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DOCUMENTO POSTERIOR: 01485
Dedicó el día a ordenarse el trabajo.
El Coturno
lo miró; "no lo cogerás, si piensas que el asesino es el Dueño del Capitol
no lo cogerás". Ni tan siquiera lo miró. Aquel hombre estaba convencido de
la inutilidad de hacer un zapato para cada pie; era un pobre hombre. Tal vez
fuese, meditaba Amancio sentado en el banco de aquella plaza, un asesino muy soso,
él cual despertó, sobre las tres y media de la madrugada, sobresaltado por unos
sueños que no dejaban a su conciencia
dormir; "¿es bueno lo que hago?", lo que hacia no era bueno, diría
que era malo, "es malo", pensaba que no tenia derecho a arrancar de
Dios lo que éste había depositado en la tierra. Sin embargo, ¿tenia Dios
derecho?, "son mis hijos: yo los creo, yo los destruyo" era el
argumento de Dios. Se aproximaban las cuatro horas de aquel día. ¿Qué es
necesario para ser un asesino?, ¿qué condiciones se hacen imprescindibles para
ser un asesino?, quisiera estar en un tabacal. "A mal dar, tomar
tabaco" se dijo así mismo. El Asesino tomó de la caja de cigarros un poco
de tabaco cucarachero, que deposito sobre una bandeja. Le dolían los ojos, y desde
ese momento la cabeza. "¿Por qué fumo?" se preguntó El Asesino
mientras remiraba el molido que, sorbiéndolo por las narices, sintió en su
cerebro. Disponía de varios tipos, "de barro" aromatizado con barro
oloroso, "de palillos" procedente de tallos y venas, aromatizado con
vinagrillo, el "de verdín" sin madurar y sin compostura. Al principio
esta forma de administrarse tabaco produciale estornudos y evacuación de
serosidad, pero al cabo que llegó a ser tabacoso respiraba mejor, sin tosidos
ni líquidos. En este punto despertó en si una especial atención por el
mueble-bar, quién le decía "¡ven aquí!". Fue, abrió, replicando con
una sonrisa a la propia que un reposado le hacía, pusose un poco en un vaso y
lo ingirió de un trago; rechazaba la sal y el limón por ser pura folclórica estupidez. Al cabo de lo hecho, se sintió mejor. "La bebida ha de ser
pura". Se sirbió de nuevo su garganta con otro tequila, y un tercero
dispuso sobre el vaso. Sin embargo no mucho tardo la soledad de la noche en
venirse sobre él y en atormentarlo al través de sus dolidos ojos. Solo cuando
consiguió deshacerse de si mismo se durmió teniendo por compañero de lecho a su
cuaderno.
¿Por qué
no me hablas si te mueves?.
¿Qué
dices?.
Fluyes
hacia arriba por no saberlo hacer hacia abajo,
tienes
el camino invertido y
vas
contra el agua,
que
fluye hacia abajo sin saber hacerlo hacia arriba.
Cuando
despertó Amancio supo que no podría hacerlo solo, por esto fue que cambio de
decisión sin que Severo lo tuviese en su conocimiento
- Evelio...
- Desde hoy te necesito
- Oye, el Comisario me dijo ayer...
- Olvídate de lo que dijo, te necesito.
- Tengo esta tarde que relevar a Marta
- Te he dicho que lo olvides. Avisa a Fina, que lo
haga ella.
- ¿Fina?. Se ha tomado el día libre
Amancio no
podía..., sintió la impotencia del jefe dominado por las circunstancias
mientras era observado con picardia por un subordinado, lo que causaba en
Amancio un malestar encubierto por la autorepresión que mostraba ante
Evelio.
- Mañana, a las ocho, te quiero conmigo -dijo con
dejadez al paso por una hendedura. Un poco mas tarde se cruzó con la mirada de
Severo- Nada -dijo lacónicamente, apenas moviendo los labios, sin que el
Comisario le preguntara-
Se sentía
Severo preocupado por aquel que fuera su más aventajado alumno. Los gestos
apagados de Amancio le hacían tomar con excesivo calor "el caso Drácula;
así lo llamaban desde las páginas de diarios y revistas. Desde la segunda de
las muertes Lecant se despachaba diariamente sobre el asunto, haciendo especial
notoriedad del despiste de la policía y de la libre circulación de un asesino
por las calles de Impala. "Esta era, desde hacía mucho tiempo, una ciudad
tranquila, limpia y vigorosa, donde la producción y el ocio reinaban con un
poder casi absoluto, hasta que un asesino ataviado de conde se ha metido entre
nosotros, haciéndonos cespitar ante sus acciones. Lo cierto es que hace apenas
unas semanas nos horrorizábamos con un asesinato que nunca pudimos imaginar. A
un muchacho le insertaban una estaca en el pecho y le extraían sangre. El autor
ejecutaba su acción en un local público, ante unos asistentes envueltos en las
telarañas del conde más terrorífico que conocemos. Lo que aquellos espectadores
vivían en su imaginación, acontecía junto a ellos. Sucedía de verdad mientras
ellos hallabanse sumergidos en la ficción de la narrativa cinematográfica. Al
conocer el suceso nos pareció un cuento, una idea inconcebible cuando aceptamos
el hecho. El plan terrorífico por si mismo, resultaba atrayente. Sin duda un
plan de ingeniería asesina, un trabajo meticuloso llevado a su expresión más
elevada, dicen que un arte oculto. Sin embargo estos pensamientos del
intelecto, concebidos como una expresión formal del pensamiento, deben ser
desechados. Porque en medio de todo este glosario de grandezas un muchacho era
la figura central de un drama que nunca pudimos imaginar. Máxime cuando hoy nos
encontramos con un nuevo cadáver consumido por las malignas artes de un asesino
del que no sabemos nada. Esta vez ha sido una muchacha, en el mismo espacio,
con la misma descabellada técnica. Y si hace unas semanas nos horrorizábamos
¿qué podemos decir de nuestro sentir de hoy?. No hay palabras". Severo
dejo caer, de sus manos, el periódico sobre la mesa de su despacho;
"¡ignorantes!".
- El correo...
- Dejalo ahí -ordenó el Comisario-
- Todo es oficial salvo ésta..., -la secretaria
extendió el sobre, que la mano de Severo tomo- Viene a su nombre, y la remite
El Espesativo... -no sabía la
Secretaria quién era- ¡que extraño!
Severo
miró a la mujer, la cual comprendió al punto que debía de desaparecer del
lugar. Severo, ya solo, miraba el sobre; ¿qué podía hacer?. "Me encanto,
señor Comisario, conocerle"; ¿conocernos? se preguntó Severo, no recordaba
haberle conocido. "Le ofrecí un puro y usted me lo rechazó amablemente,
¿por qué? si sé que le gustan los puros; se lo he oído decir". Severo dejo
de leer; le había oído y le había ofrecido un puro..., ¿dónde?, y, ¿cuando?, y sabía
que fumaba puros. En la boda de..., ¡si!, en la boda se acercó un hombre de
mediana edad y le ofreció un puro, y era cierto que Severo se lo había
rechazado, pues fumaba uno y guardaba otro en el bolsillo, y lo rechazó porque
le pareció un abuso tomar otro a cargo del padrino. ¿Cómo era su cara?, pues no
se había fijado en él, ya que en aquel momento conversaba con otro invitado. La
cuestión es que apenas le miró; con un listado de invitados lo podrían
localizar. Hombre de mediana edad asistente a una fiesta; ¡era fácil de cazar!.
Severo continuo con la carta del Espesativo "...cigarro aparte, me resultó
usted una persona encantadora. Sin embargo no es este el objeto de esta misiva,
con la que quiero empezar recordándole mis intenciones, ya expresadas en mi
primera carta, que no es otra que acordar con usted un puro intercambio comercial,
que, como ya conoce, se trata de cruzar mi libertad para siempre con su
asesino. Yo vi, ya se lo dije, el primero de los asesinatos y, ¡ asómbrese!, he
visto el segundo. ¿Qué como ha sido esto?. Por lo que me conviene, pues
conociendo al autor de los crímenes, me conviene estar al tanto de sus hechos,
obtener fotografías y prendas, de modo que puedo asegurarle que es el mismo
hombre, ¿o tal vez mujer?, ¿no ha considerado esta posibilidad, verdad?. Pero,
vayamos al asunto. Señor Comisario, soy un delincuente; como bien habrá
adivinado. Y lo mas importante, soy un delincuente penado y buscado. Más,
también soy una persona que no quiere ir a la cárcel y que, por lo tanto, busca
su beneficio y que sabe quien es el asesino, y lo más inquietante de todo: sé
que el asesino va a continuar matando. Permítame que se lo identifique y que le
aporte pruebas a cambio de mi libertad eterna. Este es el trato. Yo se lo
ofrezco por este medio, y usted ha de contestarme. Como es obvio que no puedo
darle mis señas, usted se comunicará conmigo por medio de las páginas de
Lecant, diario que compro y lee exhaustivamente todos los días. Su primera
comunicación consistirá en una aceptación plena de las condiciones, esto al
objeto de que podamos dar otro paso. Sé que la decisión es grave; se trata de
poner en un plato de la balanza los muertos y en el otro la libertad de un
delincuente, del que usted nada conoce. ESPESATIVO"
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