martes, 28 de marzo de 2017

03509-09.LA EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS: 01.Lo Eterno como una esencia formada de personas

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      Y es en este punto, dice Cómodo Centón, que nos habla la Evolución de las Ideas de lo LO ETERNO COMO UNA ESENCIA FORMADA DE PERSONAS. Si empezamos por una CONCLUSIÓN, Lo Eterno es una idea, estamos en condiciones de comprender la totalidad de la Evolución de las Ideas. Ahora bien, COMPRENDER no significa aceptar, afirma Cómodo Centón

       La REALIDAD está más allá de sí misma, de modo que lo que contempla el Hombre es el “sí mismo” de la Realidad y percibe, al tiempo, que en ese espacio, es decir, entre la Realidad como tal y la Realidad como distinta de sí hay un vector que las enlaza, al que llama ALMA, con lo cual, y comprendido esto dicho, se puede afirmar que la VIDA en vida es la realidad en “sí misma”, y que la Vida en muerte es la realidad “más allá de sí misma”. Lo que tiene vida y muere, vive en vida y vive en muerte, de ahí que el Hombre pueda enlazar directamente con el Alma, que lo fue “en vida” y lo es “en muerte”. Lo que hace la Idea del Hombre en este punto es reconocer la existencia de “espíritus” y de “dioses” que “viven en muerte” tras hacerlo “en vida”, y si, efectivamente, “viven en muerte”, viven, de ahí que sea posible contactar con “ellos” y entablar una relación a través de una conversación más o menos formal. Ahora bien, no todos los hombres son capaces de entablar esa comunicación, a pesar de que hay seres espirituales que viven en el Alma o Espíritu de los hombres, de modo que solo aquel hombre que puede abandonar su cuerpo, en trance o sueño, puede enlazar lo vivo con lo muerto. He aquí el nacimiento del INTERPRETADOR. Lo primero que podemos decir del Brujo es que es “un ocioso”, un ocioso que elabora su ociosidad entre el trabajo práctico de las ofrendas o sacrificios expiatorios y la posesión del Proceso del Poder. Media entre los “que fueron y ya no son” con los “que son y serán”, e interviene ante los “espíritus dioses”. En los relatos de dioses, algunos de los cuales ya hemos escenificado, Lo Eterno es la esperanza del Hombre de no permanecer siempre existiendo entre el dolor y el placer; tiene que haber un camino para que el Hombre se libere de esa cárcel llamada Alma. La muerte de la Materia es una posibilidad, la exaltación del Espíritu es otro camino. Y ambos procedimientos rechazaban los procesos religiosos como fundamentos de la imaginación del Hombre. Recuérdese, ya lo hemos mencionado, como lo “natural” es ahora lo “religioso” dentro de un rito evocatorio. Sin embargo, en este momento no estamos ante la extensión real del concepto religioso sino ante las explicaciones sobrenaturales que reflejan el sometimiento del Hombre a su propia ignorancia, donde el Hombre pende en todo de Lo Eterno y de Lo Eterno obtiene las normas de poder, y es indiferente que tales normas sean místicas o sean materiales, que conduzcan a Lo Eterno o nos alejen de él, que la Razón explique las razones inexplicables o que sea la Experiencia la que determine la sinrazón de la realidad. En todo caso el proceso ha de ser representado, y esa muestra, en todo caso, además de espiritual ha de ser material. El Alma admite lo volátil de la imagen que entiende, pero la trasmisión de la imagen precisa de la realidad con su materia y forma; es esa figura, realizada en cualquier material, que representa una explicación sobrenatural; y no nos referimos tan solo a cualesquiera sociedad humana primitiva. Frente a esas explicaciones sobrenaturales surge el objetivo de buscar explicaciones naturales a los procesos que vierten realidades, el interés por la naturaleza y sus fenómenos. Los constantes cambios que tiene lugar mientras Lo Eterno está configurando su poder y delineando al Hombre se detienen cuando la tarea de Lo Eterno concluye; el Hombre, conforme las explicaciones sobrenaturales, permanece inactivo ante la creación y es pasivo cuando la creación ha configurado la existencia del Hombre. Sin embargo es el protocolo del poder humano lo que proporciona la imperiosa necesidad de humanizar a la divinidad. Lo Eterno toma mujer, tiene hijos, participa en formidables batallas, vive en un palacio y tiene criados; son las primeras teologías y cosmogonías que explican las explicaciones sobrenaturales, y lo hacen con la mayor de las evidencias: la muerte. Todo desde este momento conduce al CULTO; no es tanto la creencia en Lo Eterno como el reconocimiento humano de que Lo Eterno es superior y, por lo mismo, requiere la aceptación de su dominio sobre el Hombre y el lugar que ocupa. La aglutinación de grupos de poder genera un grupo de poder que se sitúa por encima de los que forman su origen, de modo que sin perder el carácter local de cada grupo, es el grupo resultante quien inicia un proceso de adaptación y ajuste de las diferentes teologías, lo que conduce a un Eterno Universal, a un Alma Colectiva. Ya no se trata, pues, de una explicación sobrenatural sino de un dictado humano sobre una explicación sobrenatural. Lo Eterno deja de tener forma, es universal y es una unidad, no tiene nombre y puede adquirir cualquier aspecto que lo materialice frente a la razón y los sentidos del Hombre. El ALMA COLECTIVA precisa de esa materialización pues tiende a no comprender el sentido de la oración y de la magia; de hecho allá donde Lo Eterno vive, aún siendo un templo de materia, no consta su presencia sino como Idea y mediante la ejecución de un culto al que tienen negada su presencia los no iniciados, esto es, Ociosos y No Ociosos. Lo Eterno, en su creación, establece un orden que, por definición, no admite cambios, debiendo ser todo conservado conforme al dictamen de su creador. Así es como Lo Eterno es la base de las creencias y cultos, y un receptáculo de nombre indiferente. Lo Eterno reina en el cielo y sobre la tierra, se desdobla, para ser mejor identificado por el Hombre, en una acción constructora, en otra conservadora y en una tercera destructora, mientras que él, como acción absoluta permanece en su eternidad. Ahora son sus brazos colaboradores los que dividen al Hombre entre hombres “buenos” y hombres “malos”, naciendo entre estos dos grupos los “prudentes”. Así, los “buenos” son los creadores, los “prudentes” aquellos que conservan y los “malos” aquellos que destruyen la obra de Lo Eterno.

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