miércoles, 29 de agosto de 2012

01119-08.AGUAS ALTAS Y BARAÑES: 01.Santa Agueda

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- Debéis, señor, dejarla; es mujer casada -consejo que desagradaría a don Manuel-
     Santa Águeda recibió de don Manuel, con quién entró en cama reiteradas veces, siendo mucho el fuelle que evacuó en ella, algunas bondades que la convencieron y animaron a seguir en aquel camino de conquista. Es preciso afirmar que no reparó en ella, con la adecuada contundencia que era lo ordinario en el común de los hombres, don Manuel durante la visita que realizó al Rincón Ancho el día de San Miguel de aquel año, por hallarse en casa José García, quien, al desmonte, lo introdujo en casa al instante, sabedor de las tendencias criminales del señor. Tuvo que pasar algún tiempo.
     En un día de san Miguel de cualquier otro año, un aguacero monstruoso se apoderó de los caminos y de los montes, y hubo, aquella noche, don Manuel, de pasarla en la casa del Rincón Ancho. Al despuntar la luz del día la lluvia seguía llenándolo todo de agua, y fue al mediodía que se abrieron los cielos al sol y fue aprovechado por don Manuel para regresar a Alicante. Durante la mañana concibió don Manuel hacerse con Santa Águeda y, por la tarde, escuchando a José García, mandándole se ocultase cada vez que aquel hombre viniese, concibió Santa Águeda la idea de hacerse con don Manuel.
     Todos miraban a Santa Águeda con la punta del pito, y pensaba José García que así era, y soñaba que así era, que no de otro modo él la veía, y mientras cubría los campos sentía que así era. Mientras la jodía imaginaba que la follaba, tal era la obsesión de José García por Santa Águeda, y siempre que la veía, la miraba a la entrepierna y nunca a la cara, de ahí que nunca supiera, en toda su existencia, lo que aquella mujer pretendía y que supiese de su hermosura por cuanto oía narrar a los demás.
     Con el paso de aquellos años, dispusiéronse los acuerdos tomados en las bodas de José Giner con Flor Arnau; casó primero Camilo García de Ginebra con Romualda Arnau de Romualda, y se ratificó la boda de Evelino con María para cuando los novios tuviesen la edad adecuada. La realidad del casamiento de sus hermanos desequilibraron la conciencia de Miguel García de Ginebra, mayor que los otros, quién siempre había padecido de cosas de cabeza. Pidió Miguel a José García le buscase mujer, diciéndole éste que tal haría, lo que no hacía al transcurrir del tiempo. Un día, al regreso de los campos, lo halló subido sobre Santa Águeda, quién al punto que vio a José García gritaba y se rebelaba contra Miguel, sobre quién profería mil insultos y desalientos; arrancándolo de la hembra, lo azotó y rasgole el capullo, de lo que se entiende fueron muchos los gritos que tronaron por las rocas de la Sierra del Hombre, y hartos correspondidos por los aullidos que se filtraban por las "bocas del infierno". Una voz de rojo color llamaba a la mente de José García, "desátale" decía, pues lo tenía prendido, por soga, al tronco de un algarrobo que vivía próximo a la casa y que allí pusiese la naturaleza, lo que hizo, que era mas atufo soportar la iniquidad de aquella voz que verlo libre.
- Cuando lo tenías en ti y gritabas, ¿por qué gritabas?, ¿gritabas de placer o de dolor?.
- ¿De qué sino de dolor? -respondió Santa Águeda-

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