sábado, 24 de noviembre de 2012

01250-16.NECROLOGÍA: 04.El Señor de Las Hoyas: Del pensamiento único

DOCUMENTO ANTERIOR:  01188

DOCUMENTO POSTERIOR:  01295



     Vivía el Señor De Las Hoyas, POR ENTONCES FRISANDO LOS CUARENTA AÑOS, en un mundo que siempre reconocía sus extrañezas. Era tal el empeño en esto considerado que lo impropio se estudiaba con el objetivo de alcanzar práctica en esta rareza, evitando así el desvío y la frialdad que produce la ignorancia resultante de esa irregularidad en la falta de conocimiento. Consiste en esencia el método en arrojar de uno mismo las materias fecales que obstruyen los conductos de circulación del pensamiento, materias que tienen por misión ennegrecer la comprensión y entendimiento de lo impropio, amontonar en piramidal debajo del agujero de los comunes, no proporcionándole agua alguna, e iniciando con lo mismo una hecatombe personal de ideología y utopía. La hecatombe era esencial en el decir del Señor de Las Hoyas, ya que con la acción de inmolación se dejaba espacio suficiente para que en la cavidad de la comprensión se asentasen y evolucionasen los contenidos impropios del pensamiento único. Es un método que Hoyas califica de divino, e impone para su desciframiento como cualquier dios sabiendo que puede con el hombre su divino antojo, permite la evolución del hombre y hacía su pensamiento único a pesar de todo, de cualquier resultado, de todo esfuerzo; y sin embargo, siguiendo el pensamiento divino, es curioso observar como detentando dios todo el poder, acontece que se auxilia de ángeles y demonios para la ejecución de unos contenidos únicos e inmutables. Hoyas, pues, aspiraba captar las extrañezas para concluir en su pensamiento único.

     Porque, ¿quién no tiene pensamiento único?.

    Cuando hallándose el Señor De Las Hoyas en su botillería mirando su vino que vino a sus oídos un ruido a caer, como de una marcha ascendente de hombres por el impoluto camino de Las Hoyas. Habían llegado con el destino ensangrentado, rodeados de ellos mismos, con la dureza en el pensamiento y las leyes en las manos. Habían llegado como llegan los hombres al fuego, con la cara llena de miedo, la fuerza en los brazos, en las manos aquellos instrumentos de terror y en los labios las canciones victoriosas que anunciaban triunfos no alcanzados: ideologías y utopías confundidas en realidades inventadas, deformaciones de la realidad en pasado y en futuro. Eran los mismos, los mismos que desfilaban con uniformes enfrentados en las batallas, ¿qué más daba si lloraban su presente con historias ya pasadas ó soñaban con futuros imposibles, si llegaban imbuidos de las dotes conferidas por la verdad de los pensamientos, por los sentidos expuestos?, ¿qué más daba?, eran infames de bandullos yendo al suelo, viles pensadores de entrañas olorientas, inicuos con costra, los que llegaban a Las Hoyas a celebrar sus conquistas, a imponer sus leyes, a gastar sus flatulencias, en aquel paraje de Las Hoyas, donde la luna nace por el este y se muere por el oeste, alcanzando su cenit al pasar por el mismo centro de Las Hoyas, lugar de la tierra donde la luna alcanza su máxima altura, figura por tal natural evento en la historia para vergüenza de otros parajes que la historia, querida ramera, ha ignorado y no conoce en su seno, donde meditó aquel Críspulo que salió hacía el oeste en busca de las cenizas del sol y regreso sin hallar la cuna de su nacimiento. Es aconsejable ir a Las Hoyas con las pálpebras extendidas, y es conveniente hacerlo en silencio, negando que se va a Las hoyas, con los ojos descansando, donde no hay grandeza sino un campo de olvidos, lugar donde nacen los paladines y mueren al primer suspiro. ¡Ay Las Hoyas!, solo quien te niega alcanza la cumbre del Castellet, donde el Hombre Que Está Comiendo Solo mira, entre  pazguato y tardo, a las hordas subir por el camino, una vez cruzado el río de Aguas Altas. ¡Ay, como cambian los tiempos!, si cambian..., que nunca fue su situación estratégica ni nadie se presentó nunca en Las Hoyas para cubrir la brecha de posibles transgresiones de la linde establecida, ni tuvo rey ni capitán que allí clavase castillo, ni tropa, ni corta, ni numerosa, ni armada, que lo hiciese fortificado y presente en los caminos, ni gentes que parasen allí por su hermosura, ni notarios, ni comerciantes, ni se ha encontrado en su lugar contra cifra que nos pueda ayudar a la inteligencia del buen conocer este dicho resultado, lo que es origen, incierto, de una humana costumbre consistente en palparse la crencha ante la indiferencia de la inteligencia propia o ajena. Solo de tarde en tarde, dejando pasar mañanas y noches, y en el largo transitar de los siglos un hombre sin alma reposa con su espíritu en este paraje de la Contestania, bien porque teniéndolo en franco estropicio se hace necesario su ajuste y engranaje, bien porque de espíritu delicado era y era preciso acudir a la belleza, bien porque la carencia de espíritu lleva al hombre a su perdición ó bien porque no halla mal. Este es El Hombre Que Está Comiendo Solo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario