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ANTES si el "príncipe" no te gustaba, intentabas asesinarlo. Si no lograbas asesinarlo, huías porque el "príncipe" te perseguía. Si lograbas esquivar la persecución del "príncipe", te refugiabas allá en la montaña, te guarecías en un bosque, cruzabas la frontera. Una vez fuera de peligro, fuera de las garras del "príncipe", organizabas un ejército..., con ese ejército invadías el país, te situabas con tu ejército en un "campo", y a ese campo acudía el "príncipe" con su ejército. Allí, entre la tierra y el cielo, se libraba la batalla. Quién ganaba se quedaba con el país.
HOY, si el "príncipe" no te gusta, te escondes tras los "civiles" que dices defender, para los que quieres la libertad, para los quieres el pan, el trabajo, y eso tan "hermoso" llamado democracia. No te importa que el "príncipe", ese asesino, para cazarte a ti, barra del mapa a quienes tú dices defender. No te importa la vida de "esos civiles", ni su sufrimiento, ni su hambre, ni su sed, ni que pierdan sus casas..., NO TE IMPORTA SU VIDA.
ANTES, en ocasiones, solo en algunas y extrañas ocasiones, el "príncipe" y el "opositor", si eran guerreros, se encontraban en el campo de batalla, y ante sus formados soldados libraban un combate a muerte que decidía la suerte de aquellos soldados, la suerte de los "civiles".
HOY, a ti solo te importa el PODER a toda costa. Y te escondes tras la "hermosa democracia" para justificar la muerte de "esos civiles" a los que gritas amar..., cuando la REALIDAD es otra, porque tú, OPOSITOR, solo luchas por ser el NUEVO PRÍNCIPE.
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