martes, 15 de junio de 2010

00178-12- SOY EL DESCANSO DE MI MISMO

Ver documento 00171
Si continuamente los hombres viven en expiación de su propia condición se debe únicamente a la ignorancia; pasiones y deseos son cualidades insertas en la materia que conforman el mundo de los hombres. De este modo la existencia es hija del no saber, de ese obrar teniendo por principio los sentidos y las percepciones naturales que perpetúan a los hombres en la materia, cuando lo único real es lo inmaterial absoluto, la perfección, es decir, la absorción de la vida en lo Eterno, embeberse de la nada. Los sentidos dan origen a los seres, los cuales son responsables de sus actos y, por lo mismo, sufren de sus consecuencias; sin embargo el infierno no es eterno, los hombres penden de la materia por la gravedad de su inclinación a la misma. Todo lo cual ayuda al Hombre a concluir que la extinción de la ignorancia destruye el pensar de los sentidos y por ellos y, consecuentemente, el inacabable circulo de penar en el mundo material. El fin de la ignorancia requiere del conocimiento, la aprehensión de los procesos naturales, el respeto a los mismos, de la continencia, la templaza, la no propagación de la materia a través de los seres imperfectos, del alejamiento de lo vano del yo del hombre, de la locura de prenderse del yo material. El Hombre, imbuido de concepción mundana, crea el universo de la salvación, donde instala un camino de perfección que arranca de los deseos de aquellos seres que promocionan la perfectibilidad que ha de conducirlos al mundo de las formas, donde la materia es solo un residuo de la existencia, hasta alcanzar el mundo sin formas e inmaterial. Con esto el Hombre sigue el camino de lo Eterno, de los Semieternos, de los adelantados y de cuantos niveles puede el Hombre configurar dentro de su mente y expresar fuera de ella. La comprensión de que lo Eterno personifica las fuerzas de la naturaleza, que las almas buenas habitaran las regiones luminosas, y que las almas malas serán errantes por el espacio, se ubica dentro de una Idea intermedia que confiere a los espíritus de los antepasados la cualidad de dioses. Pero y además, el Eterno es la RAZON SUPREMA en sus actos y la ley que regula la naturaleza, ya no como una dejación de funciones, como la insignia marcadora del destino.

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