jueves, 30 de agosto de 2012

01123-14.NECROLOGÍA: 03.El señor De Las Hoyas en su fracaso

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-   El espacio, el tiempo, la descripción, los personajes y el argumento son agentes secundarios en la literatura. La esencia de una novela es la pasión, la que está contenida en la idea y el pensamiento. En esto radica el arte en la literatura. Yo he descubierto el mundo cagando, sentado, con los ojos cerrados, sintiendo el bullir de mis intestinos hablando, suspirando. No hace falta viajar para aprender de los chinos al otro lado del mundo cagando –decía El Señor De Las Hoyas por entonces frisando los sesenta años- Basta con venir a tu despacho –se miraban el boticario y el mistagogo- para sentir, al tacto inapreciado, como uno va cambiando la vida por estas drogas camino, me han dicho, de un viejo portando una antorcha apagada en su mano. ¿Crees qué puedo dedicar mi ánimo a conocer el ánimo de los seres humanos?. He buscado, amigo mío, durante años liberarme de mi cuerpo, detentar como ciertos mis pensamientos, imbuir en otros mis sentidos, transformar querencias; diuturna vida. ¡Y ya ves donde he acabado!, en una oploteca disfrutando, donde todo parece conducirse a explicarnos el terrible pasado, donde admiramos, inconscientes, con una sonrisa en la mano, el daño que unos hombres hicieron sobre otros. Ballestas decoradas, alegres dardos, con motivos florales, frías lombardas, espadas de filos dentados, si, por las cortaduras que causaron, picas doloridas por restos de sangres resecas, cascos, espuelas, arcabuces recordando las flameantes bocanadas de fuego, tormentos, solo tormentos causados, desde los pies a la cabeza de los hombres escanciados sobre un campo de batalla, jubilosos cantares y épicas razones de estado, hombres rodeados de palabras unidas en frases de reclamo, incrustados en una parte de la vida que es cara, está castigada, y resuelve sus disputas matando. Mientras tanto yo respirando del aire que aquellos hombres respiraron, ¿y dónde están las hazañas que protagonizaron?. Mírame como paseo por esa oploteca sin derramar lágrima alguna de estos mis ojos cerrados, imaginando como mis pensamientos se liberan de este mi cuerpo estancado, como las lágrimas innecesarias se trocaron necesarias por el oscuro devenir de malvados acontecimientos, como se oxidan los hierros mientras esperan pacientes que nuevas armas, propiciatorias del miedo, se incorporen al museo, formando nuevas galerías de recuerdos. Yo allí me halló midiendo el evo que me va devorando.
     El Señor de Las Hoyas en su fracaso.
     Bebió de un brandy que el boticario le había arrimado, refrescándose su boca ensangrentada por el temor a seguir viviendo, maldiciendo, sintiéndose morbo, muy enfermo, llorando por sus profundidades torrentes de tristeza, sepultando la valentía el derrumbe de su cuerpo, y convirtiéndose en miedo de si mismo, en odio por estar vivo. Su pasión era la libertad es una realidad que nunca llegará y su consuelo, el cálido calor de la respiración, la ausencia de valor, continuar viviendo, y decidió, no supo por qué, morir en aquel empeño.     
-   Aquí está –dijo el joven respirando de la olor en el éter-
-   Aquí lo tienes
     Tomó Hoyas, en su mano, la droga.
     Mirando a los dos hombres y al joven fámulo incorporado.
     Sobre el vértice del Castellet.
     Donde no caben las retrecherías.
     Allí acostumbraba El Señor De Las Hoyas a poner nombre a las cosas ya que éstas, así mismas, son incapaces de llamarse o darse a conocer. Las cosas..., eso que está frente a mi, a mis lados, tras de mí. ¿Qué puedo hacer con ellas?. Emergen de un pasado sin historia, son un futuro sin historia. Están porque están, sin interés tan siquiera ni para ellas mismas. Viven sin vivir en un mundo que da vueltas, una bola que rota hacía sitio alguno, que siempre vuelve a su destino, que cambia sin saber para que cambia. Las cosas carecen de sueños, su enfermedad es vivir sin morir..., miraba Hoyas, en la eternidad de los sinsabores, de los sin olores, sin contemplación del mundo que les rodea..., mientras se deshacía su mirada entre los parajes nemorosos. Las cosas, ¿qué dolor sienten las cosas?, por el sol y la luna contempladas, de los vientos y las lluvias contorneados, ¿qué sienten al saber que viven sin morir porque no viven?. Las cosas..., eso que nos ayuda a entrever que poseemos el poder de darles nombres y hacerlas nuestras. Desaliñados los pensamientos, en desaliño las ideas, desahuciados los sentimientos, postrado, Hoyas sabe que es una cosa que sueña que esta viva en la tierra de Las Hoyas, una tierra que causa pavor en los amaneceres, admiración y belleza en sus profundidades; es un lugar tan desolado como la comprensión del hombre en sus pensamientos. Allí, en su cueva de los desafueros, lo exiguo de la visión crea indolencia, allí se recrea un dios asomando el rabo, y un páramo, desierto, raso, donde apenas un hilo de vegetación hace de manto, frío y atascado, elevado y a sus pies abierto a los aires y a los pasos, paseo infinito y opaco, trasera de un mundo reseco, manchado de antiguos bancales de almendros hoy decadente y arrinconado, caminos, sendas, azagadores, rincones y pequeños llanos, son Las Hoyas la cuna del lamento del vencido, sueños de la camisa perdida a manos del enemigo..., en la cueva de los desafueros, donde cantan las cosas, cantando..., esta camisa que es mía, cuando yo muera será de mi hijo, más hoy ha venido mi enemigo y en pago de mi vida mi camisa ha tomado. Hoy la luce el hijo de mi enemigo, y llora mi hijo por no tener la camisa que fue de su padre, y llora mi nieto al ver en el pecho del nieto de mi enemigo, la camisa que fue de su abuelo y que hoy pasea, orgulloso, el nieto de mi enemigo, quién guarda celoso la herencia de su padre y de su abuelo. Y le dice mi biznieto al biznieto de mi enemigo que le de la camisa forjada por sus antepasados, replicándole el otro que a su familia se debe el esplendor de aquella camisa. ¡Ah, vencidos los nativos, gobernaron los invasores. Mil años después... ¿de quién era aquella camisa?, ¿de los herederos de quienes la levantaron o de los herederos de quienes la conservaron?.
     Hoyas se ha callado.


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