miércoles, 31 de octubre de 2012

01211-02.EL PREDIO: Hesperia

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     No parecía que fuese como ella lo había contado, le decía Jacobo a Hesperia cuando quedaron solos, estaba claro que su prima pensaba seguir trabajando y que el taxista tenía conciencia de aquello. Era cierto, no lo negaba, que ser camarera en el Samper no representaba la esencia de la libertad, pero al menos daba a su prima la consideración esencial de poseer el concepto de independencia, tan necesario para morir en paz. El amor esta bien cuando todo lo que le rodea es amor, pero el amor se funde sino tiene a quien entregarse. “¿Crees qué todo se mueve y cambia?” preguntaba a Hesperia mientras miraba a la luna extendida sobre el mar, “ahí la tienes, viviendo en soledad. ¿Tú crees que ella conoce el concepto dialéctico de su soledad?. ¿Dispone la luna de ideas?. ¿Sabe que está en el universo?. ¿Tiene espíritu?, un espíritu capaz de descubrir el universo. Aveces Hesperia no se si camino entre las cosas hacia las ideas, o son las ideas las que me hacen caminar sobre las cosas, y me  cuesta comprender que todo tenga un principio y un fin, y entreambos no acierto a vislumbrar la evolución, el cambio en el movimiento. Es cierto que dios es un invento humano, es cierto que la luna es un astro solitario y es cierto que yo soy el mismo destino sin futuro. Anunciar un triunfo es ocultar un fracaso”. En este punto Jacobo observo los ojos húmedos de Hesperia. “Un día tendré que casarme con la mujer que me permita alcanzar el tesoro que estoy buscando. Ese día Hesperia te necesitare; ¿para qué?. Alguien tendrá que llevarme ante el funcionario que recoja mi firma en un contrato matrimonial, porque yo solo, Hesperia, no se si podré acercarme al documento, estampar mi firma y mirar a mi socio matrimonial”. Hesperia escuchaba como parte que era de su trabajo. “Hace unos días volví a ver a Aglaya, una mujer fascinante, ¿lo sabías?. La encontré por la calle, la acompañaba su hija, ¿cómo dijo que se llamaba?, no lo recuerdo. Aglaya me explico el cambio de las cosas, tal como tú te niegas a verlas, nada hay definitivo, nada es sagrado, nada es absoluto, todo es caduco, las cosas caen, envejecen, desaparecen, por lo tanto nada tiene razón de ser cuando caduca y sufre del destino mortal. Todo, me decía, es un proceso transitorio hacía..., ¿hacía dónde?”. Había dejado el ambiguo contemplar de la luna extendida sobre el mar al través de las palmas inhiestas de las palmeras sobre el Paseo de Los Mártires, para observar la chorrera, sobre la pared, naciente en una obertura de la canal que, de ordinario, recogía las aguas del cielo. “Yo no se qué es lo natural. ¿Es natural esta chorrera?. Fue preciso que el hombre construyese esta casa, y que inventase los canales y aplicase la canalización en esta casa, precisamente en esta pared, que se rompiese la canal y dejase el agua la señal de su paso por aquí. No se definir lo natural, salvo en mi sentido artificial de lo natural. Tú y yo. Follamos. Y de ese acto yo obtengo un placer y tú una renta. Si estuviésemos casados, ambos deberíamos de obtener un placer. Pero según la naturaleza, debemos de follar para procrear. Tal y como nos vemos, tu trabajo es antinatural y antinatural es mi placer”. Cuando Hesperia se recogió en la cama, Jacobo aún miraba más allá de las palmeras. Era necesario que Jacobo se entregase al sueño entre las leves caricias proporcionadas por las manos de Hesperia, quién al percibir el primer incipiente ronquido, cerró los ojos, pasando a mejor plano de la existencia. Sobre una nube gruesa se apoyaba la tierra con una de sus manos; a Hesperia lo que le preocupaba es sobre dónde se apoyaban los pies de la tierra, quien, entretanto, indiferente a Hesperia, hablaba con la luna sobre la posibilidad de abandonar el sistema solar. La luna, según parecía al entendimiento de Hesperia, no comprendía a la Tierra, pues... ¿qué necesidad tenía la tierra de soportar el peso de plantas y animales exigiendo?, desagradecidos y estúpidos a un mismo tiempo. Se estaba mejor con las piedras silenciosas, las que permanecen inmóviles mientras no son meneadas de sitio, las piedras que no comen, no beben, no sienten ni conocen de ninguna existencia, por lo que no presentan quejas, abandonos ni querencias. Las piedras que no valen por si mismas, que no modifican el medio ambiente, porque “ya ves que te pasa a ti, Tierra, que das vida a quién luego te reclama tu muerte”. Hesperia, mientras tanto aplicaba su oído a lo dicho por la Luna a la Tierra, buscaba el soporte duro sobre el que se apoyaba la tierra, encontrando allí a Justino, agazapado..., “te recomendé a mi hermano para que fueses la esposa de mi sobrino, pero cuando supo mi hermano de tu profesión se negó, por eso fue que yo te monté como ya antes lo había hecho con mi cuñada”. Pero, ¿por qué?.  

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