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02522 (04.10.2015 - El poder sin dueño)
02522 (04.10.2015 - El poder sin dueño)
Pasaron
entonces, gritando, cantando, siguiendo a la bandera, dispuestos a morir por
sus iniquidades, convencidos de ser los elegidos para vivir en este mundo.
- ¡Malditos
paños de colores llamados banderas!
- Cada vez que se mueve el
mundo, yo pierdo la nariz –decía la calavera Calavero tratando de encontrar un
oyente que la escuchase sin preguntarle el por qué de aquel pensamiento, pues
aquel que pregunta sobre el sentido de lo dicho, ni ha entendido ni es capaz de
entender, que si bien no entender se soluciona entendiendo, ser incapaz de
entender no tiene solución, es una rémora pegada a la vanidad de los
pensamientos- En cuanto al fuego... ¿qué quieres que te diga?, el fuego es un
necio. Para existir necesita el fuego la vida de otro, un madero, pero cuando
el madero deja de existir porque es fuego, y el fuego alcanza su apogeo, muere
el fuego matando al madero.
Sentía
Las Hoyas como el cuerpo se desajustaba en sus necesidades y como el imperio de
la razón perecía entre unos elementos que le resultan nuevos y misteriosos.
-
¿Qué me ata a la vida?
Calavero sonreía, como siempre hacía, sin
que por ello mostrase en la curvatura una voluntad de alegría.
-
La enfermedad; una enfermedad
te ataba a la vida. Por ella es que no mueres. Como el fuego, las enfermedades
son como el fuego. Subsisten mientras vivimos, nos conducen por los vericuetos
del infierno y mueren cuando nos matan para alimentar su ego. Por la enfermedad
Hoyas es por la no mueres.
Alzó Hoyas la mano, su palma enseñando;
deteniendo las palabras de Calavero, la mirada clavada en el suelo.
-
Somos el soporte físico de
las enfermedades y vivimos para alimentarlas –dijo El Señor de Las Hoyas-
Miró a La Calavera ; ¡puñetas!
Sin embargo, siempre hallaba una razón que
tiraba de él; ¿con qué objeto?, a Hoyas, POR ENTONCES FRISANDO LOS CUARENTA
AÑOS, no le interesaba, solo deseaba morir; morir... ¿para qué?. Y decía...
insípido, sabiendo que no nos interesa lo que dice un insípido sino lo que dice
un payaso.
- La razón es, sin duda alguna,
la diosa erecta. Ha aprendido a moverse en el campo de los principios, sabe
resolver situaciones embarazosas con la aplicación sistemática de las reglas,
haciendo, por lo mismo, de su entendimiento un uso marginal, del conocimiento
una sin razón y de los sentidos un cuidadoso olvido. La razón encuentra el
fundamento de sus ideas en lo práctico, esto es, en la libertad basada en el
conocimiento, entiéndase la genuina razón, y por tanto en el plano previo,
entendimiento trasmitido, como en el plano posterior, entendimiento adquirido.
Lejos quedan las viejas cuestiones que pretendían discernir claramente las
disciplinas científicas, cuyos elementales soportes eran axiomas, pretendidos
científicos por el uso de la razón, esto es, la experiencia y el entendimiento,
de la tradicional metafísica, determinada por la sensibilidad, esto es, la
intuición. Ciertamente el mundo de la razón ha dado por falso el lejano intento
de que en vez de ser la naturaleza del conocimiento del hombre la que se rige
por la naturaleza del objeto, sea el objeto quién se rija por la capacidad de
conocer del hombre. Más la capacidad de conocer del hombre es arbitraria y
presidida por la ignorancia; la razón como facultad va ligada a la razón como
orden de la realidad, con el presupuesto de fondo de que la realidad tiene algo
de inteligible; la razón es lenguaje y a un tiempo es pensamiento; la razón
explica el mundo, se opone a la fe, al conocimiento revelado, y sin embargo ¿no
son los axiomas conocimiento revelado; la razón es sentido común; la razón no
es conocimiento revelado; la razón se opone a la experiencia; el entendimiento
es la capacidad de razonar y la razón la facultad más alta del espíritu,
mediante la cual se forma la metafísica; la razón triunfa sobre el
entendimiento; junto a la razón hay experiencias. Más ha de ser con la llegada
del Sistema de Inflexión que la razón es lo que permite al hombre dejar de ser
hombre para convertirse en hombre. Esto es, la razón es el concepto que afirma
la ignorancia. En la plenitud del Sistema de Inflexión, no sabemos si esta es
ascendente o decadente, o bien queda estabilidad en el vértice pleno, no se
basa la razón en la experiencia, no en el conocimiento, tampoco en el
entendimiento. La razón se sustenta sobre axiomas; la razón es fe. El axioma es
el resultado precientífico de la experimentación, y esta es dispar, y lo es
desde varios puntos de observación. En el punto espacial decimos que no en
todos los lugares se reproducen los mismos efectos naturales. En el punto
temporal decimos que no en todos los momentos se reproducen los mismos efectos
naturales. En el punto experimental no todos los sentidos reproducen, en el
tiempo y en el espacio, los mismos efectos naturales. Finalmente, el Punto
Histórico enseña que no todo el conocimiento reproduce los mismos efectos
naturales. Son efectos naturales el soporte precientífico que fija la
experimentación a través del entendimiento, propiciando el conocimiento y
estableciendo la razón. Y de igual modo que se convino que más allá de la
física se haya la metafísica, lo que fue un axioma para los antiguos, se
convino que más allá de la razón se haya la metarazón; lo que es un axioma para
los inflexivos. La metarazón es lo propio del Sistema del Inflexión. Determina
sus límites, le da carácter intrínseco frente a otros sistemas sociales, formas
de gobiernos, establece sus facultades, genera sus atribuciones. Esencialmente
determina a la razón como ciencia dentro de ámbito de aplicación. Cierra por el
este, por el oeste y por el sur, límites no franqueables por los guarismos
científicos. Un punto ordena y une la mediana. De estas tendencias de las
voluntades, idas y rebotes del entendimiento, del conocimiento, la voluntad es el norte y Sistema de
Inflexión es la razón como ciencia -El Señor de Las Hoyas se detuvo en este
punto-
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