sábado, 4 de febrero de 2017

03405-70.EL VIAJERO MADURO: 07.Munich (Alemania): 02.El Castillo del Cisne

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03402 (03.02.2017 - 06.Munich (Alemania): 01.Castillo del Cisne)

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    El CASTILLO DEL CISNE, también conocido como Castillo de Neuschwanstein (Nueva Piedra del Cisne) o Castillo del Rey Loco (Luis II de Baviera) se sitúa al filo norte de la Cordillera de Los Alpes, con el desfiladero de Póllat al este y frente a la llanura bávara al oeste, junto al lago de Alpsse y la ciudad de Füssen, a apenas unos pocos kilómetros de la frontera con Austria. Alza su estructura sobre unos 65 metros en una antigua punta de sílex de algo más de cien metros, dentro del distrito de Schwan-gau y en la zona de Hohen-schwangau, antes llamado Schwan-stein o Piedra del Cisne. En el citado desfiladero, al fondo del cual cual hay un puente y está La Virgen, se situaban dos pequeños castillos;  Vorderhohen-schwangau o Frente a Hohen-schwangau, un palacete románico, y Hinterhohen-schwangau o Detrás de Hohen-schwangau, una torre fortificada, hoy "el mirador" citado en el documento anterior llamado "06.Munich".

    Realizadas las fotos en las zonas de vistas del mirador, inicia El Centón los últimos metros de ascenso al castillo. La pared blanca de la fábrica se expande, poco a poco, conforme se acerca Cómodo Centón, hasta alcanzar los 150 metros de longitud. La primera impresión es la de que fuera una abadía benedictina de muros discontinuos con tres torres desiguales, una cuadrada a la izquierda, una redonda en el centro y otra redonda a la derecha, presentando multitud de ventanas y con una altura máxima de diez pisos en las dos torres esquinadas, que da la impresión, por la disposición de los huecos que son escaleras, y de cinco alturas el resto. Y el primer impacto es que tal visión de abadía resta prestancia al edificio. En general se ven ventanas románicas, con uno o dos parteluces, sobre fachada lisa de caliza blanca y mármol en ventanas, sostenido todo por ladrillo, y terminaciones de techumbres en negro. 

    Queda todavía un pequeño repecho hasta alcanzar la BARBACANA o estructura defensiva que contiene la puerta de entrada y que, como se dijo, está tras unos andamios. Cruza El Centón la PUERTA DE ENTRADA que es de madera y tras recorrer un túnel accede al PRIMER PATIO. Un mirador en esta zona permite ver el PUENTE DEL DESFILADERO sobre una profunda garganta hermosamente blanca y culminada en una sucesión de sílex montañosos que engrandecen el sistema. Una escalera llena de nieve y una prohibición de acceso al PATIO PRINCIPAL impiden a Cómodo subir los escalones. La visión aquí es de dos edificios, uno a la derecha de aspecto románico, dominado por la TORRE CUADRADA y su continuación, mientras que se ve a la izquierda un edificio más pequeño y que quiere ser gótico, con torres más pequeñas y terminadas en pináculos negros. A la derecha se ve un edificio que enlaza la Torre Cuadrada con la Barbacana y a la que llaman CASA DE LOS CABALLEROS, que no visita El Centón porque no se lo permiten.

    Tras pasar el CONTROL DE ACCESO, se inicia, en la Torre Cuadrada, la subida de escalones hasta acceder a una GALERÍA, donde El Centón recibe el aparato de auto-guía, que presenta a la izquierda una sucesión de huecos de arcos de medio punto que contienen ventanas con parteluz y permiten la visión, al frente, del llamado CUARTO DE LAS DAMAS, de tres plantas, que, por no estar permitido, no se visita. 

    Tras la anterior galería se accede al PALACIO de cinco plantas. La decoración de paredes, techo y columnas es abrumadora, haciendo referencia siempre a las veleidades mentales de su promotor, dentro de un inexistente mundo de caballeros y damas, que nos conduce a unos ámbitos de grandeza moral y ética personal, donde la pureza de los sentimientos se sitúa por encima de la razón; todo es bello, colorido y bonito, y en todo momento la miseria y la pobreza se ignoran y ocultan por un ansia de ego personal que todo lo invade y perfora hasta sus entrañas. Una galería que sigue permite ver las DEPENDENCIAS DEL SERVICIO, agradables y perfectamente amueblados en roble macizo, y que ya de por sí son excelentes, pero que parecen el chocolate del loro si se las compara con lo que Cómodo ha visto y está a punto de ver. 

    Desde esta PRIMERA PLANTA se llega a la ESCALERA DEL REY, que es redonda y amplia, prohibida para el servicio, y que culmina en una espléndida palmera dibujada en el techo y con amplio colorido. 

   De tal manera alcanzamos la TERCERA PLANTA. Aquí se sitúa la CASA DEL REY (Pisito de Soltero) con varias dependencias. En el centro se situa el comedor, el despacho, una sala de estar, y sigue un segundo conjunto donde se ubica el dormitorio, otra sala de estar, y la gruta, entre otros más pero sin biblioteca. Todo el conjunto es una exageración decorativa, llena de mobiliario y objetos decorativos, con sillones y mesas en extrema cuantía si consideramos que es un "pisito de soltero", en su mayor parte innecesarios en el espacio y que lo reducen a su mínima expresión espacial,  muy cargante y claustrofobico, donde moverse libremente, especialmente para la sirvienta de la limpieza, es un problema, y un dilema físico para el ejercicio de una vida casera y normal, pero que configura niveles elevados de intimidad a la par que de absoluta soledad. La zona está bien como expresión bella basada en un gótico recargado y ciertamente angustioso, pero no deja de dar la sensación de una hermosa cárcel donde no ser molestado, adquirir elevados tonos de aburrimiento y, por lo tanto, incidir en la salud mental del ocupante. Destaca el DORMITORIO por su escasa volumetría en comparación con lo recargado del lugar, así como la GRUTA donde se manifiesta el elevado nivel hortera de Luis II de Baviera a la par que un siniestrismo romántico entre sentimentalismo e imaginación. 

   Lo anterior, dicho de otra manera, sería como decir que ante la dificultad personal de conocer la Cosa En Si, las limitaciones resultantes generan una visión personal que opta por dedicar su esfuerzo al conocer de la Cosa En Mi, haciéndolo desde la ociosidad como ideal y desde la pereza como virtud, y en el caso de Luis II con la suerte de disponer de una fortuna familiar que le permite construir al tiempo que caminar por una naturaleza cuyo enorme YO pretende ser un espíritu universal.

    Queda en esta planta tercera el SALÓN DEL TRONO, con una superficie de 20 x 12 metros, que por altura ocupa también la cuarta planta. Recuerda el arte bizantino y se diferencian dos niveles; la planta para los súbditos rodeada de arcadas alegremente decoradas en azul, capiteles muy trabajados y columnas en marrón, con suelo en azul muy decorado, disponiendo de una galería superior. La zona del trono queda más elevada y tiene forma de ábside, a la que se accede por varios escalones de color blanco, y donde se supone debería, que no está, el trono, pero donde se han dispuesto cuatro candelabros de altura, estando la bóveda decorada con figuras de dios y santos. En el centro hay una enorme lámpara de araña que, por su tamaño, desentona con el espacio total de la sala. Aquí, el egocentrismo de Luis II de Baviera se eleva a su máxima expresión, mostrando la irrealidad de un "rey de papel" empeñado en conquistar el mundo mediante su pequeño mundo de sueños e ilusiones, sufriendo la bajeza moral de estar bajo la autoridad del kaiser alemán y que, a la postre, terminaría ahogado y muerto en un lago en compañía de su siquiatra.

   Pero si la anterior visión no es suficiente, queda la CUARTA-QUINTA PLANTA, y decimos dos plantas ya que en la misma medida que El Salón del Trono ocupa parte de la tercera y cuarta plantas,  la SALA DE LOS CANTORES ocupa parte de la cuarta y quinta planta del palacio, así como iguala en espacio a la totalidad de la Casa del Rey situada en la planta tercera, es decir 27 x 10 metros. Es una pieza rectangular con pinturas míticas de los grandes héroes germanos, dispone de un escenario formado por arcadas y pintura campestre al fondo, ventanales con dos parteluces cada uno, con asientos rojos en su base y una galería superior con balcón, y con ventanas el fondo. Se adorna con enormes candelabros y majestuosas lámparas, siendo la techumbre de madera en tres vuelos y distribuida en cuadros que recuerdan el arte paleocristiano, predominando el color dorado.

    Lo que se advierte en la Sala de los Cantores es que su existencia es tan inútil como lo es la propia del salón del Trono, ya que en la primera ni se canta ni se baila, ni en la segunda el rey recibe a sus súbditos, mientras que el "pisito de soltero" de Luis II se presenta tan abigarrado y tortuoso como no confortable.

   Para Cómodo Centón, la conclusión es clara; EL CASTILLO DE  NEUSCHWANSTEIN no es un palacio, se trata de una TUMBA EN VIDA. Y tal es la impresión resultante, ya que son 6.000 metros cuadros de espacio para un solo hombre, un hombre que no quiere ser visto y que solo quiere verse a sí mismo, que duerme solo y come solo, y que transita en soledad y penumbra de sí mismo su existencia entre inventados sueños de falsa grandeza, de modo que la figura de Luis II de Baviera resulta tan irreal como irreal resulta El Castillo del Cisne.

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