jueves, 15 de agosto de 2013

01533-19.NECROLOGÍA: 01.Fuego, enfermedad y razón

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02522 (04.10.2015 - El poder sin dueño)


    Pasaron entonces, gritando, cantando, siguiendo a la bandera, dispuestos a morir por sus iniquidades, convencidos de ser los elegidos para vivir en este mundo.

-    ¡Malditos paños de colores llamados banderas!

-    Cada vez que se mueve el mundo, yo pierdo la nariz –decía la calavera Calavero tratando de encontrar un oyente que la escuchase sin preguntarle el por qué de aquel pensamiento, pues aquel que pregunta sobre el sentido de lo dicho, ni ha entendido ni es capaz de entender, que si bien no entender se soluciona entendiendo, ser incapaz de entender no tiene solución, es una rémora pegada a la vanidad de los pensamientos- En cuanto al fuego... ¿qué quieres que te diga?, el fuego es un necio. Para existir necesita el fuego la vida de otro, un madero, pero cuando el madero deja de existir porque es fuego, y el fuego alcanza su apogeo, muere el fuego matando al madero. 

        Sentía Las Hoyas como el cuerpo se desajustaba en sus necesidades y como el imperio de la razón perecía entre unos elementos que le resultan nuevos y misteriosos. 

-   ¿Qué me ata a la vida?

     Calavero sonreía, como siempre hacía, sin que por ello mostrase en la curvatura una voluntad de alegría.

-   La enfermedad; una enfermedad te ataba a la vida. Por ella es que no mueres. Como el fuego, las enfermedades son como el fuego. Subsisten mientras vivimos, nos conducen por los vericuetos del infierno y mueren cuando nos matan para alimentar su ego. Por la enfermedad Hoyas es por la no mueres.

     Alzó Hoyas la mano, su palma enseñando; deteniendo las palabras de Calavero, la mirada clavada en el suelo.

-   Somos el soporte físico de las enfermedades y vivimos para alimentarlas –dijo El Señor de Las Hoyas- 

     Miró a La Calavera; ¡puñetas!

     Sin embargo, siempre hallaba una razón que tiraba de él; ¿con qué objeto?, a Hoyas, POR ENTONCES FRISANDO LOS CUARENTA AÑOS, no le interesaba, solo deseaba morir; morir... ¿para qué?. Y decía... insípido, sabiendo que no nos interesa lo que dice un insípido sino lo que dice un payaso.


-    La razón es, sin duda alguna, la diosa erecta. Ha aprendido a moverse en el campo de los principios, sabe resolver situaciones embarazosas con la aplicación sistemática de las reglas, haciendo, por lo mismo, de su entendimiento un uso marginal, del conocimiento una sin razón y de los sentidos un cuidadoso olvido. La razón encuentra el fundamento de sus ideas en lo práctico, esto es, en la libertad basada en el conocimiento, entiéndase la genuina razón, y por tanto en el plano previo, entendimiento trasmitido, como en el plano posterior, entendimiento adquirido. Lejos quedan las viejas cuestiones que pretendían discernir claramente las disciplinas científicas, cuyos elementales soportes eran axiomas, pretendidos científicos por el uso de la razón, esto es, la experiencia y el entendimiento, de la tradicional metafísica, determinada por la sensibilidad, esto es, la intuición. Ciertamente el mundo de la razón ha dado por falso el lejano intento de que en vez de ser la naturaleza del conocimiento del hombre la que se rige por la naturaleza del objeto, sea el objeto quién se rija por la capacidad de conocer del hombre. Más la capacidad de conocer del hombre es arbitraria y presidida por la ignorancia; la razón como facultad va ligada a la razón como orden de la realidad, con el presupuesto de fondo de que la realidad tiene algo de inteligible; la razón es lenguaje y a un tiempo es pensamiento; la razón explica el mundo, se opone a la fe, al conocimiento revelado, y sin embargo ¿no son los axiomas conocimiento revelado; la razón es sentido común; la razón no es conocimiento revelado; la razón se opone a la experiencia; el entendimiento es la capacidad de razonar y la razón la facultad más alta del espíritu, mediante la cual se forma la metafísica; la razón triunfa sobre el entendimiento; junto a la razón hay experiencias. Más ha de ser con la llegada del Sistema de Inflexión que la razón es lo que permite al hombre dejar de ser hombre para convertirse en hombre. Esto es, la razón es el concepto que afirma la ignorancia. En la plenitud del Sistema de Inflexión, no sabemos si esta es ascendente o decadente, o bien queda estabilidad en el vértice pleno, no se basa la razón en la experiencia, no en el conocimiento, tampoco en el entendimiento. La razón se sustenta sobre axiomas; la razón es fe. El axioma es el resultado precientífico de la experimentación, y esta es dispar, y lo es desde varios puntos de observación. En el punto espacial decimos que no en todos los lugares se reproducen los mismos efectos naturales. En el punto temporal decimos que no en todos los momentos se reproducen los mismos efectos naturales. En el punto experimental no todos los sentidos reproducen, en el tiempo y en el espacio, los mismos efectos naturales. Finalmente, el Punto Histórico enseña que no todo el conocimiento reproduce los mismos efectos naturales. Son efectos naturales el soporte precientífico que fija la experimentación a través del entendimiento, propiciando el conocimiento y estableciendo la razón. Y de igual modo que se convino que más allá de la física se haya la metafísica, lo que fue un axioma para los antiguos, se convino que más allá de la razón se haya la metarazón; lo que es un axioma para los inflexivos. La metarazón es lo propio del Sistema del Inflexión. Determina sus límites, le da carácter intrínseco frente a otros sistemas sociales, formas de gobiernos, establece sus facultades, genera sus atribuciones. Esencialmente determina a la razón como ciencia dentro de ámbito de aplicación. Cierra por el este, por el oeste y por el sur, límites no franqueables por los guarismos científicos. Un punto ordena y une la mediana. De estas tendencias de las voluntades, idas y rebotes del entendimiento, del conocimiento,  la voluntad es el norte y Sistema de Inflexión es la razón como ciencia -El Señor de Las Hoyas se detuvo en este punto- 

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