domingo, 26 de mayo de 2013

01444-13.AGUAS ALTAS Y BARAÑES: El primer Golpe de Estado en España

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Los       Los calores del verano se hicieron tan extensos que peligraron los otoños su existencia y no parecieron aquellos otros tiempos primaveras; se helaron los inviernos. ¡Qué extraña naturaleza ésta!.

     Un malestar de nariz que por la frente se le subía le arrancó algunos accesos violentos y sofocantes.

- Tosigoso -dijo la mujer-

     Un nuevo movimiento convulsivo y ruidoso liberó la opresión que sentía sobre el pecho.

- ¡Jesús! -exclamo la misma mujer-

- Me llamo Manuel -Y quiso saber por qué le llamaba Jesús-

- No te llame a ti; no me refería a ti, barbitaheño, sino a la temeridad conque alientas tu estornudo; y si dije Jesús fue para protegerme de tu aliento y de la carga, que no halle en ese preciso momento mejor salvaguarda ni favorecedor mas idóneo para capturar tu vaho y ponerlo lejos de mi.

     Y era cierto que corrían guerras por esos mundos aquel año de mil seiscientos setenta y seis. El tercio de Aragón y Valencia, que guarnecía Cataluña de la embestida del perro francés, incorporó, por primera vez, a su contingente a jóvenes nacidos en los lugares de Aguas y Barañes. Señaló don Manuel, más laso y celenco que nunca, a los voluntarios, sin que de entre ellos, levantase ninguno la voz ni lo hicieran sus madres ni sus padres. Manuel Ivorra de Sexona se adelantó, se dijo para los adentros "que ya era hora", se presentó al sargento mayor, solicitando su incorporación junto a los mas torosos, que abandonaron una mañana aquellos lares, dejando en ellos cuantos penates fueron de su adoración el norte de sus vidas; tomó de la pared Lorenzo la espada de su padre para entregársela a su hijo, más no quiso Manuel tomarla por no ser digno de tanto mérito y honor, y dijo que en teniendo valor para tomarla lo haría con toda la dignidad que hubiera en el mundo; ante esto lloró Lorenzo, quién aseguró Manuel que allí estaría dispuesta para su mano. Los esfuerzos de Antigua por retroceder la decisión de su hijo Manuel no fondearon en rada propicia a su gusto, y hubo de regresar silente, excitada por tener presente a don Manuel tocándose el sarcocele.

               Y del mismo que separaron hombres para obtener sangre, se guardó en los pósitos de la casa partes de las cosechas de los distintos fuegos, para el contento de la plaza de Oran  donde la situación de las tropas que la guarecían se hacía, al día, muy calamitosa, conforme contara el sargento mayor don Juan Pascual, que giraba visita, por entonces, a la misma por mandato del Concejo  de Alicante, retornando con el consabido conocimiento de las muchas necesidades de los bravos que allí defendían la ley de Dios. De los soldados de Aguas y Barañes se supo por don Francisco Martínez de Vera que puestos en marcha por sus oficiales, llegaron el diez de enero de aquel año a Ariza, donde se sumaron a los mas de siete mil infantes y jinetes que engrosaban las huestes de don Juan José. Desde aquí pasaron a Hita, donde ocho grandes de Castilla, la flor y nata de la nobleza aragonesa y otros muchos nobles de diversos puntos del litoral mediterráneo, formaban con mas de quince mil hombres la más poderosa fuerza que en tiempos de paz se conociera en estos reinos. Desde aquí partieron a tomar el palacio del Buen Retiro, iniciándose aquel veintitrés de enero el primer golpe estado o pronunciamiento de los reinos de España. 

     Y de aquí vinieron a pasar los días.

     Recibió Lorenzo Ivorra de Flandes noticias de don Manuel para que fuera a verlo en su casa de la Cogolla; lo halló arropado con mucha ropa de abrigo, que dijo a poco de entrar el labrador, tener y sobre todo sentir mucho frío. Lorenzo le hizo ver que era aquello algo pasajero y que, en breve, sin dudarlo, se repondría de aquel estado que no era sino perecedero. Agradeció las buenas palabras que tenía para con él, máxime apreciándolas tantas ocasiones, y una en especial, que le tuvo procurado daño. Lorenzo replico que las cosas y los asuntos que hoy parecen urgentes y prioritarios dejan de serlo mañana en ambos sentidos, que la virtud está en recoger el pasado como bondadoso y en la medida de lo posible no tomarlo contra uno mismo. Abierto este inesperado diálogo entre los dos hombres, preguntó don Manuel sobre Manuel, respondiendo Lorenzo que no podía indicarlo donde se encontraba, salvo que, suponía, andaría por esos campos a la gresca que siempre proporciona toda guerra. Alegrose don Manuel al saber que su hijo se hallaba al servicio del rey, tal vez capitán. No dudo Lorenzo, llegado a este punto, en preguntar el por qué le negó la autoría de la imagen de la virgen, cuando tanto coste personal le procurara, hasta el punto de no lograr tallar nunca jamás. Don Manuel se abrió de brazos, tal vez era de agradecer que no se presentase como autor si tras aquella obra ninguna otra hiciera, y no contestó; si dijo que aquello, al paso de los tiempos, le producía cierta desolación y que esperaba, si la decisión de Dios se le tornaba propicia, abrazar a su hijo. En este punto le rogó Lorenzo que si tal hacía lo fuera hecho en privado y al amparo de la discreción, que él mismo se sentía, aún, turbado por el ataque a Antigua, añadiendo que en lo tocante al muchacho no era de recibo que ahora, al cabo de la vida, dejase al joven inscrito en el pasaje de los hijos de padres desafectos, que pensase en Manuel por una vez y a su favor. Después que tuvieron por terminados estos extremos refirió don Manuel a Lorenzo los apretados problemas que estaba causando la venta del exceso de obrajes, hasta aquel instante bajo responsabilidad de un tal Cástor, muchacho en demasía joven y que proclamaba, con su actitud, en el mercado en Alicante respetos poco deseados por la casa, de modo que no mucho tardaron en referirse quejas y reclamaciones al concejo por alpargateros y señeros, recordando estos que tales actividades y trabajos, fuera del gremio, estaban prohibidas desde finales de la pasada centuria a los no naturales de la ciudad; manifestaban las corporaciones el mucho daño que causaba tan desleal competencia e ilícito ejercicio por aquellos desvalidos miserables, que obraban fuera del control de los maestros del gremio, verdaderos profesionales y gentes aptas, como lo tenían demostrado, capaces de elaborar y dirigir la elaboración de productos tan necesarios y de cuya buena confección  y ejecución dependía el futuro, solicitando se impidiese la fabricación y venta de los mismos por gente extraña al oficio. El asunto era que la casa de Bosot no estaba dispuesta a perder estos ingresos que si bien no eran abundantes si suponían un añadido que cubría aspectos necesarios de la casa. La venta, pues, no se hacía, como hasta entonces, por el oficio de Cástor sino que él, Lorenzo, tomaría para sí la totalidad del excedente de ambos lugares y lo entregaría a un tal murciano que tenía casa en La Vila, quién sabría que hacer con el obraje.

     Como de costumbre Lorenzo asintió con las pretensiones de don Manuel...

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