domingo, 4 de octubre de 2015

02522-20.NECROLOGÍA: El poder sin dueño

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     Por recomendación de Hoyas en aquella noche de cabalgada, la segunda en Villa Gibosa, pues tuvo Odeón necesidad de entrelazarse con más firmeza con su marido, trazó Odeón entre ambas, la estantigua y la manceba, desde ella, la misma distancia, lo que propiciaría, por necesidad, su acercamiento a Ramón, quién se sintió en la obligación de acompañar a Odeón en los entretiempos de trabajo, debido a la dejación que hacía Matilda de su deber, y cuando especialmente Hoyas se centraba en la parte esencial de la redacción así como en sus revisiones. Trataba el asunto, por el que había sido requerido por Ramón, de cómo el impulso por la perpetua razón individual se había diluido entre la estructura desconcertante de un poder despersonalizado.  

-Verás -decía Ramón- si yo me mantengo aislado, compro una esposa y fabrico unos hijos, el resultado es el aislamiento general de la familia, lo que implica que yo soy el poder y, por lo tanto, el objeto último que cabe derribar. Si por el contrario yo me inserto en una sociedad, abandono la educación de mis hijos en el colegio y en los grupos sociales, y permito que mi mujer trabaje, estoy perdiendo la esencia de lo que soy: el poder. Ni mi mujer ni mis hijos me necesitan ni como fuente de alimentación, ni de sabiduría, ni de experiencia. Solo cuando ejerzo la función reproductora estoy ejerciendo el poder. Si llegado este caso de pérdida de poder me empeño en corregir, reprimir y sancionar, solo estoy encontrando enfrente unos impulsos contrarios que me definen como el objetivo que una vez superado da pasó a las satisfacciones personales, creencia en la perpetua razón individual. ¿Cómo defenderme?. Tengo que variar yo como objetivo, desistiendo de serlo, y haciendo ver tanto a mi mujer como a mis hijos que la realidad tangible está más allá de yo mismo, y que sobre esa realidad han de actuar y ejercitar su independencia.

-Continua –le animaba Hoyas mientras encendía la cazoleta-

-Esto es lo que ha hecho la sociedad. El poder representado en el antiguo régimen por los individuos fue trasladado en un sistema democrático a los votantes, y éstos, como no saben de poder, han entregado el poder a un aparato social, conjunto de leyes y desarrollos, a un príncipe llamado Anonimato, de modo que nadie, ni tan siquiera el presidente de gobierno de una país, tiene poder. Intuimos que tras el presidente de gobierno existen unos poderes, fácticas limitaciones a la voluntad individual y a su acervo cultural, pero no podemos materializarlos, de modo que nadie es parte de ese poder, ni nadie puede hacer gran cosa por solucionar los problemas, ya que todos, hasta el presidente del gobierno, son víctimas inocentes de un poder sin dueño.
          
-Bien, ¿y que es lo que pretendes? 

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