jueves, 19 de septiembre de 2013

01579-89.GENERALIDADES: 01.Teología de la Liberación: 01.Hacia un nuevo cisma.

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                                            I: DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

        Hagamos de los pobres una opción preferencial, sintamos el horror de la pobreza, ejerzamos una experiencia y un compromiso del trabajo con y para los pobres, demos a los pobres la posibilidad de crear su propia historia. Tenemos que eliminar la injusticia, acabar con la explotación, crear oportunidades, lograr la liberación económica, la política, la social, la ideológica... es de lo que habla la Teología de La Liberación. Y consentir todo lo anterior, esto es la pobreza, es un PECADO SOCIAL, de manera que si bien todo "pecado" es, por definición, personal, tal se convierto en "social" cuando repercute en los demás y obra dentro de un comportamiento colectivo, de modo que todos esos "pecados personales" se transformar en un "pecado social" donde las personas son las responsables de "no ocuparse" en la desaparición de la injusticia, de no imponer los derechos de las personas, la libertad, la integridad.

      La Teoría de la Liberación condena el empobrecimiento que sostiene la pobreza y su permanencia, destaca como más allá del "pecado individual" se forja el "pecado social" que es estructural, institucional y violento, y pide una "civilización de la pobreza" frente a la actual "civilización de la riqueza", ya que los derechos del pobre son los propios de Dios, pues Dios eligió a los pobres y ejerce sobre ellos una opción preferencial, es decir, en el Reino de Dios entraran los pobres, los ricos no.

     Sin embargo, y curiosamente, los que han hecho de la IGLESIA CATÓLICA una organización acaudala y con un inmenso patrimonio... han sido los ricos, los que no entraran en el Reino de Dios.


                                         II: ANTECEDENTES SOBRE LA POBREZA


       El SEGUNDO PRINCIPIO SOCIAL DE LA POBREZA de Cómodo Centón dice que la existencia del rico requiere imperativamente de la existencia de muchos pobres, lo que no es nuevo y ya fue expuesto, en su día, por diferentes HEREJÍAS. Así..., los FRATICELLI (1300-1500) persisten en la convicción, ya manifestada anteriormente, de que sin pobreza no es posible alcanzar a Dios, quién lo da todo. El Gran Vigilante (Obispo de Roma) de la Iglesia es el mayor de los herejes, ya que vulnera la ortodoxia original de la pobreza en una ostentosa manifestación de riqueza, lo que se hace por medio del concepto de “príncipe de la iglesia” y la “dignidad de la misma”. Nace de tal modo el concepto de una “iglesia espiritual”, que rehuye de la pompa, frente a otra “iglesia carnal” donde los impíos reparten sacramentos. Y en la misma línea están los FRAILES APOSTÓLICOS (1250-1307) , quienes manifiestan como la Iglesia Católica es el receptáculo de Lo Anti-Eterno. Frente a esto solo cabe la “pobreza” y una creencia mística dentro de una concepción naturalista del mundo donde todo es Dios. El fin de los tiempos está cerca, dicen, y entonces descansara el espíritu. Se aboga por la destrucción de la jerarquía y del feudalismo, y busca una sociedad de iguales, de ayuda mutua, de respeto e igualdad de sexos, de la propiedad común. La “historia”, se afirma, ha cumplido con diversas fases evolutivas, desde la multiplicación de la humanidad, pasando por la castidad y pobreza, vulneradas por la decadencia moral y acumulación de riquezas, siendo en estos momentos de regreso a la pobreza y exaltación de la castidad.

       En la misma vía tenemos a los LOLARDOS (siglo XIV) donde pudiendo haber una relación directa entre Dios y el Hombre, en cuanto a la salvación, no se precisa de la intermediación de la “iglesia”. De tal modo la “iglesia visible”, la que se sostiene sobre materia y se estructura en un principio de autoridad se concibe, en un primer momento, como reformable. Lejos de aquí, tenemos a la “iglesia invisible”, que es la verdadera, donde la gracia es otorgada por Dios al Hombre, de forma directa, sin intermediario, pero dicha gracia pierde valor si por el Hombre hay una comisión delincuencial. Toma cuerpo la idea si damos por bueno el papel del predestino por Dios, de tal manera que la “iglesia”, como elemento de salvación no tiene sentido y por tanto debe desaparecer, esto es, hay que acabar con su dominio tanto espiritual como terrenal, ya que Dios es el único que posee “dominio” al tiempo que está en todas partes, de tal manera que la servidumbre y la propiedad son imperfectos y frutos de la vulneración del Hombre, siendo así que servidumbre y propiedad deban de ser suprimidos. Los HUSITAS (siglos XIV-XV)  hablan de la pobreza eclesiástica, el castigo sin distinciones de clases, el rechazo de la “iglesia”, que esta corrompida, y el solo regirse por la “escritura” siguen adquiriendo fuerza en la Idea del Hombre, añadiéndose la exigencia sobre la libertad de predicación, la eliminación del “estadio de espera” intermedio entre premio y castigo, y la supresión de la adquisición de riqueza a cambio de la eliminación de las penas adheridas a la violación de la recta posición frente a Lo Eterno. 


                                                  III: DEL SANTO OFICIO

La CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE que si bien insiste en el compromiso de la Iglesia Católica con los pobres, niega la aceptación de la Teología de La Liberación en cuanto a su opción preferencial, ya que los postulados que la sostienen son "marxistas", esto es, totalitarios, partidistas, violentos, que promueva la lucha contra el rico por el hecho solo de serlo, estableciendo un clasismo de la pobreza que niega la estructura sacramental y jerárquica en virtud de una lectura política del "evangelio". Pero, y además, la Teología de la Liberación es rebelión, división, ofensa y anarquía, y produce gran sufrimiento en la Iglesia Católica.


                                              IV: EL PAPA FRANCISCO

La opción por los pobres es de Juan XXIII en 1962 y durante Vaticano II. En 1968 los jesuitas la incorporan a sus exposiciones. El Papa Francisco es jesuita.

Parece que algo quiere cambiar en la IGLESIA CATÓLICA; los cambios efectuados por el Papa Francisco quieren ir en esa dirección, pero cambiar la estructura y la ideología de la Iglesia Católica implica, necesariamente, su destrucción tal como hoy la conocemos y que no es sino el resultado de dos mil años de enriquecimiento sostenido, nadando en un mar de dos orillas, donde los ricos ocupan una de ellas y los ricos la otra. Tal vez los ricos no entren en el Reino de Dios pero siguen entrando en el Vaticano. Y renunciar a los ricos es aceptar la pobreza, pero la pobreza de la Iglesia Católica, la material y la de la influencia. Y esto, en sentido estricto, no es aceptable ni por el propio Papa Francisco. 

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