domingo, 28 de febrero de 2010

00033-02.ALICANTE: 00.Las Horcas

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Desde la casa de la esquina, primera que dispusiera de ascensor en esta ciudad de Alicante, Cómodo Centón veía al fondo de la Mayor venir a la noble comitiva. Miró luego a su derecha y vio junto a la fuente de agua de Sax beber al Verdugo, agua clara, excelente agua, venida a la vida para ser alimento; allí perecieron Tomas Climent, Francisco Rojas, Eduvigis Martinez y Alfonsa Manuela de Vera, reos de condición..., por axfisia de soga puesta al gaznate. No porque irrumpiesen los cuatro a festejarse en el mismo tálamo, no porque injuriasen al rey, no porque cometiesen sacrilegio, escapasen de las quintas, burlasen los consumos o dedicaránse a la prostitución y al proxenetismo, ni tampoco porque anduviesen desafectos al estado ni sediciosos, hubieren provocado desordenes públicos, repartido propagandas ilegales, guardado deposito de armas, falsificado, denunciado, quebrantado, violado sepulturas, ni porque fuesen adeptos a los juegos prohibidos, ni tampoco porque robasen, violasen, lesionasen, matasen... no, los cautivos habían parado su última procesión a poco de pasar por Ferrisa, la grande puerta que de los sucesores de Ebn-Omar fuera. Viéndolos Cómodo desde donde queda dicho y concluyendo que a tal paso aún tardarían algo en llegar a LAS HORCAS, dio vuelta en giro sobre sí mismo y encaminó la delantera de sus zapatos al kiosco Monumental, evitando el parterre, apoyándose en el mostrador circular y pidiendo una cerveza el Neblí. ¡Ah...!. Y de este modo esperó Cómodo el crujir de la respiración ajena. Más no crean que por ello Alicante habíase alterado, pues que cuatro seres humanos fuesen a ser ajusticiados podía tener tanto interés como que un convoy de energía nuclear cruzase el casco urbano. Miró su cerveza..., asomaron los reos, calificados de relapsos y pertinaces los dos últimos, de negativo el segundo, y de prófugo y rebelde el primero, traídos de marras y atados en el Vall. Cómodo, que bebía su cerveza con gusto a caldo descompuesto, pagó. La caballería exoneró parte del vientre, quedando las heces de la justicia por recoger. Al pasar por delante de él y antes de subir a los aparatos de tormento, Cómodo les pudo preguntar sobre su desgracia, y es que habían alumbrado con espléndidas antorchas la calle donde vivian, y por esto varias veces habían sido recriminados por las autoridades del Consejo, pues la ley lo decía bien claro: solo el rey alumbra su poder en la noche.

2 comentarios:

  1. La verdad es que cuando lees cosas como estas,aunque suene a conformarse una piensa lo muy bien que estamos ahora en comparación aunque eso no quiere decir que hoy en dia se respeten plenamente las libertades. Me encanta este fragmento de tu libro Santi y me gusta mucho la selección que estás haciendo de tu obra para este blog y los escritos nuevos ,por ahora también me están gustando.Eres un diamante por descubrir...en serio.

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  2. Pues yo creo que se lo merecian, contaminación lumínica, menudos hideputa

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