martes, 15 de junio de 2010

00179-10. PRINCIPIO: Kleopatros

- Confieso que si, que esperaba mucho más de esto..., y puedo, si quieren saberlo, contar por qué me siento deshecha ante este panorama de desolación lleno. Hace años, muchos años hace, que yo levanté mi voz contra el infierno, y al ser oída en el infierno me dejaron para, según me dijeron, no mentase al infierno más allá de pensarlo. Me quitaron la ropa, me penetraron con sus miembros, me cosieron las heridas que antes me abrieron, me doblaron el espinazo y de moratones llenaron mi cuerpo para que recordara que el palo pendía del techo. La soledad, el hielo, el deshielo de los días, la calor infinita, el vértigo de confundir el suelo con el fondo putrefacto de mis deshechos, y la oscuridad ininterrumpida por un haz cortando aquel espacio en dos tiempos. Nada dije, aunque quisieron oírme; todo me lo propusieron, pero me mantuve en silencio, con la mirada huida por el firmamento. Y al verme derecha la lengua me quemaron, y cuando vieron que yo veía dos tiempos en aquel espacio, me cerraron los ojos apretadas las sienes y apretadas las manos a mis tobillos llorosos.

Se habia hecho un silencio.

- Pasemos, mejor estaremos dentro -dijo Auset-

- ¿Qué fue luego?

- Un día me sacaron de aquellos hierros; conversaban si dejarme libre o arrancarme el corazón. Yo les escuchaba manteniendo alejada de ellos mi mente, sonriendo. "Podría contarlo todo, decir que este sitio existe y que nosotros lo sabemos" decía uno de ellos. "Pero tanto sufrimiento para acabar muriendo... a ella le daría la victoria y a nosotros el fracaso de haber perdido el tiempo" decía otro de ellos. "Tienes razón, porque para apiolarla ahora, haberlo hecho antes de la razón sería un hecho, y si la dejamos libre, ¿para qué tanto esfuerzo nuestro?" decía otro. "La alimentaremos, la cebaremos, que sepa que somos buenos, que salga a la calle y que allí descubra que todos sus esfuerzos por ejercer el silencio han sido la derrota de pensar que no estaba sola, y que el mundo entero la acompañaba en su sufrimiento" decía otro. Yo guardaba silencio, salía de la cárcel auspiciada por los valientes gritos de los hombres en las calles, por las luchas sin cuartel que aún se celebraba y recuperaba la libertad que nunca había perdido. Así fue que acepte el mensaje de mis enemigos, curé las heridas, ignore el odio, engorde mi cuerpo y recobre la luz en mis ojos; sin embargo, al salir por la puerta de la prisión me encontré sola, nadie me esperaba, todos ignoraban mi presencia, nadie conocía mi existencia, y vi gente feliz en un mundo sin ideas, sin pensamientos, y conforme fue transitando por entre aquellos por los que yo había luchado y sufrido, padecido y había sido humillada, supe que mis verdugos habían ganado la guerra que yo les había planteado.

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