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DOCUMENTO POSTERIOR 01537
Quedaron
solos cuando El Picaporte hubo salido.
Y con él,
El Notario.
- Huele mal en esta casa....
Era
cierto; se advertía un tufillo extraño en la casa.
María, no.
Era mejor
no mirarlos; preferible era ser sinalagmático.
De pronto, proficiente, larga la rebelión de
las tuberías, mientras ellos se perdían en su bilateralidad. En opinión del
Señor de Las Hoyas, a quien tanto El Empíreo gustaba de citar, añadía que si
bien las cosas cuyo destino es no existir se muestran como ausentes de
nosotros, resultan al cabo de cualesquiera consideración que son los pilares
esenciales de nuestra existencia. Unas tuberías en perfecto estado mantienen la
casa limpia de seres extraños, extienden la alegría en sus pobladores y
participan del sosiego de su uso. Y añadía como los hombres vivían sin
tuberías, no sabemos si eran felices, si sabemos que vivir sin tuberías es
posible porque ellos, los hombres de entonces, los de cromañon, vivían sin
tuberías; ésto es una evidencia. Un día, en algún momento, un ocioso inventó
las tuberías, ¿para qué?, ¿por qué inventa el hombre?, si ha podido vivir sin
el invento ¿por qué inventarlo?, carece de sentido. ¿Tan necesarias eran las
tuberías?, ¿tan precisas que fuera posible inventarlas?. Si ellos vivieron sin
tuberías es preciso considerar que no las necesitaban. En tal caso, si no las
necesitaban ¿para qué las inventaron?. Para hacerlas necesarias; el hombre
inventa lo que no necesita para hacerlo necesario y justificar el invento. Así,
al principio las tuberías eran abiertas por arriba y no se llamaban tuberías,
sino canales, por los cuales circulaba el agua, solo el agua; la excrementicia
lo hacía a su libre albedrío al través de los caminos. Como bien puede
apreciarse estos canales respiraban aire, transportaban agua, agua limpia para
los hombres, para las bestias, para los campos, eran unas nobles acequias que
recibían de los hombres la justa veneración. De entonces se arrastra en los
hombres las fiestas del agua; reuniánse los pobladores de las acequias entre
los canales que contenían las aguas, y bebían de ellos agua hasta no poder más,
y hasta no escupir el agua la seguían tragando a mares al son de las charamitas
y de los hirientes golpes que atestaban a las pieles de las cajas de
resonancias. ¡Más!, de igual modo que antes de ser bebida el agua por las
acequias circulaba, bien podría conducirse los resultados del excrementar por
canales y lejos. ¿Pero, por dónde?. Por donde no se viese. Así fue como los
viejos caminos del agua se ocultaron a la luz del día, llevados de la senda que
previamente habían iniciado las heces y sus amigos las inmundicias. Al no ser
vistas perdió su carácter noble y por lo mismo fueron las tuberías olvidadas.
Este fue el exordio de una revuelta inacabada y que, aún hoy, continua
generando desesperaciones e improperios cuando una tubería rompe uno de sus
conductos y se esparce imperturbable por las posesiones mas limpias del hombre;
es la venganza de las tuberías.
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