martes, 9 de febrero de 2010

00007-01.NECROLOGIA: 00.Reposaba la cabeza el Señor de Las Hoyas

Sin documento anterior
Ver documento posterior 00082 
Reposaba; reposaba la cabeza el Señor de Las Hoyas, POR ENTONCES FRISANDO LOS CINCUENTA AÑOS, sobre el tablero de la mesa. Los ojos vacíos, la mente descubierta, las plumas de escribir desperdigadas , la Vela y la Calavera. ¿Cómo sabe la muerte, estando como esta muerta, qué estoy vivo?
Se decía
- ¿Qué dice? -preguntaba La Vela, llameando-
- Algo que un muerto nunca se pregunta
Respondió La Calavera.
Hoyas les oía.
En aquel día de traición reposaba la vida.
Solo deseaba morir; morir..., ¿para qué?
- Cuando el pensamiento se apoya en ejemplos, el pensamiento carece de argumentos -dijo Senescencia a su patrocinado, POR ENTONCES FRISANDO LOS SESENTA AÑOS, cuando solo deseaba morir..., ¿para qué?-
En aquel día que fuera abandonado por Odeón , por razón de una traición que cometiera, POR ENTONCES FRISANDO LOS CINCUENTA AÑOS, quién necesitaba las piernas de Matilda y de Leonor el sudario que lo contuviera; el amor que le viniera de Odeón, se le iba con ella. Todo vagas palabras luciéndose, envueltas en dicho mordaz, meditación trivial, algo destinado a entrever , sin fin útil, ¿para qué?
La máquina expelía luz blanca sobre la cabeza del Señor de Las Hoyas, sobre la mesa reposaba, a lo lejos los gritos del Viejo Loco, los ladridos del Perro Ciego y en la pantalla blanca escrito: somos animales que cagan.
Y el tiempo
en coudlibeto
con el espacio.
Mientras alumbraba la máquina , que lanzaba blanca luz sobre la cabeza reposando del Señor de Las Hoyas, quién solo deseaba morir..., ¿para qué? y por ENTONCES FRISANDO LOS SETENTA AÑOS la sala que Senescencia había dispuesto para él, donde podría evacuar sus últimos sentimientos, los definitivos pensamientos. Era tiempo de dejarlo al amparo del Anciano; era tiempo pasado cuando Hoyas recibió a Senescencia en la Casa de Aguas como si de ella siempre hubiese sabido su llegada, era como una mujer encantada dispuesta a desencantarlo todo, desde las tripas a las entrañas.
El Señor de Las hoyas, POR ENTONCES FRISANDO LOS SESENTA AÑOS, guarecido bajo el alpende, sostenía en su diestra un abrecartas, la carta en la siniestra, observado por las columnas que le decían "ábrela, cobarde".
- Defecar es pura prosa imposible de describir; lo cierto es que somos felices exonerando las sobras, recuperamos el humor y las ansias desmedidas de amar, porque... ¿quién puede copular mientras caga?

No hay comentarios:

Publicar un comentario