miércoles, 10 de febrero de 2010

00008-01.PRESIDENTE DE IMPALA: 00.Las personaas y los trabajos

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- La historia está llena de hombres que hicieron con el mundo lo que quisieron, hombres llenos de ínfulas, polvoristas y tocados de pompón. Hombres que aparecen en los libros, sobre pedestales, a lomos de animales, en retratos infalibles a la vera de atabales y pífanos, escudos y menciones, bates y cantores, admirados y considerados, hombres que, a la luz de sus valores, se divirtieron con las vidas de sus feudatarios, hombres que solo atendieron a su personal consideración y razón histórica. ¿Por qué, dices?. Cuando me vaya de vacaciones quiero que todos os vengaís conmigo.
María, de la respuesta, no sabía por qué, sintió frío.
Sintió hambre.
Y felicidad.
De camino a la cocina se cruzó con La Ropera, con La Costurera, con El Conductor, y a todos saludó como era costumbre en ella hacerlo. "¿Cómo elegir a un paniaguado?". preguntó El Empireo; lo primero, un paniaguado nunca enferma, no quire vacaciones, no tiene familia. Un paniaguado es solo un cuerpo al que la Naturaleza le dió vida. Así entendido, El Empireo elegía a sus paniaguados por su característica más extraordinaria; en el caso de La Cocinera era preciso que cumpliese dos condiciones: la primera, evidente, que supiera cocinar, la segunda, chocante, que solo supiese cocinar. Bien entendido El Presidente buscaba una cocinera que supiera cocinar, no buscaba una cocinera que supiera planchar, o bien que supiera lavar, o bien coser, ni quería una cocinera que se entretuviese en otros asuntos o temas que no fuesen los propios de la cocina. Para coser buscaría a una costurera, pero que a su vez no supiera hacer sino coser. ¿Para qué servía una costurera cuando no cosía?; ¿querría ir al cine?, ¿a qué?, ¿a ver una película?, ¿para qué?, ¿qué clase de costurera era esa que veía cine?. Se trataba de ver a La Cocinera en su cocina, guarecida de las tempestades, de las vanidades y de los divertimentos que solo la conducirían a hacer cabriolas. Era preciso que La Cocinera se aplicase en sus perolos, emplease toda su sesera en la manipulación de los alimentos y alejase de sí cualquier conocimiento que no fuese el específico de su trabajo, ya que de otro modo el salario empleado en ella perdería su justo valor al ser compartido por otros campos de la actividad humana. Esta comprensión se extendía a La Ropera, a La Costurera, a La Limpiadora, a La Compradora, al Conductor y al eceterá; el caso del Panetero era otro, pues le atañía el entendimiento general de las cosas.

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