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07108 (07.09.2022 - Como diremos mañana)
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07171 (14.10.2022 - Es usted, María, una asesina)
Salió, como el resto de los días de su existencia, Arcadio de su vivienda, cerrando tras él la puerta; tomó los escalones de la escalera por sus pies y fue bajando y bajando, pues en su ánimo anidaba la idea de salir a la calle para andar un rato; Arcadio era feliz.
Cuando Arcadio dejó tras él el último escalón de la escalera y puso sus zapatos sobre el zaguán, se detuvo, ¿dónde estaba la puerta?; se hallaba de muros rodeado.
Bien soleado, luminoso y radiante Evelio, que tras Arcadio bajara la escalera, saludo a su vecino Arcadio, le sobrepaso, abrió la puerta y desapareció en la acera. Más, si todo eran muros en el vestíbulo, ¿cómo era que Evelio pudo abrir la puerta y abandonar el edificio?
Un chico alegre, al que llamaban Isaac, abrió la puerta y, dando unos leves pasos, saludó a Arcadio, iniciando, de seguido el camino entre escalón y escalón de la escalera. Más, si todo eran muros en el vestíbulo, ¿cómo era que Evelio pudo abrir la puerta y acceder al edificio?
Arcadio tanteo los muros, en especial allí donde la puerta estaba ubicada, no hallando la puerta. Al suelo miro y miro al techo, y no encontró la puerta, y en tanto miraba, a la escalera miró y la escalera no estaba, sino que un muro instalado estaba donde la escalera estaba y ya no estaba.
Arcadio hallábase entre cuatro muros encerrado, sin escalera, sin puerta, por donde venir, por donde irse; Arcadio se sentó en el suelo, esperaba un milagro, ¡un milagro!, derrotado; ¿qué se puede hacer en un espacio sentado de seis muros rodeado?, un espacio por el que pasan los demás, saliendo y entrando, acotado para Arcadio. Se había quedado sin escalera, sin puerta, aislado se había quedado, sin milagro.
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