sábado, 24 de abril de 2010

00106-3.VERSOS DE AMOR Y MUERTE: Sotana negra

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Estando sentado
sobre el soler de la silla
en el café de la plaza
que me encontré caminando,
vino a sentarse a mi lado
un hombre de sotana negra,
cabellos blancos y algo trastocado,
diciéndome como la tarde era buena,
qué bueno era el aire que entre
las nubes y la tierra
transitaba como pájaro.

Poco a poco, frenando,
decía su voz, apagándose,
ante el templo, mirándonos,
como su casa había sido
durante casi setenta años.
Era el café, entonces,
un bar localista que
se vistió de provinciano,
pasando, con las sillas y mesas
de aquella callejera terraza,
a obtener el título de nacional
de la mano de los forasteros,
siendo internacional cuando aquí
los extranjeros se sentaron.

Fue así, dijo, apenas sonriendo,
como entre aquel templo cristiano
y éste otro de lo humano,
cambió la vida sin darse cuenta
que estaba cambiando, rodando
por el desagüe central de la plaza
todas la cenizas de lo quemado,
liberándose antes el humo que se
fue el cielo tragando. Después
se levantó, prendiéndose su sotana
mientras él se alejaba liberado.

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