jueves, 2 de marzo de 2017

03459-06.LA EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS: 06.Primeras Explicaciones

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     Ahora bien, todo cuanto hasta aquí hemos visto, ha sido el resultado de una sola línea, donde el “suceso” se reproducía del “a sí mismo” y sin intervención externa, y al mismo tiempo ha respondido a dos ideas, una como “venero en sí” y otra como inclusión en el centro del venero con un ámbito fuera del mismo. La Idea de la Persona adopta una nueva postura; el Sol “masculino” ha enviado poderosos gérmenes a los senos de la Luna “femenina”, resultando de tal producción la Tierra. Cuando hemos hablado del “brotar”, la relación con la materia se ha contemplado en relación a un “huevo”, del que “algo” brotaba, expresándose en una multiplicidad de parásitos que, a su vez, eran el alimento del que nacía el Hombre. La FECUNDACIÓN, que ahora tratamos, es una variante avanzada de “brotar”, ya que se nos presenta como idealización de la materia; aquí lo importante radica en su universalidad. La Idea de la Persona despoja tres elementos esenciales como son el masculino, el femenino y la deriva de ambos, pero con una apreciación esencial: la deriva de ambos elementos no responde a una partición por la mitad de ambos sino a una deriva masculina, el Sol, transmitiendo su furor en un recipiente, la Luna. Así se entiende que el “fecundativo” es el Sol, aquel que tiene la virtud de fecundar, es decir, lo que contiene en sí mismo el origen y que se decanta sobre un venero, fecundándolo, de modo que lo “fecundante”, lo que fecunda, la Luna, es una consecuencia necesaria para la transmisión de la Idea de la Persona. Lo importante de esta Idea radica en la desigualdad de sexos, ya que la “fecundación”, por su propio proceso, queda al servicio del Sol con cierta intervención de la Luna. El resultado es la Tierra como elemento femenino o Luna y el Hombre como elemento masculino o Sol. Dicho de otro modo: el hombre-sol porta su luz a la mujer-luna, la cual carece de luz; ese portar es la vida. La Idea de la Persona crea aquí el Sistema del Ombligo del Mundo, un nacionalismo de tipo incluyente, donde aquellos que habitan en las altas montañas son el norte que gobierna el significado de “persona”. Sin embargo no existe vocación práctica de atracción; el “Ombligo” tiene su propia gente, esa es la esencial, lo que vive en el Venero no interesa, es solo un charco repleto de agua estancada. Manar, encarnarse o brotar solo son variaciones de un “suceso” externo, que puede ser abandonado por el Hombre pero que no recibe la ayuda del “ombligo” para formar parte de éste.

Hay una relación entre lo “real”, que es la vida entendida como agua estancada, y lo “irreal” como expresión de un continuo de fuerzas síquicas alucinantes. Y es la SANGRE la que viene a significar la correlación de ambos mundos. De improviso “todo está”. Tras la batalla universal, el vencedor organiza su morada, estructura el universo y de su sangre amasa al Hombre. Es una Idea de la Persona del todo violenta; se prescinde del Venero. Ya no es necesario prefijar un lugar y un tiempo que determinen el “origen”, ya que su conocimiento es innecesario. El Hombre contempla lo que existe, “está ahí” y nadie parece quererlo, prueba y lo toma, pero poseerlo es un acto de violencia que precisa de un “suceso”, esto es, de una batalla. La “fuerza” ya no está en la Forma sino en la Materia, de modo que el Hombre ya no es el resultado de un fluido ni se forja en una profundidad por la voluntad de Lo Eterno, ya no es la forma que adoptan los parásitos. La Persona es masa de sangre, resultado de una guerra, y aunque está hecho de la sangre del Vencedor y por éste, nada emparenta al Hombre con su creador, ni lo hace su sucesor, sino esclavo de un Vencedor. La Idea incide en la desigualdad entre lo masculino y lo femenino, donde el Vencedor deja su sello en forma de hombre, que es el verdadero eje vertebrador de la vida. En sí mismo éste concepto de la Sangre como creador de lo humano se caracteriza por dejar de lado a la Mujer, ya que es el propio Vencedor quién toma su sangre y amasa al Hombre, de modo que la Mujer es una consecuencia implícita que distingue al Vencedor del Hombre, ya que el Vencedor crea vida sin necesidad de una Mujer, mientras que el Hombre precisa del manantial que es la Mujer para la creación de vida.

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