miércoles, 8 de febrero de 2017

03415-02.LA EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS: 02.Primeras Explicaciones

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    Una segunda posición de la Idea de la Persona la encontramos en la ENCARNACIÓN, donde ENCARNARSE es tomar carne, lo que puede hacerse por diversos motivos, siendo aquí que lo que interesa es la mezcla de carnes o en un sentido más estricto la unión de carnes como incorporación de una carne en otra o más específicamente de “una cosa” en “otra cosa”, es decir, un área espiritual que se expresa mediante una encarnación en materia. Así LO ETERNO sale de su profundidad, que pudiera ser Venero pero que no sabemos dónde está ni interés que tenemos en saberlo porque no sabemos dónde está la profundidad, y lo más importante, lo real, es que crea el mundo, pareciendo que se encarna en él mismo. Contemplado así, la encarnación es un hecho glorioso, incomprensible, ya que existe por sí mismo, fuera del alcance de los sentidos, de modo que la tozudez empirista solo sirve para mostrar la bajeza maligna de la Persona, y carece de partes visibles, como buen espíritu, y es fuente de todos los seres, principio neutro, inactivo, que genera un proceso de creación capaz de emitir un elemento llamado Persona. Como principio tenemos que admitir que si todo procede de Lo Eterno, es porque Lo Eterno se encarna en todo, pero que lo hace de forma parcial ya que todo cuanto recibe vida de Lo Eterno tiene un principio y un fin, esto es, esa parte de Lo Eterno que se encarna lo es finita, manteniendo Lo Eterno, por entero, su infinitud con la parte que conserva y, por lo tanto, no encarna. Esta doble persona de la esencia que, por su eternidad, posee Lo Eterno, determina la comprensión de que Lo Eterno tenga una parte humana y que por lo mismo puedan los “dioses” producir los sentimientos divinos que, luego, reproducen los humanos como sentimientos humanos. Más aún, en la misma Evolución de Las Ideas encontramos acontecimientos que envuelven a “dioses” y “humanos”, y aún dando IDEAS MIXTAS que permiten la aparición de seres que se desenvuelven entre lo divino y lo humano; son los “semidioses”. Sin embargo la cuestión radical de la Encarnación yace en la incomprensión de por qué el Eterno se encarna. Tiene el Hombre que comprender su propia conceptualización de Lo Eterno, de tal modo que si es eterno y universal ha de ser, por necesidad, feliz, y que dicha felicidad la comparte consigo mismo, en virtud del mismo principio del que deriva, eterno y universal, por lo que la pregunta del por qué Lo Eterno se encarna queda subyacente en una resolución de fe; ciertamente, Lo Eterno tiene que enunciar su doctrina. Pero si es feliz, porque es eterno y universal, y en su felicidad está solo porque lo es todo, a la pregunta, ¿qué necesidad tiene Lo Eterno de encarnarse para enunciar su doctrina?, deberíamos de contestar “ninguna”, lo que debería de llevar a la Idea de la Persona a desechar la “encarnación” como concepto explicativo. Sin embargo, hallamos en el Proceso de la Evolución de las Ideas una “constante” que ya hemos determinado como Venero, y que enlaza la Emanación con la Encarnación, de modo que si Lo Eterno “brota” de un manantial como efecto de la causa que es derivar en ese manantial, hace otro tanto en la carne de la que es origen. Lo que distingue a ambos modos de “explicar” yace en que por la Emanación se sigue un proceso lineal hacía adelante, mientras que por la Encarnación el proceso es circular, pero ambos, de nuevo, denotan unos procesos de imposible final que, a su vez, logran olvidar la relación entre Ocioso y No Ocioso.

   No obstante, y por otra parte, sostiene la Idea de La Persona como el mundo es materia de tierra, fuego, aire y agua, formándose de ellos la totalidad de los seres vivos, que volvían a su descomposición y desaparición de la “conciencia”, negándose toda transmigración de las almas. Dicho de otro modo, el carácter material del mundo lo es partir de una sustancia primigenia, de forma que el movimiento, el espacio y el tiempo son propiedades inseparables de la materia.

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