martes, 22 de octubre de 2013

01628-09.IMPOSIBLES: En un mar verde de colores

DOCUMENTO ANTERIOR: 01612

DOCUMENTO POSTERIOR:  01701


           Mientras subía, sobre los escalones, hacia abajo, pude ver, allá arriba, la cola de gentes hacerse más pequeña; ellos se habían puesto en cola, yo entraba sin haber padecido el tiempo perderse en la cola. 

       Cuando el Hombre abrió la puerta vi un mar verde de colores imposibles; quieto parecía sosegado, estancando y aparentemente abierto, el mar que yo veía era de verde esmeralda al tiempo que se oscurecía: Se movía apenas, como queriendo hacerme ver que se movía, y el tiempo pasaba sobre su calma superficie agitando la vida. El Hombre, que me miraba, nada decía, y yo le preguntaba cosas que no preguntaba mientras miraba al mar verde esmeralda que se oscurecía. La costa era marrón en su contorno más llamativo, de piedras negras encastradas en una aparente playa vacía. Todo al borde de un precipicio, que yo no veía, me decía que aquel agua sin sal, salada al probarla sabía, que no era verde el agua, sino de esmeraldas flotantes vivas, que por la noche nunca oscurecía. Al fondo pude ver unas algas de la color del fuego, sabían a amarillas, rojas parecían, olían a azul los colores de aquel fuego que de las algas salía. Junto a ellas una montaña pequeña decrecía en lágrimas azules que, poco a poco, se incorporaban al mar verde que no las quería., mar que se agitaba lentamente pero constante sobre un fondo que no existía y un cielo sin color que no se veía.

       ¿Dónde está la vida? pregunte al Hombre entre aquella visión que me poseía; "quiero renunciar" le dije a la extraña vida de la que vengo, "quiero existir  en este fango de fuego y refrescarme en ese agua de hielo" le dije, y quise decirle algo más... que no recuerdo, porque entonces se movía el agua de una parte a todas las partes, que alejarse de las lágrimas azules de la pequeña montaña quería, pero no podía, pues habitaba sobre aquel fondo sin fondo que la poseía; era agua devinta aquella agua que, violenta, giraba sobre sí misma. El Hombre sonreía....

        ¿Qué lugar era aquel que tanta admiración en mí producía?... rodeado de espinas. 

        Y al punto que cuanto allí viera se hundía, una larga fila de gentes habladoras se acercaba, por su cola, a mi persona. Se asemejaba a un milagro, si yo creyera en los milagros, ver como crecía la fila sin que nadie a la misma se incorporase, mientras yo retrocedía y a retroceder me negaba.

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