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DOCUMENTO POSTERIOR: 01309
Cuando la tarde daba paso a la noche, Crimen
palideció ante el espejo; de si se escandalizaba. "¡No, no y no!",
desgañitabase el matador en su celda de pensamientos, mientras pesiaba a sus
enemigos. "Piensan detenerme, cuando yo no busco ser detenido. ¡Que necios
son sus espíritus!. ¿De qué podridas varas están echos sus esqueletos?.
¡Miserables, mil veces miserables!. Yo soy, que nadie lo dude, el ángel negro
que corre por la tierra en busca de simiente propicia. Mis víctimas son mis
hijos, ellos, abrazados a mis acciones, reinaran en el falso reino de los
cielos. ¡Que ilusos!. Aún no han comprendido que todo lo que no es de la
naturaleza está inventado por el hombre. Todo se bate entre dos esencias:
justicia o derecho. ¡Elegid!. No, no y no.... A la luz de una vela se pueden
comprender las maravillas, esas mismas que la luz incandescente nos oculta, la
misma luz que contribuye a nuestra ceguera. ¡Qué hemos hecho deshaciendo el
encanto natural del fuego? ¿Qué gama de colores intensos hemos perdido apagando
la cálida luz de una vela? ¿Qué hemos hecho?. Miramos al moribundo y de su
agonía disfrutan nuestros sentidos, esto es derecho, y cuando de su agonía
hallamos entendimiento, esto es justicia, llamamos a los dioses, a las almas
cuando mueren, y aún cuando no yacen muertas las llamamos, las atraen por
decreto, fijan plazos para la acción de la muerte. Hay razones que nos inducen
a reflexionar. Somos nosotros mismos los instrumentos de la muerte. Estamos
convencidos de su existencia, la adoramos mas que al mismo dios de nuestros
sentidos, la amamos con los mismos impetus que la tememos. Solo existe lo que
el hombre ha creado".
"Equipolente"
pensó el hombre mientras alcanzaba la taquilla y solicitaba de la mujer una
entrada. Pagó dinero y tomo el billete; la témura le resultaba incomprensible,
descifrar los vaivenes de aquel galimatias le resultaba cargante. La cabeza se
le salía de sitio. La sociedad, o
aquello que fuese, sobre la que había estado leyendo era, sin duda, por su
propia definición, una locura. Impala estaba formada por cien miembros,
aquellos que podían justificar con absoluta evidencia dos condiciones:
encontrarse entre los más ricos y los mas despiadados seres de la tierra. Y a
su frente hallabase el hombre mas admirado por él y por el resto de la humanidad.
Jamás un hombre había llegado tan alto y tan bajo a un mismo tiempo. "Mi
querido amigo: mi vida ha estado marcada por una sucesión infinita de
proposiciones incumplidas. Nací dentro de una burbuja de dinero, en ella he
vivido, de ella me he alimentado y por ella he sido respetado. ¿Respetado?.
¿Qué es el respeto?. Estoy convencido que la posibilidad de poder hacer
estallar un antro es significante de la adoración por respeto. Te confieso que
me siento confuso. Mi convicción sobre la grandeza humana es solo un vago
recuerdo de aquellos lejanos tiempos de ideas, de ideas sobre las que, aveces,
siento grandes arrepentimientos de haber formulado. Verás: el hombre tiene un
estomago, es una cavidad, tiene un volumen, acepta una cantidad. ¿Qué le impide
detenerse aquí, justo en ese momento en el cual el esófago ya contiene comida y
pone en peligro la existencia del mismo hombre?. Confieso que no conozco la
respuesta. Confieso que he pasado toda mi vida buscándola, buscándola con la
confianza de extenderla por el mundo. Pero ya ves, solo la confusión y su
ejecución me han condenado, a mí, a mi me han condenado, a mí que carezco de
alma, a mí, por la eternidad de mis pensamientos, de mis ideas. He sido
condenado a no hallar la respuesta, a vivir envuelto en la asimetría de la
inconsciencia de los seres humanos. Y este es, sin duda, el mayor de los
castigos a los que yo podría ser sometido. Somos amigo una cuadra que alimenta
a la naturaleza. Mi tristeza es infinita. E infinitos son los deplorables
pensamientos que alimentan mi cerebro y fluyen por mis sentidos. Dar, llenar
los estómagos de unos pocos para que estos, elevados por sus pensamientos,
obrasen en las mismas formas en que yo venia haciéndolo, es decir, llenando
otros estómagos, parecía la mas espectacular idea jamás concebida, y lo era,
sin duda, porque yo disponía de los medios materiales para hacerlo. Sacrificar
a unos en provecho de otros, y enseñar a los afortunados la grandeza de su
destino para suplir las carencias de terceros se me antojaba la idea definitiva
para alcanzar el concepto de humanidad. Lo mas duro fue elegir, fue elegir que
reses de entre los hombres debían ser sacrificadas y cuales de entre ellas
engoredadas. Esto fue lo mas duro, pero a un tiempo lo mas simple. Cerrar los
ojos, extender la mano y tocar. El verdugo se haría cargo, yo no conocería a la
víctima, no oiría hablar de ella, ella no existiría jamas, ni antes ni después
de ser tocada por mis manos. Era el medio, la forma, la solución para mis
noches de sueño. Porque yo era el importante, la esencia, el final de una época
de dolor y el comienzo de una eterna etapa de sosiego para los seres que
pueblan la tierra. Era, estaba convencido, el modo de lograr vencer a la
naturaleza. Este es, aunque parezca un acto criminal, el sentido más exacto, en
el que debe ser entendido el Recreo de Fulanos. Pero por lo dicho bien podrías
decir, amigo mío, que salta a los caminos la mayor de mis cobardías, pues sin
duda es de cobardes señalar en la oscuridad, no conocer cara ni llanto, ni oír
el tañir de las cuerdas vocales, ni ver la mirada suplicante de la víctima,
dejando todo el padecimiento en las manos del verdugo. ¡Gran cobardía!.
Entonces tú me preguntaste: imagina que la salvación del mundo pende de un
sacrificio. Una pequeña niña de mirada pura es la paga para salvar al resto de
la humanidad, pero su muerte ha de ser lenta, sufrida y yo he de ser el
ejecutor de sus suplicios, he de estar aplicándole el daño, oyendo sus gritos,
su peticiones de compasión, he de ver sus espasmos de compasión, sus
suplicas..., yo te respondo: si, yo sería el verdugo".
Desde que Doña
María le llamara el Biógrafo había sufrido de grandes extremidades que lo
balanceaban entre las razones y sinrazones de las actuaciones. Desde que
conociera al Presidente en el interior de la librería de Don Salvador había
profesado por él una atención a sus palabras y entendimientos como jamás había
hecho con ningún otro hombre. Sin embargo, las actuaciones que siempre
parecieron hechos extraordinarios de una gran inteligencia, se presentaban
ahora como manipulaciones malévolas de un ser al que comenzaba a tener
dificultad de definir. Lo cierto era que aquellos hombres no se conocían,
ignoraban todo sobre ellos y se conformaban con un actitud ética de los unos
para con los otros. El dinero y el poder, así como el uso y el ejercicio de
ambos, les posibilitaban para pertenecer a un grupo de selectos donde el
silencio era la filosofía existencial. Un minúsculo orden se reunía a través de
un ordenador, un sistema propio, específico, paralelo al resto de las redes,
exclusivo, y fijaban objetivos y tomaban decisiones, movimientos de capitales,
guerras, influencias y logros, siempre logros. Para los fulanos alcanzar el
poder se justificaba por la lucha en alcanzarlo, de igual modo que la oración
justificaba el alcanzar el paraíso.
Necesitaba
abandonar la casa, quería abandonar la casa.
Se lo
reclamaba la totalidad de su cuerpo.
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