jueves, 22 de agosto de 2013

01539-04.IMPOSIBLES: De la ducha y de la playa

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      Mientras La Centona se duchaba, cagaba El Centón.

- Ya ves... -hacia fuerza El Centón- hay momentos en los que todo se vuelve oscuro. He comido y bebido, como cualquier animal he comido y he bebido, y ahora, ta ves... extraigo la comida y extraigo la bebida de mi cuerpo de animal. A Dios ésto no le pasa; ni como ni bebe, ni extrae de su inexistente cuerpo lo anteriormente ingerido. ¿Qué clase de "dios" es ese que es distinto de los animales y que, además, los gobierna?. ¿Aceptaría el Hombre que "un león", que es distinto a los hombres, gobernase a los hombres?, y sin embargo acepta el Hombre que un "dios", que es distinto a los hombres, gobierne a los hombres. ¿No contestas?..., podía habernos hecho de cuerpo inexistente, de modo que ni comeríamos ni beberíamos, ni... cagaríamos. ¿Sabes que cagar es la esencia del hombre?..., sin cagar la vida no es posible; te permite aportar materia orgánica a la naturaleza, comer de nuevo, ser como los animales pero no ser como dios, ya que ni los animales se limpian el culo ni dios caga. El hombre es un término medio en medio de la nada que hay entre el animal y dios... -volvía a hacer fuerza El Centón-

- ¿Qué dices mi amor?

      Se retorcía El Centón.

- ¿Qué dices mi amor? -preguntaba, de nuevo, La Centona, ahora con voz más elevada entre las gotas de agua que golpeaban la bañera y nada dejaban oír a La Centona- 

     Se aliviaba El Centón.

- No te oigo mi amor - insistía La Centona- Apenas algunas palabras sueltas de ti me alcanzan.

    Olía la estancia a jabón, a jabón oloroso olía la estancia, expandido por el indeterminado desflogisticado que llenaba el lugar, que al Centón llegaba entremezclado con el túfillo ardiente de sus entrañas. Todo parecía ser lo deseado, aunque no lo fuera. Sudaba la frente. Ciertamente se agrandaba el falo que introducido estaba en el cuévano de la taza, como por un resorte accionado, al pairo de la forma inmaterial pegada a la cortina, la que se movía entre las aguas con jabón emparentadas. Todo era mirar, y mirar era alcanzar lo deseado, como si del infinito mismo se tratase..., más nada se alcanza si todo tiende al límite. Despertó.

      ¿O no despertó?. Cada empuje traía consigo añadido unas bolitas de flogisto, que subiendo por la espalda rompiánse al punto que entraba en contacto con esa indiferente línea que separa al mar del espacio. Les acompañaba un leve murmullo, algo parecido a una melodía apenas expresado, y tras las bolitas subía, silenciosa, una masa de carne, como acartonada, que ponía fin a su altura llegando a esa línea indiferente línea que separa al mar del espacio. A lo lejos la arena, gente en la orilla se baña; ¿qué diferencia hay entre el agua dulce y el agua salada?

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