viernes, 3 de mayo de 2013

01420-22.PRINCIPIO DE LA HISTORIA: San Malo

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       Pero pudo tomar en su mano el billete que Regina le había largado; le seguían, al Banastero, gentes de la guardia urbana, fuera de servicio, que por orden del superior se dirigían en tropel a la pañería Muñoz, pareciendo, sin embargo, que persiguiesen al recogedor de la basuras caseras por allá, por la calle que fuera del vencedor de Bailen, que subía en ligera pendiente hacía los Abastos. De allí saldrían con largos faldones azules y marinos, una capichuela sobre los hombros y un correaje blanco, a tono con el casco, quedando unidos a la tierra por medio de unas botas de caballo. La Guardia de Seguridad eran un grupo de hombres pobres; habían encontrado en la seguridad de la guardia el sustento de sus familias, el orgullo de ser hombres y la aparente convicción de ser necesarios. La obediencia era su seguridad y el cumplimiento de las órdenes el natural resultado de su posición. Mientras tanto, que se alejaban los alegres guardias por una calle y por otra Regina, desplegó Cómodo el billete cerrado en su mano, “mi dulce se está derritiendo, pero ninguno de éstos hombres huele el sabor a helado calentado. Los he mirado, como se mira al vacío esperando que se muestre henchido de amor, más ellos están atentos a ese muerto callado, como si fuese el primer muerto o fuese el último en trotar dentro de una caja al son de los caballos”. Se sentó el Héroe de Herpetol en un banco de aquel paseo que antes fuera asiento para barcas de pescadores.
- ¡Qué pena! –exclamó la mujer- ¿Ha visto usted el entierro?, un niño tan pequeño y muerto ha pasado, y en boca de todos ha estado; yo me alegro por él, no tendrá que matar en la próxima guerra –la mujer sonrió a Cómodo, deteniendo antes su parlamento, esgrimió unas lágrimas y suspiró-
- Sea lo que sea lo que le aflige, pasará
- Pero ahora está –replico la mujer- y mientras esté aquí es una realidad.
- ¿Conocía al niño? 
- Apenas..., éramos primos segundos; su abuelo, hermano del mío, sirvió en el “Alicante” cuando la guerra en Puerto Rico
- El “Alicante”...
- Fue un vapor, un buque-hospital de dos palos y una chimenea; aquí tengo una foto...
- ¡Ah!
- ...este hombre que se ve aquí...
- ¿Dónde?
- En el bote; este...
- ¿Ese?
- Mi tío abuelo; estaba a cargo del bote. El capitán Antonio Genís era muy amigo de la familia y se ocupo bien de mi tío abuelo. A su vuelta de aquella guerra contó los malos momentos que paso en la capital de la Martinica, donde quedó preso el “Furor” por las autoridades. Genís dispuso varios botes del “Alicante” y a media noche por marinos como tío abuelo quedaron iluminadas las boyas de entrada del puerto, de modo que el capital Villaamil puso fuera de tiro al “Furor” del crucero “Harvard”. Días más tarde, y acompañando al “Terror” de La Rocha puso derrotero a Puerto Rico. Allí contempló el combate entre el “Terror” y el “Saint Paúl”, y como la imagen del “Terror”, tumbado sobre una panda, anunciaba la victoria enemiga.     
- La historia da a unos el conocimiento del principio y a otros del final. Es como el universo; vivimos en su centro imaginando su origen y destino.
- ¿Qué es más importante: la causa o el resultado?
- ¿Hay alguna diferencia entre causa y resultado?
- Hay quien lo resuelve con la palabra “dios” –dijo la Mujer- Lo más gracioso es que cada vez que queremos explicar algo, decimos que empezó de tal manera sin explicar cómo empezó, así unos decimos que hubo una gran explosión, pero estamos por saber qué o quién encendió la mecha, o mejor qué o quién puso la mecha, de dónde saco la mecha, y el explosivo de dónde salió; otros decimos que el universo se expande continuamente, pero no sabemos decir sobre qué lo hace, ni decimos cuando se puso en marcha, quién o qué giro la llave que lo puso en marcha, de dónde sacó ese qué o quién la llave; otros decimos que, ya puesto en marcha el universo, un día se parará y regresará sobre sus pasos. Entre medias, ya sabe, fotones de luz, materia ordinaria, y dos fuerzas nucleares; que si la materia oscura es un freno, que si la energía oscura es un acelerador, sin olvidarnos de la antigravedad, la gravedad, el electromagnetismo y, lo más divertido de todo, Dios manejando el volante. 
- La encuentro a usted muy animada... –dijo Cómodo Centón por algo decir-
- ¿Qué puede importar si es justo o no es justo?
- ¡...!
- Que un niño muera..., ¡por ahí vienen...!; ¡existe la injusticia?
- ¡Claro mujer que existe la injusticia! De no existir la presencia del guardia sería innecesaria –dijo el de La Guardia Urbana- No existirían las cárceles, tampoco los jueces, ¿qué sería de los abogados?, no tendrían ninguna ley que hacer los diputados. Se imagina usted..., las oficinas de empleo estarían llenas de gentes pidiendo la vuelta de la injusticia. Es innegable todo el trabajo que da la injusticia, cuanta gente vive de ella y cuan necesaria es para muchos de nosotros. ¿Qué quiere...?. Yo vivo de la injusticia, y rezo de continuo para que nunca se acabe. ¡Viva la injusticia! –dijo levemente; se había sentado, en el mismo banco, junto a la Mujer, mirando a Cómodo- ¿Usted que opina? Se muere porque se nace, no es otro el motivo, ¿es esto justo? Mal que nos pese necesitamos que usted quebrante la ley para justificar nuestros sueldos. Así que ya sabe, necesito que usted obre mal para que yo puedo cobrar a final de mes. ¿Ve a esta mujer? Es uno de esos que se empeñan en erradicar la injusticia, ¿a cambio de qué?, yo se lo diré..., de crear una nueva injusticia, que yo me quede sin trabajo. Quita una injusticia, pone otra. ¿Cómo alimentaría yo a mi familia? Pero a ella, eso, le da igual. Su ambulación sigue la traza de un levógiro, y en ese caminar hacía atrás no podrá impedir la colisión entre agujeros negros, que estúpidamente se engullirán para dejar la victoria del Vacío. ¿Será eso justo o simple estolidez?
- No son razones –afirmó la Mujer-
- Mi padre fue, como yo, guardia, y tenía, en un apartado de la sala principal de la casa, una figura de madera cuya cara era la esencia misma del malo. Le llamaba San Malo y todas las noches le rezaba para que ejecutara las acciones propias de su rango. Una vez a la semana nos reunía a toda la familia para que le acompañáramos en los rezos a San Malo, “¡oh, santo mío!, tú maldad es nuestro regocijo, de ti recibimos los panes y el agua que nos alimentan cada día, danos la gracia que nos permita perseguirte a diario como compensación de tus estragos y que cumplamos, sin vacilación ninguna, el fin para el que hemos sido creados”, rezábamos.      

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