, de sus manos, el periódico sobre la mesa de su despacho; "¡ignorantes!".

- El correo...
- Dejalo ahí -ordenó el Comisario-
- Todo es oficial salvo ésta..., -la secretaria extendió el sobre, que la mano de Severo tomo- Viene a su nombre, y la remite El Espesativo... -no sabía la Secretaria quién era- ¡que extraño!

     Severo miró a la mujer, la cual comprendió al punto que debía de desaparecer del lugar. Severo, ya solo, miraba el sobre; ¿qué podía hacer?. "Me encanto, señor Comisario, conocerle"; ¿conocernos? se preguntó Severo, no recordaba haberle conocido. "Le ofrecí un puro y usted me lo rechazó amablemente, ¿por qué? si sé que le gustan los puros; se lo he oído decir". Severo dejo de leer; le había oído y le había ofrecido un puro..., ¿dónde?, y, ¿cuando?, y sabía que fumaba puros. En la boda de..., ¡si!, en la boda se acercó un hombre de mediana edad y le ofreció un puro, y era cierto que Severo se lo había rechazado, pues fumaba uno y guardaba otro en el bolsillo, y lo rechazó porque le pareció un abuso tomar otro a cargo del padrino. ¿Cómo era su cara?, pues no se había fijado en él, ya que en aquel momento conversaba con otro invitado. La cuestión es que apenas le miró; con un listado de invitados lo podrían localizar. Hombre de mediana edad asistente a una fiesta; ¡era fácil de cazar!. Severo continuo con la carta del Espesativo "...cigarro aparte, me resultó usted una persona encantadora. Sin embargo no es este el objeto de esta misiva, con la que quiero empezar recordándole mis intenciones, ya expresadas en mi primera carta, que no es otra que acordar con usted un puro intercambio comercial, que, como ya conoce, se trata de cruzar mi libertad para siempre con su asesino. Yo vi, ya se lo dije, el primero de los asesinatos y, ¡ asómbrese!, he visto el segundo. ¿Qué como ha sido esto?. Por lo que me conviene, pues conociendo al autor de los crímenes, me conviene estar al tanto de sus hechos, obtener fotografías y prendas, de modo que puedo asegurarle que es el mismo hombre, ¿o tal vez mujer?, ¿no ha considerado esta posibilidad, verdad?. Pero, vayamos al asunto. Señor Comisario, soy un delincuente; como bien habrá adivinado. Y lo mas importante, soy un delincuente penado y buscado. Más, también soy una persona que no quiere ir a la cárcel y que, por lo tanto, busca su beneficio y que sabe quien es el asesino, y lo más inquietante de todo: sé que el asesino va a continuar matando. Permítame que se lo identifique y que le aporte pruebas a cambio de mi libertad eterna. Este es el trato. Yo se lo ofrezco por este medio, y usted ha de contestarme. Como es obvio que no puedo darle mis señas, usted se comunicará conmigo por medio de las páginas de Lecant, diario que compro y lee exhaustivamente todos los días. Su primera comunicación consistirá en una aceptación plena de las condiciones, esto al objeto de que podamos dar otro paso. Sé que la decisión es grave; se trata de poner en un plato de la balanza los muertos y en el otro la libertad de un delincuente, del que usted nada conoce. ESPESATIVO"

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