lunes, 8 de febrero de 2010

00005-01.JIJONA: 00.Año1998: ¿Truenos?

Estrépito, fragor, estampido.
Un ruido.
El trabuco naranjero.

Es difícil imaginar a las gentes de Al-Azraq y a las huestes de Jaime I de Aragón, por el año de 1276, manejándose por los valles de Gallinera y Alcalá con un arcabuz en la mano; es más fácil verlos de espadas y cuchillos puestos, de picas, de arcos y ballestas. Es difícil de imaginarlos de un cañón provistos. Mas si la acción emprendida era ejecutada por caballeros, lo que era de ordinario y al uso, se empleaban más y más se decantaban por el filo de la espada, más difícil es imaginarlos de armas de fuego portando.

Las primeras comparsas, derivación de las compañias que se constituyen para la defensa de la costa de Alicante de berberiscos y sarracenos, se forman tras la expulsión de los moriscos en 1609; es fácil imaginar el uso de la arcabucería para despejar el campo de moros.

Si trasladamos la idea, la razón, el sentido de la fiesta, a los tiempos de Al-Azraq y Jaime de Aragón, deberíamos de alardear de ballestas, de picas, de espadas. Si consideramos que el origen es la expulsión de los moriscos bien estarán los arcabuces. Sin embargo, si la pretensión es celebrar una guerra de conquista mora y reconquista cristiana deberíamos emplear en las batallas espadas y ballestas. Si lo que buscamos es celebrar la victoria sobre los moriscos, lo haremos con arcabuces y mosquetes.

El sentido generalizado de la historia, presentación de los ejércitos, conquista mora, reconquista cristiana, nos lleva a considerar la idea primigenia de la fiesta en los tiempos de Al-Azraq y de Jaime de Aragón, con lo cual deberíamos de usar en los alardos las espadas y las ballestas, rechazando, de plano, toda acción de armas de fuego. Más, si adoptamos una visión histórica del inicio de la fiesta, debemos afirmar que en aquel momento de su nacimiento el uso social del arcabuz tiende a quedarse en manos de plebeyos, mientras los ejércitos del siglo XVIII y sus clases dominantes acceden al uso del fusil de chispa. Y si , además, consideramos válida la pretensión popular de los festejos al día que se inventan, deberíamos usar el arcabuz, más sin rechazar de plano ni espadas ni ballestas.

Escenificar una guerra sin cuartel en una calle de un pueblo cualquiera es, en sí misma, una idea belicosa, una demostración de fuerza y de poder en unos instántes históricos, primera mitad y último tercio del siglo XVIII, donde la monarquía española recelaba mucho de la posesión de armas por parte del plebeyo; de ahí la alternación de las prohibiciones y permisos para alardear de fuego. Ahora bie, el trabuco del bandolero, el arma que emprende la posibilidad de recelar de la ley y de ajustarse a otras medidas personales, no es en el siglo XIX poder que inquiete a la clase dominante, de modo que su uso, ya lejos del específico de la caza, queda reducido al mundo festero que imaginaron aquellos primeros "cristianos-moros y católicos-cristianos".

¿Truenos?.

Depende de la posición que se derive de lo antedicho.

Lo cierto es que pretender celebrar una guerra sin batallas, sin vencidos y sin victoriosos, sería un insulto. Celebrar una guerra sin ejércitos, sin embajadas, sin moros traidores, celebrar una guerra sin humo, sin fuego, ¿qué clase de guerra?.

1 comentario:

  1. Nunca volvere a ver las fiestas de San Blas con inocencia, seguro que analizo si van armados correctamente o debo poner una reclamación

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