viernes, 18 de junio de 2010

00182-14.ALICANTE: 1.Las Hogueras

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02982 (19.06.2016 - 10.Las Hogueras: Año 2016)



Si hay algo que define plenamente las HOGUERAS DE SAN JUAN en ALICANTE es que las hogueras son quemadas el día de SAN PROSPERO. Conforme a esta realidad, y en opinión de Cómodo Centón, las Hogueras de Alicante deberían de responder al nombre de HOGUERAS DE SAN PROSPERO.

Ahora bien, no entrará Cómodo Centón en este asunto del nombre, aunque se resista a hacerlo, ya que el Centón, aún siendo un hombre de verdades lo es también de realidades, y tiene por bien claro que la verdad y la realidad son dos extrañas compañeras de viaje.

Las llamadas Hogueras de San Juan en Alicante principian su actividad allá por el otoño. Las Comisiones de los Distritos celebran sus primeras reuniones, eligen a sus cargos, presentan sus presupuestos, realizan sus primeros contratos, y fijan las líneas maestras de su estrategia en el nuevo curso festero que se inicia. Es como si un grupo de personas reunidas en el interior de una caverna dejasen de lado el Mito de la Caverna de Platón y se centrasen en aquel fuego que ya ellos, y solo ellos, ven prenderse en la salida de la cueva. Porque solo los miembros activos de una Comisión de Hogueras pueden percibir el rojo y amarillo de un trabajo de varios meses desvaneciendose en apenas media hora de locura colectiva.

Las Hogueras de San Juan, en realidad de San Prospero, son una exaltación mediática reciente de una ciudad, Alicante, necesitada de un fondo ritual histórico que nada tiene que ver con las simples ganas de pasar unos días, unas gentes, de plácida y encarnada algarabía con el asalto y toma de las calles. Todo queda sometido a las medidas de un recinto urbano donde lo esencial es la desaparición de la calle tal como viene a ser entendida durante el resto del año. La CALLE significa peatón, y es tomada por Barracas y Hogueras capaces de entorpecer, sin rubor alguno, los viales, las líneas de autobuses y, en general, cualquier parte del entramado de la ciudad. De pronto todo se alborota, cualquier cosa puede superponerse a otra, todos quieren ser gente trabajadora del campo elegantemente vestidos, llenándose las calles de labradores y labradoras, como si ser un herrero, un médico, un notario, un albañil, un juez, un tonelero, un algüacil o cualquier otro oficio fuese un delito; es como una locura colectiva donde la exaltación de la huerta y la lengua valenciana determinasen la esencia de lo alicantino, porque en un instánte los alicantinos se transforman en gentes del siglo XVIII, del siglo XIX, inmersos en unas vestimentas que nada tiene que ver con el año 1928

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